Madrid.— Cuando vieron la luz, pocas voces internacionales salieron en su defensa. Sin embargo, las vacunas rusas que se agrupan bajo el nombre de Sputnik han ido ganando crédito, hasta situarse entre las más eficaces contra el Covid-19. Tras meses de escepticismo, la Agencia Europea del Medicamento está estudiando el fármaco de Rusia para decidir si autoriza su aplicación en el Viejo Continente.
Argentina fue uno de los primeros países en contratar a finales de 2020 un cargamento de 300 mil dosis de Sputnik V para hacer frente al coronavirus. Desde entonces, las vacunas rusas se han revelado como inapreciables herramientas para la geopolítica. Con ellas, la potencia euroasiática no sólo busca contribuir a la lucha contra la pandemia, sino también ganar prestigio y expandir sus áreas de influencia en un mundo cada vez más disputado.
Es sobre todo en África y América Latina donde Rusia parece dispuesta a invertir la mayor parte de su solvencia sanitaria mediante el abastecimiento de vacunas que se sitúan entre las más económicas del mercado y que tienen una eficacia superior a 91%, según datos recogidos en la revista médica The Lancet.
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“Hablamos de intereses geopolíticos, pero también de estatus. Hay un momento ruso de recuperar el orgullo y resarcirse como país tras la caída de la URSS y el declive que se prolongó durante años. La vacuna le otorga a Rusia un rango importante como potencia científica. También está la idea de reivindicarse como una potencia global, no sólo regional, por lo que gestiona las vacunas en esa misma línea política”, señala a EL UNIVERSAL Eduard Soler, investigador senior del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y coordinador del área de geopolítica global y seguridad.
“Por volumen y vistosidad el foco está puesto en África y América Latina. La estrategia de Rusia con las vacunas pasa por acuerdos bilaterales que permitan la producción de las vacunas en Estados terceros, con todas las ventajas que ello conlleva. También busca países que se hayan sentido más desamparados y otros con los que poder dinamizar relaciones previas. No hay un solo factor, sino una suma de ingredientes”, agrega el politólogo y doctor en Relaciones Internacionales.
Junto a África y América Latina, el interés de Rusia en tiempos de pandemia se centra también en el tradicional espacio soviético y desde luego en Europa, porque la posesión de la vacuna le puede brindar a Moscú la oportunidad de debilitar la cohesión de sus rivales europeos para obstaculizar decisiones que puedan ir en su contra.
“Rusia no produce bienes de consumo habituales. Lo que suele exportar es energía y armas. Asegurar el aprovisionamiento de materias primas y abrir nuevos mercados [utilizando la vacuna], lo veo mucho más en clave china, tanto en los países latinoamericanos como africanos. La caja de herramientas de Rusia probablemente esté más centrada en el martillo y en una lógica de fuerza, mientras que la de China creo que es más diversificada”, puntualiza el experto.
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A finales de febrero, los desarrolladores de la vacuna rusa Sputnik V dieron otro paso adelante y solicitaron el registro de la Sputnik Light para su aplicación en una sola dosis, aunque su eficacia para su uso entre los mayores aún tiene que ser estudiada. Con este fármaco, las autoridades de Moscú buscan reducir la mortalidad en situaciones extremas, cuando sea imposible inocular las dos dosis necesarias (Sputnik V) para reforzar la inmunidad.
“Puede convertirse en una solución provisional y eficaz para muchos países que se encuentran en el pico de la enfermedad y quieren salvar el mayor número de vidas posible”, indica el presidente del Fondo de Inversiones Directas de Rusia (FIDR), Kirill Dmítriev.
Con la salida al mercado de la Sputnik Light, probablemente a precios igualmente asequibles y con la misma intención de que sea producida en terceros países, la potencia euroasiática podría incrementar aún más su presencia internacional.
Rusia, pero también China y la India, han adquirido delantera en cuanto al manejo de las vacunas para ampliar sus campos de influencia por distintas vías. Pero los países occidentales no permanecerán como simples espectadores. En la medida en que han adquirido más dosis de las necesarias, estos excedentes pasarán tarde o temprano a formar parte de la caja de herramientas de sus políticas exteriores. Los países receptores también jugarán sus cartas, contraponiendo las ofertas de los diferentes socios para maximizar sus intereses, prevén los expertos.
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En cualquier caso, la pandemia está acelerando los cambios en la correlación de fuerzas a nivel internacional para abrir nuevos escenarios.
“Si nada cambia, Rusia y China saldrán fortalecidas. Hemos pasado a un mundo desoccidentalizado de alguna forma. Creo que la gestión de la vacuna hasta ahora ha agudizado esa lógica entre sur global y norte global; y eso va a ser interesante a la hora de observar cómo países que están entre dos aguas acaban definiéndose”, concluye Soler.