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Las víctimas de la brutalidad policial en Bielorrusia han estado contando sus experiencias a la BBC.
Desde hace una semana, ha habido en el país protestas masivas debido a la polémica reelección del presidente Alexander Lukashenko, quien lleva 26 años en el poder.
Varios manifestantes han denunciado las golpizas propinadas por la policía y otros abusos que muchos consideran actos de tortura.
La oposición acusa a Lukashenko de amañar las elecciones del pasado 9 de agosto. Se critica la falta de transparencia en los comicios y la censura a los principales oponentes políticos.
Cientos de personas, incluyendo miembros de la policía, han resultado heridos en estas protestas sin precedentes en la historia reciente de Bielorrusia.
La mayoría de víctimas entrevistadas por la BBC rechazaron revelar sus nombres completos, temiendo una posible persecución de las autoridades.
Estos son los testimonios de algunos los testigos de la violencia en las protestas.
Advertencia: Algunas imágenes y testimonios pueden resultar perturbadores.
Alina Beresneva, 20 años: "Les forzaron a ponerse semidesnudos de rodillas"
En la noche del 9 al 10 de agosto, mis amigos y yo regresábamos del centro de Minsk (la capital) cuando nos cruzamos a un grupo de las fuerzas especiales de la policía.
No habíamos estado protestando, pero aún así me tiraron al suelo y nos metieron a un autobús. Aún tengo cicatrices en mis brazos.
Nos llevaron a un centro de detenciones. A la entrada, un hombre nos gritó: "¡Rápido, perras!". Cuando pregunté por qué nos hablaba así, me agarró del cuello y me pateó contra la pared.
Nos pusieron a 13 chicas dentro de una celda diseñada para cuatro. Pasó la noche y al mediodía nos contaron y apuntaron nuestros nombres. No habíamos comido durante 24 horas y teníamos hambre. Cuando pedimos comida, diciendo que pagaríamos por ella, respondieron: "No, perras. Ahora sabrán por quién tienen que votar".
Estábamos conmocionados por este tipo de lenguaje.
Traté de leer la declaración que me obligaban a firmar.
-"Por favor, déjeme entender lo que estoy firmando".
-"Te lo digo una sola vez. Firma o te violaré y apartaré otros 20 días", respondió la policía.
Estaba en shock, llorando. Terminé firmando el documento sin saber lo que contenía.
Las furgonetas de la policía vinieron por nosotros el 11 de agosto.
A través de la ventana vi cómo maltrataban a los chicos. Les forzaron a hincarse estando semidesnudos, con las espaldas al aire y las manos detrás de la cabeza. Cualquiera que se movía le pegaban con una porra.
Antes quería unirme a la policía para proteger a las personas y los derechos humanos. Ahora, tras estar allí, ya no lo quiero. Quiero irme del país junto a mi familia.
Sergei, 25 años: "Me gritaron y obligaron a arrastrarme"
Me llevaron en una furgoneta de policía junto a otros 20. Estábamos uno encima del otro.
Un policía vino hacia nosotros y nos presionó el cuello con las botas. Nos sofocábamos. Las manos se hinchaban por las esposas. Si alguien se quejaba, les golpeaban las manos.
Había un asmático entre nosotros que estaba sin aliento. El policía le presionó el cuello con su bota y le dijo: "no nos importa que jadees".
Un chico se negó a desbloquear su teléfono. Le rasgaron la ropa y amenazaron con violarle con los bastones policiales si no revelaba su contraseña. El chico finalmente aceptó.
Me gritaron y obligaron a arrastrarme. Lo hice despacio, pero no dejaban de golpearme. Así continuó un tiempo hasta que arrojaron a otros sobre mí. Apenas podía respirar.
Cuando me empujaron hacia una pared me di cuenta que sangraba por una herida en la cabeza. Me desmayé varias veces.
Los doctores saben que están torturando a la gente. Me dieron 12 puntos por tres heridas. Me operaron y tomaron una placa.
Después de unas horas en el hospital, mis amigos me recogieron.
Oleg, 24 años: "Solo agua y una rebanada de pan"
Soy camionero y no estoy metido en política. Tampoco soy enemigo del pueblo.
Cuando vi lo que estaba pasando en internet, con niños y abuelas uniéndose, pensé en qué hacía yo sentado en casa. Soy un hombre joven, pensé, y me uní.
Me arrestaron cerca de la medianoche del 10 al 11 de agosto. La policía saltó detrás nuestro, nos pateó, torció nuestros brazos por detrás de la cabeza y continuaron golpeándonos.
Durante hora y media estuvimos arrodillados con la cabeza hacia abajo. El suelo estaba pedregoso y todavía tengo mis rodillas negras por ello.
A cualquiera que protestaba, le pegaban. Un tipo gritó diciendo que era funcionario del Servicio Federal de Seguridad. Le rodearon entre cinco y le pegaron en la boca del estómago.
Un reportero de Rusia también fue golpeado y estaba gritando.
Más tarde nos metieron a 120 dentro de una celda y solo nos dieron agua y una rebanada de pan en 24 horas.
Marylya, 31 años: "Porrazos descomunales y rítmicos"
El 12 de agosto estaba regresando en carro con unos amigos después de las 11 de la noche.
Un agente de tráfico nos detuvo y luego aparecieron varios tipos con uniforme negro. Nos pidieron que saliéramos del carro.
Nos forzaron a enseñarles lo que había en nuestros teléfonos. Luego discutieron lo que harían con nosotros y nos llevaron a la estación de policía.
Se pararon detrás de nosotros y se burlaban.
Al chico detrás de nosotros se le durmió la mano y le ordenaron no moverse. Le preguntaron si estaba loco por andar con manifestantes.
Decían cosas como: "nos tiraron cócteles molotov" o que "Occidente estaba detrás de todo esto".
Entonces escuchamos cómo traían a un tipo bajo el sonido rítmico y descomunal de los porrazos policiales. Le golpeaban entre varios. Suplicó que pararan, pero continuaron pegándole.
Fue horripilante.
Nikita Telizhenko, 29 años, periodista rusa: "No podía hablar, solo chillar"
Agarraron mi teléfono. Asumieron que como estaba escribiendo y tenía internet, debía ser una coordinadora.
La crueldad comenzó cuando llegamos a la estación donde nos llevaron.
Nos torcieron los brazos. Si alguien levantaba la cabeza, le golpeaban con un bastón o un escudo.
Había sangre y excrementos sobre el suelo. Nos tiraron sobre el suelo y no podíamos voltear la cabeza. Por suerte llevaba una mascarilla.
El peor momento ocurrió cuando empezaron a golpear a las personas tan violentamente que no podían hablar, solo chillar del dolor.
Pusieron a 20 o 30 de nosotros en una ceda. No había ventilación y tras una hora estábamos empapados en sudor.
Cuando nos llevaron a la prisión de Zhodino, nos dijeron: "Despídanse de la vida, allí les van a matar".
Para nuestra sorpresa, allí nos trataron bien. Estuve como cuatro horas hasta que vino un coronel. Me liberaron y recogí mis pertenencias.
Un funcionario del consulado ruso me esperaba a la salida. Me han expulsado de Bielorrusia y no puedo entrar en los próximos 5 años.
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