Desde hace 25 años, las negociaciones con israelíes y palestinos “no han ido a ninguna parte”. La razón principal es que ni unos ni otros están dispuestos a hacer sacrificios en aras de tener un Estado judío y uno palestino. En entrevista con EL UNIVERSAL, James Franklin Jeffrey, exembajador de Estados Unidos en Irak, Turquía, enviado especial en Siria, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de EU, miembro del Washington Institute para la Política de Medio Oriente y presidente del Programa para Medio Oriente del Wilson Center, es claro en cuanto a que en el conflicto en Medio Oriente, el diálogo no basta. Los israelíes tendrían que negociar teniendo en mente que deberán renunciar “a los territorios anexados en Cisjordania” y los palestinos, conscientes de que tendrán que abandonar la idea del “derecho al retorno, que significa que todo palestino -incluyendo los descendientes- que desee vivir en lo que ahora es Israel, puede regresar”. Ni una parte ni la otra parecen estar dispuestas a ello, pero, afirma Jeffrey, es la única opción.
La más reciente crisis entre Israel y Hamas terminó pero, ¿qué sigue en el conflicto entre israelíes y palestinos?
Es una pregunta complicada porque es un conflicto complicado. En primer lugar, el conflicto real no es, y esto es importante, entre los israelíes y los palestinos. Hay al menos tres subcategorías: la Autoridad Palestina, la gente en Cisjordania, los árabes israelíes, que son palestinos pero también ciudadanos israelíes, y Hamas, que es una organización terrorista que controla Gaza y es responsable de lanzar los cohetes. El asunto con Israel es que tiene un problema mucho más grande con Irán, que ha amasado misiles y cohetes mucho más sofisticados en el sur de Líbano, con el grupo Hezbolá y está tratando de hacer eso en Siria, que es una campaña separada que Israel está llevando a cabo. Irán es, además, el principal partidario de Hamas y en particular su campaña. Así que todo lo que hace Israel, particularmente con Hamas, tiene que hacerlo con un ojo puesto en Irán, y la capacidad para disuadir a Irán. Esa es una de las razones por las que los israelíes dudaban en si seguir con su campaña en Gaza, conforme el presidente estadounidense Joe Biden insistía en un cese el fuego. No se trató sólo de atacar más objetivos militares en Gaza, también se trataba de dejar en claro que Israel tomará sus propias decisiones con base en su seguridad, e Israel tiene particular suspicacia respecto de la administración Biden sobre Irán.
En segundo lugar, la administración Biden se sentirá tentada a tratar de resolver el conflicto israelo-palestino, y esos intentos no han ido a ninguna parte desde hace casi 25 años. Y ha sido así por dos razones: una es que todas las presunciones en los acuerdos de Oslo, y la de que el Estado de Israel se fundamenta en la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, se basa en la noción de dos Estados separados: el Estado árabe y el Estado judío, en lo que era Palestina. Ambas partes, en diferentes sentidos, están desafiando esa idea.
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El desafío más serio viene del lado de los palestinos: el derecho al regreso, que significa que todo palestino -incluyendo los descendientes- que desee vivir en lo que ahora es Israel, puede regresar, nunca se ha puesto sobre la mesa; es un tema que quedó de lado, se archivó, básicamente porque nunca funcionaría. Estamos hablando de millones de personas.
En segundo lugar, Hamas, en la versión más reciente de su Constitución, en 2017, dijo no ser antisemita, sólo estar en contra de un Estado colonialista judío, un Estado sionista en Medio Oriente. Así que, en diversos modos, los palestinos no han aceptado la solución de dos Estados.
