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Nueva York.— Jeff Sessions, quien fuera el primero y más leal de los seguidores de Donald Trump, fue despedido y despojado de su cargo de fiscal general de Estados Unidos. “Como me pidió, presento mi renuncia”, reza la carta que envió a la Casa Blanca, dejando claro que su salida no es una dimisión sino un cese ordenado directamente por el presidente.
Hacía tiempo que la cabeza de Se-ssions corría peligro. Básicamente desde que, hace más de un año, decidiera apartarse de la investigación de la trama rusa contra el presidente y pusiera al cargo a su número dos, Rod Rosenstein. Trump consideró eso una “traición” en toda regla, una puñalada por la espalda y desde entonces no escatimó en insultos, mofas y burlas contra su fiscal general.
A pesar de eso, Sessions seguía siendo uno de los más leales al presidente, quien entendía y compartía más del ideario de Trump en cuestiones como inmigración. Sin embargo, el tema del Rusiagate, que es la sombra sobre Trump, afectó la relación.
La salida de Sessions es una maniobra múltiple. Es el inicio de una limpieza entre los elementos del gabinete que el presidente considera molestos, tras deshacerse hace algunos meses de Rex Tillerson en la Secretaría de Estado, y manda un mensaje a otros funcionarios.
De rebote, quita del ciclo mediático el hecho de que el Partido Republicano del presidente perdió el control de la Cámara de Representantes tras las elecciones de medio mandato del martes, aunque Trump sigue considerando que la jornada fue “una victoria casi completa”.
Pero lo más importante es el efecto que pueda tener en la investigación de la trama rusa. “Nos complace anunciar que Matthew Whitaker, jefe de gabinete de Jeff Sessions, será nuestro fiscal general interino”, anunció Trump en Twitter, su canal favorito para informar de cambios en su gobierno.
Whitaker se convertirá, al menos temporalmente, en el supervisor de la pesquisa del fiscal especial para el Rusiagate; el mismo personaje que, hace algo más de un año, decía en la CNN que podía ver “un escenario donde Sessions fuera reemplazado, y que el nombrado no despidiera a Bob Mueller [el fiscal especial para la trama rusa] pero le redujera su presupuesto tan abajo que las investigaciones hasta demolerlo casi hasta pararlas”.
En una columna escrita para el mismo medio, el ya nuevo fiscal general interino dijo que “Mueller está cerca de cruzar una línea roja muy peligrosa” en cuanto a su organización, en un momento en el que sus tentáculos se acercaban al Despacho Oval.
Muchos vieron en el movimiento cierta reminiscencia de la famosa “masacre del sábado por la noche” de Richard Nixon, detonante uno de los episodios clave del Watergate que acabaría con su presidencia.
Para el demócrata Chuck Schumer, líder de la minoría en el Senado, el momento del despido es “muy sospechoso”. Para Nancy Pelosi, la que será flamante nueva presidenta de la Cámara de Representantes, la decisión de deshacerse de Sessions es un “intento flagrante” de tratar de acabar con el Rusiagate.
“El presidente Trump... quiere un fiscal general que sirva a sus intereses, no al interés público”, denunció Adam Schiff, congresista por California, quien liderará el comité de inteligencia de la Cámara de Representantes.
Trump dijo que el sustituto oficial de Sessions será anunciado en breve. No es casual que el cese llegue tras conocerse el resultado de las elecciones y la composición del nuevo Senado, que con una mayoría republicana más amplia no debía tener problemas para aprobar cualquier nombre que proponga el presidente.