Washington.— Impulsado por un juicio político que no le hizo mayor daño y en el que se prevé será hoy exonerado, así como por el desastre del caucus demócrata de Iowa que da el banderazo de salida a la campaña para las elecciones del 3 de noviembre, el presidente estadounidense, Donald Trump, dio anoche en el Congreso, en Washington, su tercer discurso sobre el Estado de la Unión que fue más bien otra presentación de su programa político con miras a la reelección.
Lo más destacado, al menos por los medios, fue la enemistad que volvió a evidenciarse con la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, a quien le negó el saludo y quien respondió rompiendo la copia del discurso que le fue entregada.
Por lo demás, ninguna novedad, sólo un repaso de lo que el mandatario republicano considera sus “maravillosos” logros, encabezados por la economía y una palabra que siempre suena muy bien a los oídos de los estadounidenses: empleos, empleos, empleos.
Cambió, sí, el panorama en medio del cual dio su discurso ante el Congreso: si hace un año lo hacía bajo la sombra del triunfo de los demócratas en las elecciones de medio término que les dieron la mayoría en la Cámara Baja, esta vez apareció un Trump exultante, fortalecido por un juicio político que ha pasado sin pena ni gloria, que se estima terminará hoy con su exoneración de los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso, y por el fiasco de caucus que celebraron los demócratas la noche del lunes en Iowa, del cual aún no hay un ganador definitivo.
El discurso inició con un momento polémico, cuando Pelosi, quien reconoció no haber hablado con Trump desde octubre —cuando durante una reunión en la Casa Blanca ella se paró y se fue en medio de una acalorada discusión con el mandatario—, le tendió la mano a éste. Consciente o no —los medios dijeron que sí la vio—, él la ignoró. Pelosi no manifestó reacción alguna, pero al final del discurso vendría la revancha: a plena vista de todos, rompió su copia impresa del discurso de Trump.
La Casa Blanca tuiteó más tarde y aludiendo a los personajes que Trump mencionó en su discurso, dijo que Pelosi rompió “ a uno de nuestros últimos sobrevivientes de los aviadores de Tuskegee; la sobrevivencia de un niño nacido a las 21 semanas... ese es su legado”.
El presidente convirtió su discurso de casi hora y media en un “mitin de campaña”, con los republicanos del Congreso como los entusiastas simpatizantes del jefe de Estado. “Hoy estoy frente a ustedes para compartir los increíbles resultados. Los empleos están floreciendo. Los ingresos se están disparando. La pobreza se está desplomando... Nuestro país está prosperando y es altamente respetado de nuevo”.
Repitiendo el mantra de “Estados Unidos primero”, afirmó que en su gestión se crearon 7 millones de empleos, que la tasa de desempleo es la más baja en 50 años y repudió al “socialismo”, una palabra con la que suele describir las propuestas de sus rivales demócratas, en particular las del senador Bernie Sanders.
“El socialismo destruye naciones, pero siempre recuerden que la libertad unifica el alma”, dijo Trump, luego de acusar al mandatario venezolano, Nicolás Maduro, de “dictador” y presentar a quien llamó “presidente” de Venezuela, el líder opositor Juan Guaidó, quien estaba en el Congreso y quien hace poco más de un año se proclamó jefe de Estado encargado del país andino.
No podía faltar en su mensaje el “poderoso muro” de la frontera sur. “Hemos completado más de 100 millas [ 161 kilómetros] y tendremos más de 500 millas [800 kilómetros] completadas en un lapso muy corto. A principios del año próximo tendremos sustancialmente más de 500 millas completadas”, dijo.
Sobre la frontera, habló de los “históricos acuerdos de cooperación” con México, El Salvador y Guatemala. Terminó con un “lo mejor está por venir”, una clara alusión a que considera será reelegido en noviembre y con el tradicional “Dios bendiga a América”. Una América que, se volvió a evidenciar anoche, está más dividida que nunca.