Madrid. Ainoa tiene 45 años y es transexual , aunque ella prefiere considerarse simple y llanamente mujer, que es la condición con la que se siente identificada desde que era apenas un niño.
“Decidí operarme los genitales porque siempre lo sentí como algo necesario. Yo no veía una vida sin ser completa, lo que significaba llegar a tener una vagina, aunque en mi caso (por problemas posoperatorios) no pueda disfrutar de ella, sexualmente hablando. Pero me da igual, porque lo importante era sentirme bien conmigo misma; antes de la intervención jamás me vi bien mirándome al espejo, con eso colgando. Siempre me he sentido completamente mujer”, señala Ainoa a EL UNIVERSAL.
Hace 15 años intentó por primera vez cambiar de sexo, pero su franqueza a la hora de rellenar el cuestionario preoperatorio le jugó una mala pasada.
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“Estaba de las primeras en la lista de espera. Pero yo soy sincera siempre que puedo y no me ando por las ramas. Me preguntaron ¿fuma? Y respondí que sí. ¿Ha tomado alguna vez estupefacientes? Pues sí. ¿Ha ejercido alguna vez la prostitución? Y también contesté afirmativamente, aunque aclaré que no me había quedado más remedio, porque era eso o robar. Eché la solicitud y vi que no me llamaban. Me empecé a hundir poco a poco, pero al final lo superé. Años después me enteré de que había sido declarada no apta”, agrega la mujer transexual.
Cuando cumplió 40 años, Ainoa tuvo de nuevo la oportunidad de operarse; optó entonces por moderar algo más sus respuestas, por lo que esta vez pasó la prueba y pudo acceder al procedimiento quirúrgico.
“Al cabo de una semana me llamaron y al mes siguiente me operaron. Para ese entonces yo ya quería dejar el mundo de la noche y buscar un trabajo normal. Había trabajado en panaderías y hostelerías, pero una vez que te empiezas a hormonar, o trabajas bailando o trabajas de prostituta”.
Ainoa se hizo la vaginoplastia (construcción de la vagina), pero al cabo de tres meses padeció una infección que contribuyó a que el órgano se cerrara y tuvieran que intervenirla de nuevo. En esta segunda ocasión, uno de los músculos implicados no respondió como debía; y la vagina se volvió a contraer. Al final, desistió de pasar otra vez por el quirófano.
A pesar de las operaciones truncadas y las limitaciones sexuales, Ainoa está satisfecha con su vida, entre otras cosas porque reconoce que su libido no es la misma que cuando tenía 20 años.
“Cuando falló de nuevo la operación y tras darle muchas vueltas me dije que daba igual, porque estéticamente estoy perfecta y la vagina la quería sobre todo para ser feliz; y soy feliz a mi manera”, asegura Ainoa, luego de aclarar que la Seguridad Social le subvencionó la operación de cambio de sexo, pero no cubrió los gastos de las curas que tuvo que pagar de su bolsillo.
A la hora del recuento, Ainoa enumera los problemas que tuvo que afrontar en el posoperatorio, luego de ser sometida a una intervención que no fue todo lo exitosa que cabía esperar.
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“Más que complicado fue cansino, porque de la operación ni te enteras. Pero luego hay falta de movilidad y durante los primeros meses hay que hacer continuamente ejercicios vaginales, con un dilatador dentro las 24 horas que tienes que estar limpiando con cierta frecuencia”.
“También me dejó muchas inseguridades, algo que no había sentido nunca. Me he pasado toda mi vida bailando y teniendo relaciones sexuales sin problemas. Pero una vez que te operas y llegas a la cama con un hombre y no puedes hacer el coito por delante, pues eso a mí me echa para atrás, porque no me apetece estar dando explicaciones a cada rato sobre si puedo o no puedo. Por lo demás no tengo ningún problema, ya que conservo un buen aspecto para mi edad y siempre he sido muy femenina”, indica.
“Llevo una vida sana, como cualquier otra persona, viviendo con unas chicas ajenas al mundo transexual del que me he ido apartando, porque creo que en ese mundo hay mucha envidia y maldad y me he llevado muchas decepciones”, puntualiza.
España ha registrado avances muy importantes, pero Ainoa considera que todavía sigue habiendo prejuicios hacia el colectivo. En muchos casos, la aceptación de la transexualidad es algo más fingido que real.
“La gente nos quiere de puertas afuera, porque de puertas adentro no es tan moderna. Sigue habiendo mucha ignorancia y todavía hay mucho cinismo y rechazo”, concluye Ainoa.
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