Madrid.— La soledad no deseada, que está relacionada sobre todo con el empobrecimiento y la ética social, supone un grave riesgo para la salud y amenaza con convertirse en la pandemia del siglo XXI, según advierten expertos.

“La soledad impuesta acaba provocando sedentarismo, el cual provoca a su vez problemas físicos como alteraciones de peso y articulares, además de que la inmovilidad puede complicar ciertas enfermedades crónicas. También produce alteraciones anímicas que pueden ser tan graves como para llegar al intento de suicidio o al mismo suicidio, que está aumentando en personas mayores”, señala a EL UNIVERSAL Nieves Turienzo, presidenta de Médicos del Mundo España.

“La soledad que uno busca no provoca ningún conflicto interno, pero cuando alguien quiere tener relaciones sociales y no puede porque carece de capacidad para ello, esa situación provoca disconfort y enfermedad.

“Es esa soledad, que afecta sobre todo a las personas mayores con pensiones bajas o exclusión social, la que hay que tratar de evitar”, agrega la médica experta en gerontología.

“Ahora mismo se ve a las personas mayores como inútiles, porque las observamos desde el punto de vista productivo. La sociedad actual no aprecia su conocimiento humanístico, vivencial. La sociedad ha cambiado tanto hacia el individualismo que se ha olvidado de la vida comunitaria, que incluye escuchar la sabiduría de vida de esas personas mayores, que puede ser muy enriquecedora”, relata la experta.

El confinamiento provocado por la llegada de la pandemia del Covid-19 ha empeorado la situación de las personas que padecen una soledad impuesta que ya estaba presente en muchas sociedades, sobre todo por el empobrecimiento de la calidad de las relaciones sociales, señalaron especialistas que participaron en las Jornadas sobre aislamiento social y salud organizadas en España por Médicos del Mundo y fundación La Caixa.

“Son varios los factores que explican la pérdida de relaciones sociales, entre ellos que la persona deje de tener capacidad para salir de casa, por su nivel de dependencia o pérdida de movilidad. Estas personas, si viven solas, es fácil que acaben aisladas si no tienen un círculo de apoyo consistente y amplio”, indica la responsable de Médicos del Mundo.

“La propia enfermedad también te aísla, ya que si no te encuentras bien no sales. Y desde luego, las dificultades económicas que muchas veces impiden que alguien salga porque no puede relacionarse con otras personas como le gustaría hacerlo. También los niveles de delincuencia elevados en ciertos barrios pueden hacer que las personas no se sientan seguras al salir del domicilio y prefieran hacerlo cada vez menos, con el riesgo de acabar aislados”, puntualiza la experta en gerontología.

La falta de conexión por medios virtuales de muchas personas mayores que tienen dificultades para desenvolverse en el mundo digital también contribuye a la soledad no deseada, algo que se hizo más evidente durante la pandemia.

“Países como Reino Unido están haciendo estudios y tomando medidas, como la creación de ministerios de la soledad. Europa está envejeciendo y va a ser un problema creciente en todos los países. Pero en última instancia es la persona la que tiene que decidir dónde quiere estar.

“Muchas personas mayores desean seguir en su casa, por lo que hay que proporcionarles las medidas de apoyo necesarias”, concluye la especialista.

En Reino Unido, la soledad acabó volviéndose un asunto de Estado, por lo que en 2018 este país decidió crear un Ministerio de la Soledad para atender los problemas de aislamiento no deseado que afectan a 14% de su población. Evidentemente, la hiperconexión que proporcionan las redes sociales resulta inaccesible para un sector importante de la población de edad avanzada que desconoce las nuevas tecnologías y que, por tanto, no puede acceder a ellas.

Recientemente, Japón creó también un ministerio para combatir la soledad ante el aumento de los suicidios, que en 2020 supusieron en el país asiático el doble de las muertes por Covid-19 desde el inicio de la pandemia.

“Hay que trabajar para fortalecer el compromiso con los demás, con el bien común, porque la soledad tiene que ver también con la ética de las sociedades”, subrayó en el encuentro de especialistas sobre aislamiento social y salud el director científico del programa de mayores de La Caixa, Javier Yanguas, luego de comentar que casi 50% de los adultos mayores en riesgo de soledad lo está por la quiebra de su red de amistades.

En España, unos 5 millones de personas (más de 10% de la población), viven solas. Según información del Centro de Investigaciones Sociológicas, casi la mitad de ellas son mayores de 65 años. En una década, esta cifra aumentará en un millón.

“Esto no es un reto de futuro, sino una realidad que la agenda política tiene que contemplar. Por eso hemos puesto en marcha un plan de choque de la dependencia dotado con 600 millones de euros”, concluyó por su parte Ignacio Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales.

El problema de fondo es la ancianidad, que muchos consideran un estadio de edad prescindible, en estos tiempos tecnológicos tan malamente competitivos.

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