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Trump 3 años de caos... y va por más

El presidente de EU ha desatado más de una crisis y hoy enfrenta un juicio, pero todo parece resbalarle

Fotos: DANTE DE LA VEGA
20/01/2020 |05:01Guadalupe Galván |
Guadalupe Galván
Editora de la sección MundoVer perfil

Es el tercer presidente en la historia de Estados Unidos en ir a juicio político, con un nivel de popularidad inferior a 50% prácticamente desde que inició su mandato hace tres años, y con una crisis con Irán que en cualquier momento podría salirse de control. Para cualquier mandatario serían pésimas noticias. Más si está buscando la reelección. Pero es diferente, y una prueba de ello es que pese a toda la carga que trae encima, las probabilidades de que logre un segundo periodo en las elecciones de noviembre son altas.

El 18 de diciembre la Cámara de Representantes votó a favor del contra Trump por dos cargos: abuso de poder y obstrucción al Congreso, relacionados con la presión que ejerció sobre el gobierno de Ucrania para que investigara por presunta corrupción al exvicepresidente Joe Biden y a su hijo Hunter, ligado a una empresa en aquel país.

Al cumplirse hoy tres años de que Trump asumió el poder, los demócratas decidieron “regalarle” el inicio del juicio político, justo un día después. Así, mañana inicia el proceso en el Senado. Además de él, sólo Andrew John-son, en 1868, y Bill Clinton, en 1998, han sido sometidos a un impeachment.

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Los dos salieron bien librados y Trump está seguro de que también lo hará. La mayoría republicana de la que disfruta en el Senado prácticamente así lo garantiza.

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En cuanto a la afectación a su imagen, tampoco parece que el daño sea muy grave. De acuerdo con una encuesta de Reuters, si bien más de 50% considera que Trump abusó de su cargo y obstruyó al Congreso, sólo 42% piensa que esa es una razón suficiente para destituirlo. Five Thirty Eight, un sitio dedicado al análisis de sondeos, muestra resultados similares, con base en un promedio de consultas: 49.9% a favor del juicio político, y 46.7% a favor de la remoción.

La popularidad de Trump no sólo no ha empeorado hasta el momento con el impeachment. Es cierto que según una encuesta de la Universidad de Quinnipiac publicada en diciembre, 52% desaprueba el desempeño del republicano, pero prácticamente en toda su gestión ha tenido bajos índices de aceptación. Pero incluso mejoró: en la encuesta anterior su nivel de rechazo era de 55%. RealClearPolitics le otorga 52.4% de desaprobación, contra 44.3% de apoyo, y muestra que su peor momento fue diciembre de 2017, cuando llegó a tener 57.9% de rechazo.

La crisis que desató con Irán luego de ordenar el asesinato del general tampoco le afectó. Entre diversos sectores incluso impulsó su imagen. Otra encuesta de la Universidad de Quinnipiac muestra que 41% considera que fue una decisión equivocada, contra 45% que cree que fue lo correcto.

En menos de un año, Trump dio un viraje a lo que había sido su política exterior. Primero, cuando ordenó la operación en la que murió el líder del grupo terrorista Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Bagdadi, el 26 de octubre pasado, en el noroeste sirio. Hasta ese momento se había mostrado reacio a realizar ese tipo de intervenciones. En junio estuvo a punto de lanzar un ataque selectivo contra instalaciones militares iraníes, tras el derribo de un dron de reconocimiento estadounidense. Autorizó la operación y finalmente se retractó y bajó el tono de la retórica.

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Pero el ataque a Al-Bagdadi mostró que Trump está dispuesto a arriesgarse, y el asesinato de Soleimani dejó claro que no sólo va a limitarse a las sanciones económicas, como había hecho hasta ahora. “Es la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Al-Bagdadi u Osama bin Laden [el líder de Al-Qaeda]”, dijo en su momento Phillip Smyth, experto en grupos chiitas armados. Negociación y garrote, en su máxima expresión.

El bolsillo

Más allá de la arena internacional, en la que han sido tres años en los que por más que anunció con bombo y platillo diálogo con Norcorea no ha logrado nada; a los estadounidenses siempre les ha interesado una cosa: sus bolsillos.

Y es justo esa la mantequilla que parece hacer que a Trump todo le resbale. La economía sigue creciendo —en diciembre reportó un ascenso de 2.1% en el tercer trimestre—, junto con el consumo privado.

El mercado laboral se mantiene al alza y diciembre cerró con una tasa de desempleo de 3.5%, su nivel más bajo en prácticamente 50 años. Algo de lo que Trump no se ha cansado de vanagloriarse. En cada mitin se le escucha decir: “¡Empleos, empleos, empleos!”, y presume de haber creado, en sus tres años al frente, casi 7 millones de nuevos puestos de trabajo, aunque expertos han advertido que las remuneraciones salariales no están creciendo al ritmo que deberían, o que sería saludable.

“Promesa hecha, promesa cumplida”, es un mantra en la campaña del mandatario. Y cerró 2019 con dos hits: la aprobación en la Cámara de Representantes del acuerdo comercial con México y Canadá (T-MEC). El Senado hizo lo propio el jueves pasado, dando a Trump un arma importante para su campaña reelectoral, después de años de criticar el TLCAN, al que llamó “el peor tratado de la historia”.

Luego vendría la aprobación, en una primera instancia, de un . Era justo lo que los trabajadores estadounidenses querían de un presidente que se comprometió a poner a “Estados Unidos primero” y que, hasta ahora, lo está haciendo. Los efectos que este tipo de políticas a largo plazo puedan tener son otro asunto. Muchos expertos ven en la actitud de Trump una amenaza a la larga para Estados Unidos, pero por ahora los estadounidenses están satisfechos y los desplantes, las presiones a otros países e incluso un juicio político no bastan para sacar al mandatario del poder... o para negarle otros cuatro años.

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