Redefinición del papel de Estados Unidos
Luis Herrera Lasso M. Director del Grupo Coppan
Durante al menos cinco décadas la presencia de Estados Unidos como primera potencia mundial sirvió para contribuir a la estabilidad y la paz mundiales. Fue promotor de instituciones internacionales para la cooperación y el desarrollo. Promovía sus intereses, pero lo hacía en el marco de una comunidad de naciones.
El nacionalismo a ultranza es la antítesis de la cooperación internacional. Todo indica que a partir de enero EU habrá de transitar por esa vereda. Mayores restricciones para ingresar y trabajar en su territorio y barreras comerciales a ultranza para favorecer a los productores estadounidenses y como medida de presión en sus negociaciones bilaterales para otros temas.
El otrora multilateralismo de EU que sirvió a la solución de conflictos y al avance de la cooperación en distintos temas económicos y sociales, será historia pasada. Ahora la mayor parte de las políticas serán unilaterales y las negociaciones bilaterales. En el ámbito regional las principales amenazas que percibe el nuevo gobierno provienen de México: drogas, principalmente el fentanilo; inmigrantes indocumentados, en particular los que llegan desde México y la seguridad de sus fronteras para evitar posibles infiltraciones de terroristas internacionales.
La principal amenaza global es China, superpotencia económica que ha logrado infiltrar sus inversiones, tecnología y líneas comerciales por todo el planeta convirtiéndose en el principal competidor de EU. No es un conflicto ideológico y hasta ahora no se plantea en el plano militar, es una guerra económica frente a la que EUA tiene serios problemas.
Frente a los principales conflictos en boga, en Ucrania y en Israel, no se espera que las políticas de EU contribuyan a su pronta solución. La relación con Rusia es ambigua y no se espera que la relación con los europeos en el marco de la OTAN mejore. En Israel, EU está claramente comprometido con una de las partes lo que hace prácticamente imposible su participación como mediador. Los beneficios de estas políticas para EU son, en el mejor de los casos, inciertos. No se avizoran buenos tiempos para el orden mundial.
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Democracia y populismo
Ricardo Smith, analista internacional y maestrante en la Universidad de Georgetown
Nuevamente, el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos marcará un hito en su historia política. Como en 2016, su campaña partió de un diagnóstico pesimista sobre el estado social y económico del país y sus mensajes promovieron un rechazo constante a las élites políticas establecidas. Trump triunfó porque reconoció públicamente el malestar económico de los ciudadanos (estrechamente relacionado con la incesante inflación). Ofreció una salida clara en la forma de aranceles, menores impuestos a la actividad empresarial y la desregulación de sectores económicos clave como la energía y la tecnología.
En Europa, las instituciones y reglas democráticas han amortiguado el avance de las fuerzas populistas. En Francia, Emmanuel Macron ha sido capaz de tejer alianzas y frenar en dos ocasiones a Marine Le Pen durante la segunda vuelta de elecciones presidenciales. En Italia y Países Bajos, los Hermanos de Italia de Georgia Meloni y el Partido de la Libertad de Geert Wilders se han visto obligados a crear coaliciones y ceder matizar sus propuestas políticas.
Los siguientes cuatro años pondrán a prueba los diques de contención con los que cuenta la democracia en EU: el Poder Judicial, el Senado —con una fuerte presencia de republicanos moderados—, los gobiernos estatales y la prensa independiente. En el plano político, Partido Demócrata debe encontrar un nuevo mensaje que apele a una amplia coalición de personas más allá de una minoría de votantes educados y acomodados.
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El triunfo de Trump como síntoma global
Scarlett Limón Crump - Internacionalista
El regreso de Donald Trump al poder en 2024 es un reflejo de una tendencia global: el auge de los populismos como respuesta a las fallas de las democracias tradicionales. Este fenómeno, presente en países de distintas regiones e ideologías, evidencia una desconexión entre las élites y la ciudadanía, alimentando un malestar que los populistas han sabido capitalizar.
Las democracias contemporáneas enfrentan una crisis de representación. La incapacidad de abordar desigualdades, combatir la corrupción y responder a las demandas sociales ha generado una pérdida de confianza en las instituciones. En este vacío, líderes como Trump, Jair Bolsonaro en Brasil y Narendra Modi en India han encontrado terreno fértil para consolidar su discurso "antiestablishment", apelando a la frustración de amplios sectores de la población.
El éxito de estos liderazgos se sustenta en un contexto de descontento económico, tensiones identitarias y creciente polarización social. Las redes sociales, lejos de ser un espacio de diálogo, han amplificado divisiones y diseminado desinformación, fortaleciendo narrativas simplistas y extremas. Trump, con su retórica nacionalista y proteccionista, ha logrado posicionarse como un defensor de quienes se sienten abandonados por la globalización y las élites.
El avance del populismo es un síntoma claro de democracias que han fallado en conectar con las necesidades de sus ciudadanos. El triunfo de Trump amplifica riesgos globales, como el debilitamiento del multilateralismo y retrocesos en derechos humanos y acción climática. Sin embargo, también deja una lección clara: es urgente renovar las democracias para hacerlas más inclusivas, representativas y eficaces.