Bruselas.— A comienzos de la primera pandemia por coronavirus, el director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, en múltiples ocasiones pidió a las autoridades nacionales abstenerse de la tentación de contener Covid-19 a expensas de la prevención y atención de otras enfermedades.
“Los países deben alcanzar un equilibrio entre las medidas para abordar la mortalidad causada por Covid-19 y aquellas relacionadas con otras enfermedades”, decía Adhanom una y otra vez en sus conferencias vespertinas.
En un momento en el que el mundo contabiliza más de 62 millones de casos confirmados, incluyendo más de un millón 449 mil muertes, el despacho del político etíope cuenta con evidencias suficientes para afirmar que algunos Estados desoyeron su insistente llamado.
El desbordamiento de los sistemas de salud fue el principal motivo, pero como telón de fondo está la falta de preparación por parte de los sistemas de salud nacionales para enfrentar una pandemia anunciada, al menos durante las últimas dos décadas.
La cuestión no era cuál de los virus presentes en animales, como cerdos, aves o placentarios, mutaría a causa de su creciente convivencia con las personas y la destrucción de sus hábitat, sino cuándo el microorganismo superaría la barrera que lo haría infeccioso entre humanos.
Las repercusiones por abandonar transitoriamente los sistemas de prevención y atención sanitaria, incluyendo los servicios más esenciales, podrían llegar a ser de una magnitud equiparable a las del propio coronavirus.
Los documentos de la máxima organización sanitaria del planeta afirman que en los escenarios en los que colapsan los servicios médicos esenciales, incluyendo los de promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y paliativos, “es probable que tenga efectos adversos graves para la salud, especialmente en las poblaciones más vulnerables, como los niños, las personas mayores, las que viven con enfermedades crónicas o discapacidades y los grupos minoritarios”.
Un informe fechado en agosto y publicado por la OMS deja constancia de los efectos del Covid-19 en los sistemas sanitarios. El documento está basado en una encuesta en la que participaron 105 países y examina el funcionamiento de 25 servicios esenciales.
El informe demostró que, entre marzo y junio, 90% de los países sufrieron interrupciones en sus servicios de salud, aunque en algunos casos la suspensión fue más allá de las consultas rutinarias y optativas.
En promedio, en uno de cada cinco países, principalmente en los menos prósperos, los servicios dirigidos a salvar vidas se vieron afectados, como los de emergencia las 24 horas, de transfusión sanguínea y cirugía de urgencia.
Las unidades de diagnóstico y tratamiento del cáncer igualmente experimentaron interrupciones en un promedio de 55%, así como las destinadas a la lucha contra el paludismo, la tuberculosis y el VIH.
De conformidad a los protocolos gubernamentales, también los dentistas y fisioterapeutas abandonaron momentáneamente sus funciones. “Se espera que la interrupción de muchos de los servicios tenga efectos perjudiciales en la salud de la población a corto, medio y largo plazo”, detalla el documento.
Fueron diversos los argumentos expuestos por los Estados a la autoridad de Ginebra para justificar la parálisis, como la reducción de la asistencia de los pacientes a los servicios ambulatorios, probablemente por miedo; dificultades financieras, suspensión de los servicios de transporte o prohibiciones a la libre movilidad.
El desvío de personal médico para apoyar tareas relacionadas al coronavirus, la suspensión de servicios por los encierros y la falta de suministro de equipo médico y productos sanitarios, completan la lista de factores.
Una catástrofe mayor a la desencadenada por Covid-19 podría resultar a causa de las interrupciones de los servicios de salud esenciales.
Sin embargo, los estragos causados por la aparición de la enfermedad que produce fiebre hemorrágica no quedaron sólo en los números fríos de casos confirmados, probables y muertes. Una investigación encabezada por la viróloga Alyssa Parpia, de la Escuela de Salud Pública de Yale, estimó que la disminución en la utilización de los servicios de salud a niveles de 50% habría causado 2 mil 800 muertes por malaria, VIH y tuberculosis tan sólo en Sierra Leona, casi tres cuartas partes de las muertes directas por ébola en el país, alrededor de 4 mil. Otra investigación, publicada por la Oxford University Press y la London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSE), sostiene que la diminución de servicios dirigidos a salvar vidas, como son los de planificación familiar, partos y de atención posnatal, se habría traducido en 3 mil 600 muertes maternas, neonatales y por mortinato adicionales en 2014 y 2015.
“En otras palabras, estimamos que los efectos indirectos en la mortalidad de una crisis en el contexto de un sistema de salud que carece de resiliencia pueden ser tan importantes como los efectos directos en la mortalidad de la propia crisis”, detalla el documento suscrito por investigadores como Laura Sochas de la LSE.
Los efectos también suelen ser prolongados, como señala un estudio publicado en The Pan African Medical Journal y encabezado por el epidemiólogo Balcha Masresha, en su calidad de titular de la oficina de la OMS para África. Como resultado de las interrupciones registradas en las campañas de vacunación, los tres países experimentaron una incidencia elevada de sarampión que persistió durante dos años después del brote.
La Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health vaticinó que si Covid-19 repetía un escenario de distorsión de los servicios sanitarios a niveles similares a los de la epidemia de ébola, en seis meses morirían 1.2 millones de niños y 57 mil madres, lo que representaría un aumento de 45% de los niveles de mortalidad previos a la pandemia por coronavirus.
Un reporte elaborado por expertos del Banco Mundial y el Banco Interamericano para el Desarrollo señala que el crecimiento económico y la salud están interconectados. Estima que por cada caída de 1% del PIB hay un incremento de entre 0.24% y 0.40% de las muertes infantiles por cada mil nacidos, afectando a las niñas hasta tres veces más.
Investigaciones realizadas por el Mecanismo Mundial de Financiamiento para respaldar la iniciativa Todas las mujeres, todos los niños (GFF) comienzan a arrojar datos duros sobre los daños infligidos en las economías más vulnerables por la interrupción de los servicios más elementales a causa del combate a Covid-19.
En Liberia la cobertura de vacunación infantil había disminuido hasta junio pasado 35%, mientras que el gigante africano, Nigeria, reportó una caída de 16% de la atención a mujeres al inicio de su embarazo. La pandemia que ha alterado la vida de todos no será la última que enfrente la humanidad, de ahí que las autoridades de la OMS sugieran a los gobiernos realizar las adaptaciones estratégicas que permitan garantizar el mantenimiento de la prestación de servicios de atención esenciales en escenarios de crisis.
Con relación a la encuesta en la que participaron 105 países, Adhanom dijo que exhibía las deficiencias de los sistemas de salud, pero también podría servir para el desarrollo de nuevas estrategias para mejorar la atención durante y más allá de la pandemia.
“Covid-19 debería enseñar a todos los países que la salud no consiste en elegir entre una cosa u otra. Debemos prepararnos mejor para las emergencias, seguir invirtiendo en sistemas de salud que respondan plenamente a las necesidades de las personas a lo largo de toda la vida”.