Moscú. — Con los mercenarios del grupo Wagner replegados y su líder a punto del exilio, la gran pregunta es ¿qué pasará con el presidente ruso, Vladimir Putin, tras una rebelión que, si bien fracasó, exhibió su debilidad en el frente interno?

En 24 horas, los mercenarios de Wagner lograron tomar una ciudad rusa y acercarse a Moscú, desafiando frontalmente el poder del presidente ruso antes de dar marcha atrás y ordenar, el sábado pasado, el regreso de sus combatientes a sus bases, tras la mediación del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko.

Los elementos de Wagner cruzaron sin resistencia alguna la frontera de Ucrania, entraron en Rostov y ocuparon sin un solo disparo el Estado Mayor y otros objetivos militares, desplazaron al menos cuatro columnas casi hasta Moscú sin sufrir una baja, pero derribando varios helicópteros y un avión de combate.

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Bajo el acuerdo, Prigozhin irá a Bielorrusia, aunque hasta anoche no se sabía cuándo abandonará Rusia o dónde se encuentra actualmente el jefe de los mercenarios. El levantamiento, aseguró el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, al programa Face the Nation de CBS News, marcó “un desafío directo a la autoridad de Putin. Así que esto plantea preguntas profundas, muestra verdaderas fisuras”. Añadió que “hace 16 meses, las fuerzas rusas estaban a las puertas de Kiev, Ucrania, pensando que iban a tomar la ciudad en cuestión de días, borrar el país del mapa”, mientras que ahora “deben concentrarse en defender Moscú contra los mercenarios creados por el propio Putin”.

Otra pregunta es qué pasará con el Grupo Wagner, propiedad de Prigozhin. El contratista militar ha desplegado fuerzas en varios países donde se cree que combaten por los intereses rusos. Según los términos del acuerdo que detuvo el avance de Prigozhin, a los soldados de Wagner que no respaldaron la revuelta se les ofrecerán contratos con el ejército ruso, poniéndolos bajo el control de los oficiales que Prigozhin estaba tratando de expulsar.

Por su parte, el exdirector de la CIA y general retirado del ejército estadounidense, David Petraeus, dijo, en declaraciones a CNN: “Prigozhin conservó su vida pero perdió su Grupo Wagner, y debería tener mucho cuidado con las ventanas abiertas en su nuevo entorno en Bielorrusia”.

Michael McFaul, exembajador de Estados Unidos en Moscú, coincidió: “Hace unos días, Prigozhin estaba en serios problemas. Lanzó su motín como un movimiento desesperado para sobrevivir, con la esperanza de que Putin le salvara. Funcionó por ahora. Sigue vivo, ¿pero por cuánto tiempo? Me cuesta creer que Putin le deje vivir en paz en Bielorrusia”, tuiteó.

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El analista Jon B. Wolfsthal planteó otra posibilidad. Que Putin haya planeado todo lo que pasó: “¿Quizás una forma de ver quién se puso del lado golpista?”, tuiteó.

En duda está, también, el futuro del ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigu, cuya gestión calificó Prigozhin de desastrosa y de la razón por la que comenzó la rebelión.

Países como China y Venezuela, en tanto, externaron su apoyo a Putin.

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