Washington.- En su primer año de gobierno, Andrés Manuel López Obrador no ha podido evitar tener que mirar al vecino del norte, Estados Unidos. A pesar de que su promesa política era centrarse en los problemas de México —en parte por esa razón no ha viajado al extranjero en ninguna ocasión, ni para asistir a la Asamblea General de la ONU ni a cumbres multinacionales—, la relación con Washington tiene grandes implicaciones domésticas y el diálogo con la administración Trump ha marcado, y mucho, el devenir de su gobierno.
Con la ratificación del tratado comercial T-MEC todavía en impasse y a la espera de resultados, dos elementos han sido claves para entender la relación binacional: seguridad y migración. Dos temas que López Obrador ya apuntaba como prioridades en la primera carta que envió a Donald Trump, allá a mediados de julio de 2018, recién elegido por el pueblo mexicano.
Trump siempre ha mostrado simpatía por AMLO. Esta misma semana, en la entrevista con el conservador Bill O’Reilly donde anunció que declarará a los cárteles como organizaciones terroristas, reiteró los halagos a su homólogo mexicano: “Me gusta mucho el presidente, me llevo bien con este presidente, mucho mucho más que el anterior, y en teoría este presidente tiene tendencias socialistas, pero creo que es un buen hombre”.
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“Sospecho que mucha gente en la burocracia [de EU] estaba preparada para una administración más confrontacional, y que estuvieron gratamente sorprendidos por el mantenimiento de la continuidad en temas de seguridad y la conformidad en temas migratorios de AMLO”, dijo a EL UNIVERSAL Jacob Dizard, experto en seguridad del Robert Strauss Center de la Universidad de Texas en Austin, haciendo énfasis en que se trata sólo de una “especulación” de lo que podría haber ocurrido.
AMLO lo dejaba claro en una carta que envió a la Casa Blanca a finales de mayo: “No quiero la confrontación”. A pesar de la presión y las políticas estadounidenses que han condicionado las reacciones en temas de seguridad y migración del gobierno mexicano, López Obrador se ha mantenido firme en su apuesta de no levantar la voz a Wa-shington, al menos no en público.
“[La relación entre Estados Unidos y México en seguridad y migración es] tensa, con mucha incertidumbre, pero no en su peor momento”, comenta a este diario Cecilia Farfán, jefa de programas de investigación en seguridad del Centro de estudios México-EU en la Universidad de California en San Diego. “Me parece que la parte de mayor complejidad son los cambios constantes que hay en política migratoria en EU y la falta de claridad en cómo se implementan, que sin duda impacta a México. Esto hace que México tenga que adaptarse al mismo tiempo que cuida intereses propios”, añade.
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En opinión de Dizard, la visión en cooperación de AMLO “parece correcta” por un factor muy concreto: la fragilidad de la economía mexicana y la demostrada capacidad de decisión impulsiva de Trump. “El riesgo de incurrir en la ira de Trump es demasiado alto”, apunta.
Los últimos acontecimientos violentos en México, especialmente la masacre de la familia LeBarón, puede convertirse en un punto de inflexión en cuanto al diálogo en seguridad. “Esta tragedia ha elevado el nivel de interés en la crisis de seguridad de México entre los políticos de Estados Unidos”, asegura Dizard, convencido de que muchos de ellos están “mal informados —o simplemente no les interesa— la complejidad del crimen organizado en México, y prefieren reducir el problema a que México necesita ser ‘más duro’ contra los grupos criminales”. Como prueba, la idea de nombrar los cárteles mexicanos como grupos terroristas, o los llamados a militarizar los trabajos de ley y orden en México que buscan mostrar una narrativa de Estado fallido que priorice victorias a corto plazo.
Según cuenta Farfán, citando a funcionarios de la administración Trump, “la preocupación por parte de EU es no tener clara cuál es la estrategia de seguridad que va a seguir el gobierno de AMLO; y desde su perspectiva, que no han tenido el acceso que quisieran tener con esta administración”.
El interés por cooperar existe, es público y evidente. Sin embargo, “el ‘cómo’ no está definido ni tampoco cuáles son los temas que deben tener prioridad. Es decir, ambos países se están sentando en la mesa, pero no hay muchos avances de fondo”, explica la experta.
Sin embargo, ¿cómo encaja la voluntad de dureza de EU con el “abrazos no balazos” que impulsa AMLO?
“Es más retórica que realidad”, lamenta Farfán. Para Dizard, esa frase se convierte en un potencial objetivo tentador para los políticos estadounidenses, “a pesar de que las políticas de seguridad de AMLO realmente no han sido tan diferentes con respecto a las de sus predecesores”.
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El tema de seguridad es uno ante el cual que México se ha mostrado abierto a debatir, siempre que exista un diálogo serio sobre tráfico de armas.
Es un tema que, a decir de Farfán, rompe el espejismo que la opinión pública tiene de la relación. Si bien es “asimétrica”, no es totalmente cierto que EU siempre “obliga” a México a seguir ciertas políticas, detalla.
“Hay cambios que México puede pedir y en los que EU no ha avanzado”, sentencia la experta. Otra cosa será el apetito de Washington para entrar a dialogar y el éxito que se pueda tener.
Menos margen de maniobra existe en el asunto migratorio. “México seguirá vulnerable mientras la administración Trump se mantenga en el poder”, comenta Dizard.
Este aspecto parece que se ha estabilizado gracias al descenso en el número de detenciones en la frontera gracias a las “cesiones en políticas migratorias, que han creado un equilibrio nuevo e inestable en el que el gobierno mexicano acepta el coste moral de aplicar mano dura en los migrantes pero evita un desastre económico, mientras la administración Trump consigue adjudicarse el ‘progreso’ en seguridad fronteriza”, dice el experto.
Para Farfán, y desde la perspectiva mexicana, lo importante es que la gestión migratoria ha podido “generar espacios de negociación”, más allá de hacer feliz a la Casa Blanca.
México y EU encaran el próximo año con los mismos dos temas sobre la mesa, un poco más tensionados por los recientes acontecimientos. La presión podría ir a más: “Con las elecciones de 2020 los temas se seguridad y migración estarán en el centro del debate”, considera Farfán, quien augura “tiempos difíciles donde la narrativa en EU será muy dura contra México” en esos aspectos clave.