Tijuana.— José llegó en febrero a Tijuana. Partió de Honduras, como muchos otros, porque la violencia de las pandillas no tiene clemencia ni por los que menos tienen, como él, que trabajaba como taxista y tuvo que empezar a pagarles sólo para que le permitieran vivir. Su meta era llegar a Estados Unidos y pedir asilo, pero en su camino se interpuso la pandemia del Covid-19, las restricciones del presidente estadounidense Donald Trump y las elecciones del país.

Aunque inicialmente se acomodó en un albergue en la zona centro de la ciudad, finalmente buscó rentar en espacios donde le cobran menos de 100 pesos la noche, trabaja en lo que le permiten. Igual que él, otro grupo de migrantes, entre deportados y los que esperan su turno en el proceso de asilo, se han acomodado en trabajos y sitios temporales.

Ellos prefieren apostarle a cruzar la frontera hacia Estados Unidos por alguna zona montañosa, aun con el riesgo de toparse con los grupos criminales que controlan las áreas, que esperar a saber quién gana las elecciones estadounidenses, si el republicano Donald Trump, quien ha mantenido una línea antimigrante, o el demócrata Joe Biden.

“Yo no sé quiénes son ni qué vayan a hacer”, explica José. “El Trump no nos va a dejar entrar porque aquí nos tiene atorados y el otro pues quién sabe, dicen que sí es mejor pero, vea, siempre dicen lo mismo y de todos modos nunca nos dejan entrar”.

Su plan, dice, es cruzar. No tiene dinero para pagar un coyote o falsificar papeles. Algunos conocidos cruzaron a un costo de más de 5 mil dólares; otros se aventuraron solos. De ninguno ha vuelto a saber nada.

Según reportes del Instituto Nacional de Migración (INM) delegación Baja California, personal de Grupo Beta atiende a la semana entre dos y hasta cinco incidentes. En los últimos meses el número de atenciones se ha mantenido activo, con rescates de migrantes abandonados o que se pierden en el camino.

Las rutas están ubicadas en las áreas despobladas. Aunque hay algunos sitios en Tijuana, la mayoría se concentra entre Tecate y Mexicali: El Paso del Águila, Jacume, Jardines del Rincón, La Rumorosa y la Laguna Salada. Apenas en el último mes, una haitiana embarazada, su esposo y su hijo fueron rescatados cuando intentaban cruzar, mientras que esta semana una familia de migrantes mexicanos, uno de ellos lesionado, fue también salvada.

“Sé que hay un riesgo, pero si no trabajo mi familia se me va a morir de hambre”, dice Pedro, otro migrante que espera poder cruzar en grupo. “El que sea que gane [en EU] no me garantiza que yo vaya a cruzar y que me dejen trabajar y ya es mucho tiempo el que no he podido hacer nada”.

Para José, es mejor intentar cruzar que sentarse a esperar quién gana los comicios de EU el próximo 3 de noviembre y a saber si tendrá en mente a las miles de familias que quieren obtener asilo o al menos ingresar al país con la intención de trabajar para enviar remesas a quienes los esperan en sus países de origen.

Magdalena tiene prácticamente medio año esperando que un juez le permita continuar su proceso de asilo. Junto con ella esperan sus dos hijos y durante este tiempo, dice, la paciencia se le agotó. Espera que, si no junta el dinero, al menos pueda sumarse a migrantes para encaminarse juntos rumbo a alguna de las rutas que otros conocidos de los albergues ya les han explicado y así, entre todos, tengan más posibilidades de cruzar la frontera para llegar, en su caso, con sus tías que la esperan en EU para colocarla en alguna fábrica.

“¿A qué me espero a las elecciones?”, se pregunta. “Con lo que uno gana aquí ya mejor muchos se regresaron pero yo no puedo porque si me voy otra vez pa’l Salvador allá me matan y de paso a mi muchachito. Que sea lo que Dios quiera, ya será”.

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