Ámsterdam.— En el Dam, la plaza principal de esta ciudad, se escucha un mensaje reiterado que sale desde el altavoz de una camioneta roja rotulada con la leyenda “Stop-corona, conserva la distancia de 1.5 metros”.
“¿Tiene dolor de garganta, fiebre o tos? por favor quédense en casa y llame a este número telefónico (…) deje que le hagan el test de coronavirus, así se protegerá usted, su familia y amigos”, se oye por toda la explanada.
El aviso transmitido en español, francés, italiano, alemán, árabe y neerlandés es reforzado por un pelotón de trabajadores del ayuntamiento que se distinguen por portar un chaleco fluorescente y un cartelón sujetado a la espalda con la leyenda: “Mantén la distancia de 1.5 metros para que Ámsterdam pueda abrirse aún más”.
Con guantes de látex azules, los jóvenes uniformados recorren el casco viejo ofreciendo gratuitamente cubrebocas a la multitud.
Estas acciones forman parte de la respuesta de la alcaldesa Femke Halsema, ante el temor de que Ámsterdam se encuentre ante el inicio de la segunda ola de la pandemia del Covid-19. El Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente, el RIVM, informó que en la semana del 10 al 16 de agosto dieron positivo 4 mil 13 personas en el país, lo que equivale a 7.8 casos por 10 mil habitantes, prácticamente el mismo nivel de la semana anterior, pero por arriba de la tasa registrada en la última semana de julio, 4.1 casos por 10 mil habitantes. La mayoría de las infecciones se adjudican al grupo de de 13 a 30 años y están asociadas con actividades privadas, como fiestas y reuniones en espacios cerrados. A las autoridades sanitarias inquieta Ámsterdam por el crecimiento de casos a partir de julio; la segunda semana de agosto contabilizó 110 casos diarios. El puerto de Róterdam es otro foco de atención.
“El virus se está expandiendo por nuestra culpa, porque no estamos actuando con responsabilidad. Nos comportamos como si el virus no existiera porque pensamos que no estamos en riesgo”, dice Elke van Leiden, de 21 años y estudiante de la carrera de artes liberales y ciencia. “El que no manifestemos la enfermedad no significa que no tengamos el virus. Con nuestra actitud estamos propagando el virus y poniendo en riesgo a las personas mayores, que hoy están encerradas para que nosotros podamos divertirnos”.
El gobierno del premier holandés Mark Rutte ha manifestado hasta el día de hoy sus reservas sobre la efectividad del uso del cubrebocas. A nivel nacional, portarlo sólo es obligatorio en el transporte público.
El director del combate a enfermedades infecciosas del RIVM, Jaap van Dissel, mantiene la posición de que no hay evidencias científicas suficientes para asegurar que es una medida efectiva para prevenir la expansión del virus. Sus trabajos, coinciden con otros realizados en los países nórdicos, y sostienen que es necesario que unas 200 mil personas usen la mascarilla por una semana para prevenir un solo caso. “Tienen un efecto extraordinariamente reducido”, asegura. Sin embargo, la tendencia en los países vecinos es otra, por ejemplo, en Bélgica y Francia la apuesta es hacia una utilización cada vez mayor en espacios públicos para combatir el virus. Ante la presión ejercida desde el exterior y las tasas de infección en pleno ascenso, Ámsterdam comenzó este mes con el uso obligatorio de lo que aquí se conoce como mondkapje, en las calles más concurridas y populares del centro de la ciudad, como la peatonal Kalverstraat. El experimento durará hasta el 31 de agosto, cuando se evaluará.
Las zonas están delimitadas por carteles amarillos en los que se lee: “Uso de tapabocas necesario para mayores de 13 años. Mantenga la distancia”. Las calles cuentan con señalamientos sobre la dirección en la que hay que caminar para evitar cruces o chocar con las personas que vienen en dirección opuesta. “Los habitantes locales han respondido bien a la indicación, entienden que es un requisito que deben cumplir porque cada vez hay más y más contagios. El problema son los turistas, piensan que en Ámsterdam no hay reglas y pueden hacer lo que sea”, dice a EL UNIVERSAL un miembro de la unidad de información móvil del ayuntamiento y que se identificó como Amza. “Durante la primera semana, se les llamaba la atención, ahora corren el riesgo de ser multados. El trato es parejo, a locales y turistas, porque la enfermedad no distingue”. La multa es de 104 euros y los visitantes deben pagar al momento.
Holanda respondió al pico de la emergencia sanitaria con su propio modelo que definió como “confinamiento inteligente”. Consistió en restringir todas las actividades que invitaban a la convivencia entre personas, como escuelas, restaurantes, museos, cines, festivales y centros deportivos; sin sofocar la economía; las tiendas comerciales siguieron abiertas, al tiempo que carpinteros, pintores, mecánicos y jardineros continuaron dando servicio en exteriores.
El saldo epidemiológico no ha sido peor del registrado por aquellas naciones que optaron por la parálisis total, como Bélgica. El impacto económico es de niveles históricos, pero sin llegar a los indicadores épicos de quienes recurrieron al encierro total. En sus previsiones de verano, la Comisión Europea adelantó que la economía naranja caerá 6.8% en 2020, por debajo de los niveles de Italia, Francia y España, que verán un decrecimiento de entre 10% y 11%.
Holanda está apostando por acciones focalizadas y no nacionales, si éstas tienen un impacto económico. Por lo pronto, en Ámsterdam la tolerancia se agota; habrá ajustes en caso de que no disminuyan los niveles de infección. Femke Halsema ya delineó los pasos. Los restaurantes, bares y comercios que incumplan con las normativas, tendrán sólo una advertencia en lugar de dos, antes de activar el mecanismo de sanciones que pueden llegar al cierre del establecimiento hasta por cuatro semanas. Habrá probablemente un horario nocturno de cierre parejo para la industria restaurantera, posiblemente a la medianoche, y se endurecerán las acciones para desmantelar fiestas clandestinas. Las reuniones en casa pueden incluir hasta 6 invitados; sólo cuentan los mayores de 13 años.