Miami.— En momentos en que la presión crece sobre el presidente estadounidense, Joe Biden, para hacerse a un lado y dejar que otro candidato demócrata busque la presidencia, la ventana de opciones se reduce.
“A menos que me atropelle un tren, no voy a ninguna parte. Este no es el momento de rendirse”, asegura el mandatario. Y si él no se baja voluntariamente, las posibilidades de obligarlo a hacerlo son complicadas, y riesgosas, debido al momento en que se encuentra Estados Unidos en la campaña.
“Lo que inició en voz baja como una seria preocupación entre los demócratas después del debate presidencial, con el paso de sólo días se convirtió en una discusión muy abierta entre quienes quieren que Biden renuncie y quienes lo apoyan contra toda situación”, comenta a EL UNIVERSAL un miembro del Caucus Hispano del Partido Demócrata que pidió no ser identificado. La misma expresidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, ha señalado que no es decisión tomada la candidatura de Biden y, de acuerdo con The Washington Post, ha advertido al mandatario que no puede ganar y, en cambio, puede arrastrar al Partido Demócrata a una derrota descomunal en el Congreso.
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Pero hacer un cambio a estas alturas, cuando ya pasaron las primarias y Biden fue el ganador absoluto, no es tan sencillo si él no se baja voluntariamente. “Hacer algo así podría empeorar las cosas”, explica el miembro del Caucus Hispano, “porque quienes votaron en las primarias [demócratas] y, en general, la población, sentiría que no se está respetando su decisión y que no se esta llevando un cause democrático en el partido”.
Hasta ahora, los líderes del Partido Demócrata han optado por la presión a Biden para persuadirlo de que renuncie, con llamados a cuidar su legado y hasta señalamientos de que tiene que pensar en lo mejor para el pueblo estadounidense y para evitar el regreso de Donald Trump al poder.
Si no consiguen convencerlo, el camino pasa por movilizar a los delegados fieles a Biden para que cambien su apoyo. Los delegados están técnicamente obligados a votar según la voluntad de los votantes en las primarias, pero pueden cambiar su voto “en buena conciencia” si creen que es lo correcto para el partido.
El Comité Nacional Demócrata (CND) podría convocar a una reunión especial para discutir la situación. Aunque el DNC no tiene un mecanismo directo para destituir a un candidato, podría establecer una resolución o moción pidiendo a Biden que renuncie. O bien, adoptar cambios en las reglas de la Convención Nacional Demócrata para permitir una votación abierta o para despojar a los delegados de su obligación de votar por Biden.
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Ello abriría paso a un proceso de nominación de otros candidatos. Los posibles candidatos tendrían que hacer campaña rápidamente para ganar el apoyo de los delegados.
En este escenario, los líderes del partido y figuras influyentes tendrían que respaldar rápidamente a un nuevo candidato para consolidar el apoyo y evitar una fragmentación del voto entre múltiples candidatos potenciales. Sin embargo, todo este proceso probablemente enfrentaría desafíos legales y una intensa cobertura mediática. Los leales a Biden podrían impugnar cualquier movimiento para destituirlo, argumentando que viola las reglas democráticas del proceso de nominación.
Otra opción, mucho más radical, es iniciar un proceso para declarar que el presidente no está facultado para seguir ejerciendo su responsabilidad ejecutiva. Esta acción esta prevista en la enmienda vigésima quinta de la Constitución de Estados Unidos.
“Sería quitarle sus facultades presidenciales, pero no me parece un camino viable que vaya a suceder”, asegura el entrevistado. Significaría no sólo sacarlo por la fuerza de la candidatura, sino de la presidencia, desatando un caos que no conviene a los demócratas.
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¿Quién, si no es Biden?
Si Biden decidiera retirarse de la contienda presidencial para 2024, varios candidatos prominentes podrían reemplazarlo como el nominado del Partido Demócrata.
Sin duda la más viable y fuerte sería la vicepresidenta Kamala Harris. Sería la opción natural debido a su posición y visibilidad. Su experiencia como senadora y fiscal general de California, junto a su papel en la administración Biden, la posicionan como una sucesora con posibilidades de ganar, si fuera el caso.
Harris tiene otros puntos a su favor: los 91 millones de dólares de la campaña de Biden podrían transferírsele fácilmente, pero no a otro candidato. También es mucho más sencillo que pasen a manos de Harris los aproximadamente 150 millones de dólares en manos de otras entidades afines a Biden, según revela el portal Axios. Figuras importantes del partido ya han dicho que, si Harris queda como candidata, la apoyarían. Y que ella ocupe el lugar de Biden también ayudaría a mantener la unidad del partido.