En Israel hay algunas fuerzas que han cuestionado esa solución; estoy hablando del movimiento a favor de los asentamientos. No sólo estamos hablando de los asentamientos en Cisjordania en la frontera con Israel. Son los colonos que afirman que todo Cisjordania es territorio judío, es tierra israelí otorgada por Dios y que tienen derecho de establecerse donde sea. Debido a la situación política en Israel en los últimos 20 años, el giro a la derecha, ha sido más difícil para los políticos israelíes enfrentárseles. Hay más asentamientos, se ha creado un grupo de cabildeo, que ha sido muy activo presionando en este último incidente, por lo que [ni se plantea] la solución de dos Estados. Así que es muy difícil regresar a eso, pero no hay otra solución.
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Hamas no ganó, pero sí obtuvo ganancias tanto a nivel político como militar. Demostró ser capaz de desarrollar cientos de misiles más sofisticados. En segundo lugar, si bien no rebasó el sistema de defensa de Israel -casi todos los misiles y cohetes fueron derribados-, sí penetró, logró que algunos cohetes pasaran. Lo que es más importante, logró una parálisis económica, social, durante 11 días. La segunda cosa que hizo fue desarrollar nexos más fuertes... con la gente en Jerusalén, en Cisjordania y los árabes israelíes. Esa no es una buena señal, porque, como dije, Hamas rechaza la sola noción de Israel. Entre más apoyo tenga entre los palestinos, hay menos oportunidad de una resolución.
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Israel se ha retirado dos veces de los territorios árabes en los últimos 25 años: del sur de Líbano y de Gaza. En ambos casos, vio cómo el control de los territorios quedaba en manos de grupos terroristas extremistas, que buscan destruir a Israel y que se están fortaleciendo con la ayuda de Irán. Israel no se va a retirar de un territorio una tercera vez, a menos de tener la certeza absoluta, garantías, de que eso no volverá a pasar.
¿Esta crisis beneficia al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, considerando su situación política?
Lo benefició inicialmente, pero Naftali Bennett, su principal rival, en modo realista, para formar gobierno, está en pláticas con el líder opositor Yair Lapid, a quien el presidente [Reuven Rivlin] le encargó intentar formar gobierno. Así que existe una oportunidad de que a pesar de la posición dura de Netanyahu, termine por dejar de ser primer ministro.
¿Qué actores cree que realmente podrían ayudar a empezar a solucionar las causas de raíz de este conflicto?
Sólo hay uno. Estados Unidos. Si Estados Unidos se va a comprometer, es otra cuestión. El último gran esfuerzo realizado a nivel presidencial fue con Bill Clinton, Yasser Arafat y el primer ministro Ehud Barak en el 2000 en Campo David. Pero se vino abajo por el rechazo de los palestinos a ceder en el derecho al retorno. Y, como dije, si no cedes en ese derecho al retorno, al final del día no estás reconociendo la existencia de Israel como un Estado judío.
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¿Y Egipto? ¿Puede ayudar?
Egipto es un jugador muy importante. Pero lo interesante es esto. Viendo la visión de la administración Biden sobre Medio Oriente, básicamente es: tenemos una amenaza muy grande para todo el mundo, que es China. Tenemos que desviar recursos y prioridades hacia Asia... Nos enfocaremos en salir de Afganistán, en el acuerdo nuclear con Irán y básicamente no nos preocuparemos por el resto de Medio Oriente. Junto con eso, no nos agradan estos líderes en Medio Oriente: Abdelfatah al Sisi [presidente de Egipto]; [Benjamin] Netanyahu [primer ministro de Israel]; Salman bin Abdulaziz [rey de Arabia Saudita]; Mohamed bin Rashid [primer ministro de Emiratos Árabes Unidos], porque todos eran amigos de [el expresidente estadounidense Donald] Trump. Y si eres amigo de Trump, eres mi enemigo. Te vamos a poner la relación en pausa, no tendremos relaciones contigo, pero eso no funciona. Necesitamos a Turquía de modo dramático hace un mes por la crisis ucraniana y para el tema de Afganistán. Necesitamos a Egipto para lograr una solución en Gaza, junto con Netanyahu, y a los sauditas, y a los Emiratos. No podemos operar en esta región sin estos países y sin estos líderes, aunque hagan cosas que no nos gusten. Esta crisis ha mejorado la relación entre Biden y ellos, y eso es algo bueno.
