Madrid.— La fue considerada durante un tiempo un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial por ser un combate decisivo que marcaría el principio del fin del ejército alemán; si bien los expertos reconocen la relevancia de esta batalla, también sub- rayan que fue la propaganda soviética, sobre todo, la que se encargó de mitificar aún más el enfrentamiento que tuvo lugar en la ciudad rusa en 1942.

Cuando se cumplen 80 años del inicio de una de las batallas más famosas de todos los tiempos, Stalingrado sigue atrayendo la atención de los historiadores que indagan todavía en el hecho de que una ciudad que no había sido considerada como objetivo primordial de la ofensiva germana, se convirtiera en un símbolo de la lucha a muerte entre Alemania y la Unión Soviética.

La batalla de Stalingrado, una de las más cruentas de la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar en el verano de 1942 y se prolongó durante casi seis meses para concluir con la rendición del ejército del Tercer Reich, luego de que se registraran cientos de miles de bajas de ambos bandos.

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Su importancia en el contexto de la Segunda Guerra Mundial está fuera de toda duda; pero muchos historiadores consideran que la Unión Soviética exageró lo sucedido en Stalingrado con fines propagandísticos, aprovechando la extraordinaria resistencia mostrada por los civiles y militares rusos.

“Se le ha dado tradicionalmente mucha más trascendencia de la que en realidad tuvo. Se ha considerado durante muchísimos años como el punto de inflexión, pero muchos historiadores piensan que no es así. El verdadero punto de inflexión de la guerra, no sólo en el Este, sino de la Segunda Guerra Mundial en Europa, es el fracaso de la Wehrmacht [ejército alemán] en tomar Moscú y derrotar al Ejército Rojo en una gran batalla de cerco, como era el plan inicial”, señala a EL UNIVERSAL Juan Vázquez García, doctor en Medicina, experto en historia militar y autor de La Batalla de Stalingrado (Galland Books).

Un plan frustrado

“No cabe duda que supuso una sangría para la Wehrmacht perder el Sexto Ejército y, sobre todo, la mayor parte de sus aliados. Pero a veces también se olvida que el plan original de Stalin iba más allá de Stalingrado, era infinitamente más ambicioso.

“Su plan original era concatenar una serie de contraofensivas con las que hundiría completamente el frente alemán y aniquilaría a la Wehrmacht, algo que no consiguió”, agrega el especialista sin pretender restar importancia a la emblemática batalla.

“Ciertamente Stalingrado supuso en cierto modo el final de la blitzkrieg [guerra relámpago], al enfrascarse los alemanes en una lucha urbana. Pero, por otra parte, tampoco es ninguna novedad. Se sabe desde hace siglos en la historia militar que de los combates urbanos hay que escapar siempre. Por muy débil que sea el enemigo, si quiere plantar cara, un combate urbano es algo que hay que temer”, recalca el autor de varios libros sobre grandes guerras internacionales.
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La industria del cine también ha contribuido, según el experto, a la exaltación del heroísmo soviético en Stalingrado con la realización de películas como Enemigo al acecho, que magnifican el desempeño de los francotiradores rusos durante el cerco a la ciudad.

“Los francotiradores en la Segunda Guerra Mundial los utilizaron todos los bandos y los que tienen mayor número de víctimas en su haber son alemanes. Está el mito de nuevo y la propaganda soviética”, subraya el experto en conflictos bélicos.

Los otros factores

“La de Stalingrado es una gran batalla y, sicológicamente, en su momento, fue fundamental. Pero no hay que olvidar otros factores, como el desembarco aliado en el norte de África y que las tornas para el ejército alemán estaban ya claramente en contra, con el añadido de que en el Pacífico las cosas no iban tampoco muy bien para los japoneses. Sin quitarle el mérito, porque evidentemente las cifras están ahí, hay mucho componente sicológico y no hay que olvidar que la sicología también gana guerras”, indica el historiador.

“Las lecciones de la batalla de Stalingrado son que nunca hay que enfrascarse en combates urbanos, por muy superior que seas. En el caso concreto de la Wehrmacht, ésta se vio privada de su gran baza en la que había demostrado enorme superioridad, que era la guerra de maniobras. En una ciudad no se puede”, concluye el especialista.

En cualquier caso y más allá de las distintas valoraciones, la Batalla de Stalingrado sigue constituyendo un auténtico símbolo de resistencia por la determinación con la que el pueblo ruso encaró a los alemanes en una lucha urbana caracterizada por una serie interminable de enfrentamientos: calle por calle, edificio por edificio, departamento por departamento y, en ocasiones, habitación por habitación, lo que provocó que algunas posiciones clave cambiaran de manos multitud de veces durante la contienda.

Los rusos llegaron incluso a reducir premeditadamente las brechas que separaban a las líneas soviéticas y alemanas para que los aviones germanos no pudieran bombardear los barrios más disputados de la ciudad ante el riesgo de atacar también a sus efectivos.

Desconcertados por haber perdido las ventajas de maniobra de las que gozaban habitualmente en una ciudad defendida desde todos los nichos posibles, los alemanes denominaron aquella forma de combate individual como la rattenkrieg, o guerra de ratas.

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