"Fue muy chocante lo que sucedió, ningún ser humano puede ser tratado así. Gracias a Dios nadie murió, pero vimos personas heridas, muchas mujeres maltratadas, niños maltratados".
La venezolana Yurbis Pinto, de 37 años, comenzaba a desahogarse contando las agresiones que sufrieron el sábado pasado inmigrantes venezolanos en Pacaraima, cuando un residente de esta ciudad del Estado brasileño de Roraima interrumpió abruptamente la entrevista con BBC News Brasil en medio de la calle.
"Nadie maltrató a niños, eso es mentira. Ellos dicen lo que quieren, inventan y después todo el mundo les cree", afirmó el hombre, quien aparentaba unos 60 años, para después agredir verbalmente a Pinto.
La venezolana continuó tratando de hablar y el brasileño continuó desacreditándola. Y, al poco tiempo, todos los que estaban alrededor -afuera del gimnasio deportivo en el centro de Pacaraima- se involucraron en el debate, algunos para echar leña al fuego y otros, empeñados en separar a quienes discutían.
Luego la policía llegó para evitar que la cosa llegara a las manos.
La ciudad pasó un lunes tranquilo después de un fin de semana tenso entre brasileños y venezolanos.
Pero no hizo falta mucho para exponer la herida, como constató BBC News Brasil a su llegada a esta ciudad fronteriza.
El episodio se dio en la noche del lunes, tras la celebración de la llamada "Carrera de la Paz":unos 25 coches que circularon por la ciudad oscura a primera hora de la noche tocando el claxon y sacudiendo globos blancos por las ventanas.
Un carro con altavoces lideraba la marcha tocando el himno nacional brasileño. La mayoría de los participantes eran brasileños, aunque también había algunos venezolanos. La profesora y organizadora del evento, Neura Costa, iba en el primer carro con el micrófono.
"Los venezolanos sí tienen lugar aquí en Brasil. Merecen la oportunidad de rehacer su vida. Es muy triste lo que está pasando en Venezuela. Ustedes son seres humanos como nosotros y nos vamos a ayudar. Pero no a la violencia, no la vamos a aceptar. ¡Brasileños y venezolanos! Vamos a vigilar nuestro municipio, nuestro Estado, vamos a ser felices y criar a nuestras familias con dignidad y respeto", pedía Costa.
La maestra aseguró que "Pacaraima pide paz" y negó que hubiera xenofobia en la ciudad, sino una crisis que venía agravándose y que clamaba por una respuesta del Estado desde hacía mucho tiempo.
"Hizo falta que sucediera todo esto para que alguien viniera a ver lo que estamos pasando", lamentó Costa.
Por lo demás, en las calles de Pacaraima apenas quedan vestigios de las protestas violentas del sábado, en las que manifestantes se agruparon, expulsaron a venezolanos de los lugares donde acampaban y quemaron sus pocas pertenencias.
Este lunes, los bomberos limpiaban las pistas y retiraban las cenizas y restos de objetos incendiados.
Tampoco quedan venezolanos acampando en las calles.
Pero muchos de los que fueron forzados a regresar a Venezuela el sábado han vuelto y muchos otros les están siguiendo los pasos en números tan o más altos que antes, con lallegada de 800 inmigrantesel domingo, cuando el promedio era de cerca de 500 al día.
La venezolana Yaneth Alfonzo, de 31 años, eligió entrar al país precisamente el sábado por la mañana.
Llegaba a la frontera con su sobrina cuando se llevó un susto por haber sido parada en el control. Y creyó que las autoridades estatales habían cerrado finalmente las fronteras.
Pero vio a las personas viniendo en la dirección opuesta, con maletas, sacos de comida en la cabeza, muchas de ellas llorando y así fue como se enteró de las agresiones.
"Me quedé muy sorprendida, pero luego entendí que la mayoría de los brasileños sí apoyan que nos quedemos. Agradecemos todo lo que hacen por nosotros", aseguró.
"Nadie está aquí porque quiera invadir otro país. Estamos aquí por la situación económica de nuestro país, que nos hizo salir de nuestras casas y migrar para buscar una vida mejor y así poder ayudar a nuestras familias que se quedaron allí", explicó Alfonzo.
Para lidiar con las tensiones, en la noche del sábado autobuses cargados con 60 hombres de la Fuerza Nacional de Seguridad (FSN) llegaron a Pacaraima enviados por el gobierno federal para mantener bajo control la situación en la ciudad. El gobierno prometió enviar a otros 60 agentes de la FSN a la ciudad.
En los últimos tres años, según la ONU, 2.3 millones de venezolanos dejaron el país, huyendo sobre todo de la falta de alimentos y medicamentos en una nación donde una maleta llena de dinero apenas alcanza para comprar un pollo.
Sólo en el primer semestre de este año, más de 56.740 venezolanos solicitaron refugio o residencia temporal en Brasil.
En ese mismo periodo, más de 16 mil venezolanos llegaron a Roraima pidiendo asilo, un 20% más que en todo el 2017.
El lunes, la presión para cerrar temporalmente la frontera volvió a los titulares después de que el gobierno de Roraima solicitara una vez más al Tribunal Supremo de Brasil que actuara para suspender la inmigración en la frontera con Venezuela.
A principios de este mes, Rosa Weber, la máxima responsable de dicha corte, ya negó esa posibilidad.
El ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, Sérgio Etchegoyen, dijo que la posibilidad es "impensable e ilegal".
"Tenemos que cumplir la ley. La ley brasileña de inmigración determina la acogida de refugiados e inmigrantes en esa situación ", afirmó el funcionario.
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