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Madrid.- Como en el resto del mundo, la pandemia también llevó al límite el sistema educativo de los países de la Unión Europea (UE), al agudizar sobre todo las desigualdades y poner contra las cuerdas la salud mental de los menores. Los alumnos afectados por el cierre de las escuelas podrían ver menoscabado su bienestar psicosocial, así como su desempeño académico e incluso su futuro nivel económico.
Las consecuencias derivadas de la interrupción de las clases tienen carácter general, pero marcarán sobre todo a los alumnos de origen migrante o de entornos más desfavorecidos, según destacan los expertos.
Aunque no hay reportes oficiales sobre el número de menores que se vieron particularmente afectados por la caída de la enseñanza presencial, los informes son concluyentes, ya que el impacto del colapso escolar implicó pérdidas educativas muy importantes y el aumento de las brechas de aprendizaje por origen socioeconómico.
El primer estudio disponible con datos de 2020 de la universidad KU Leuven de Bélgica, estima pérdidas de aprendizaje por las primeras oleadas de la pandemia de entre un 20% y un 30%. Este retroceso puede suponer una caída del 1% en los futuros salarios de los actuales estudiantes europeos, según recalcan los expertos.
Es el caso de Gran Bretaña, donde los menores afectados podrían enfrentarse a pérdidas económicas de por vida, según un informe del Instituto de Estudios Fiscales de ese país.
El organismo estima que la merma de aprendizaje durante la pandemia implicará menos habilidades y calificaciones para los escolares, lo que podría suponer para muchos de estos alumnos ingresos permanentemente más bajos durante su desarrollo profesional, algo que se hace extensivo a otros países europeos.
Además, según un informe de la Comisión Europea, jóvenes estudiantes tienden a creer que son menos resilientes, se sienten más solos y con más depresión que muchas personas mayores.
Ante este preocupante panorama, la UE puso en marcha un Programa de orientación y refuerzo para el avance y apoyo en la educación que, a raíz de la crisis originada por el Covid-19, está dirigido al alumnado de primaria, secundaria y preparatorias y a sus profesores y orientadores.
Entre otras medidas, el proyecto que deberá ser implementado por los socios europeos, incluye programas individualizados de atención, orientación y apoyo educativo dirigidos expresamente a lograr el éxito escolar.
A mediados de 2020 y con el objetivo de aliviar el impacto económico, social y sanitario del Covid-19, el Consejo Europeo alcanzó un acuerdo para lanzar un programa extraordinario de ayudas, inversiones y préstamos para sus Estados miembros por un monto de 750 mil millones de euros, que incluye partidas destinadas al rescate educativo en los países más rezagados, con especial énfasis en conseguir una enseñanza digital de alta calidad, inclusiva y accesible, algo que no se logró durante el cierre de los colegios.
Sin embargo, la pandemia también ha traído datos positivos, como la reducción sustancial en 2021 en la mayoría de los países europeos de la deserción escolar, que se ubica ahora en el 10% de media. La flexibilización educativa, la ampliación y mejora de los programas de formación profesional, el aumento de las becas y las secuelas de la crisis económica que desincentivan la huida a un mercado laboral que cuenta con menos trabajos poco calificados, son algunos de los factores que contribuyen a la merma de las deserciones estudiantiles.
En el caso de los más pequeños y a pesar de los riesgos sanitarios, fueron excepcionales los padres que dejaron de llevar a la escuela a sus hijos por el temor al contagio. En la mayoría de los países europeos se vigila muy de cerca el ausentismo escolar, ya que puede acarrear sanciones importantes para los progenitores si el niño deja de acudir al centro sin motivo justificado, lo que inhibió a los padres más temerosos.