Pero estamos viendo en Estados Unidos un movimiento, principalmente entre los demócratas, presionando a Biden a ayudar a los palestinos. ¿Puede eso ayudar o complicar las cosas?
Puede ayudar hasta cierto punto, pero no contaría mucho con eso. Estamos hablando de dos cosas diferentes: una es el giro a la izquierda del Partido Demócrata, particularmente como resultado del movimiento Black Lives Matter. El problema es que en estas últimas semanas hemos estado sumergidos en noticias relacionadas con la violencia armada… la gente está repensando el tema desarmar a la policía porque hay un enorme incremento de la violencia en nuestras ciudades. Y cuando y no estás viendo escenas diarias de la devastación en Gaza, la gente comenzará a tratar de entender mejor las razones más profundas de por qué estos dos grupos no se llevan bien. Y entonces tienes una visión más equilibrada.
En segundo lugar, hay que recordar que, deliberadamente, Netanyahu comenzó en 2015 a acercarse más a los republicanos. Vino a Estados Unidos a dirigirse sólo a los republicanos del Senado. No visitó al presidente [Barack Obama], no vino a hablar con todo el Congreso, y eso continuó en la administración Trump.
Puso el tema de Israel básicamente en el campo republicano. Eso es algo que han resentido todos los demócratas porque ellos han respaldado con fuerza a Israel a través de los años y se encontraron con que Netanyahu estaba echando por la borda la base bipartidista de apoyo a Israel. Eso cambiaría hasta cierto punto si Netanyahu ya no estuviera en el poder o si Netanyahu decide trabajar más de cerca. A Netanyahu le agrada Biden. No le agradaba Obama. Y lo mismo al revés: A Biden le agrada Netanyahu; a Obama no le agradaba.
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¿Qué podemos aprender de esta crisis?
La respuesta ensayada, que sigue siendo cierta, es que hay que resolver la cuestión israelo-palestina. El problema es que es algo que se ha intentado varias veces. La más exitosa de ellas, como dije, en Campo David...
Algunos evaden el tema y dicen: resolvamos lo fácil primero. Y luego forjaremos una sensación de confianza. Y es con eso con lo que podremos superar las cosas difíciles.
Lo siento. Pasé 50 en Oriente Próximo, lidiando con crisis diplomáticas y militares. Forjar confianza funciona con la Unión Europea. Puede funcionar en algunos asuntos en Latinoamérica, con la que hay una cultura común, un lenguaje común, y no hay una gran división ideológica, al menos en estos días. Pero no funciona en Oriente Próximo. La raíz del conflicto no desaparecerá sólo con un diálogo entre las partes…
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No vamos a solucionar las cosas hablando de los asuntos menos significativos y cediendo en los más importantes… A menos que haya una decisión, de parte de los israelíes, de reconocer que la tierra en Cisjordania es un Estado árabe, es un Estado palestino, y que no puede haber asentamientos judíos allí. Y a menos de que los árabes se den cuenta de que el derecho a regresar es algo a lo que tienen que renunciar, nunca se llegará a una solución...
Lo segundo es que se necesitan líderes diferentes. Logramos avances en Medio Oriente, entre árabes y judíos, cuando teníamos líderes fuertes. [El asesinado exprimer ministro egipcio Anwar al] Sadat, [el fallecido premier israelí Menajem] Beguin, [el fallecido rey jordano] Husein I, por un breve tiempo [el fallecido presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser] Arafat y [el asesinado exprimer ministro israelí Isaac] Rabin… desde entonces no hemos visto líderes fuertes entre palestinos e israelíes que quieran asumir riesgos con tal de lograr la paz. Eso sólo agrava el problema.