Washington
A finales de abril, autoridades del Reino Unido lanzaban un mensaje de alerta tras la muerte de varios niños con un síndrome desconocido. Éste tenía semejanzas con la enfermedad Kawasaki, una patología rara de la que se desconoce el origen.
Este padecimiento se asocia con altas fiebres, sarpullidos cutáneos y, en los casos más graves, provoca la inflamación de las arterias, lo que limita el flujo de sangre que circula por ellas, afectando finalmente las funciones del corazón.
Pero no era eso. “Es una nueva enfermedad que pensamos estaría causada por el el virus del Covid-19; no estamos 100% seguros, [por lo que] estamos investigando, pero es lo que tememos”, decía en su momento Matt Hancock, el ministro de Salud británico.
No era específico de ese país: también había casos parecidos en España e Italia, por entonces epicentro mundial de los casos del virus que domina la pandemia global: en el norte de esa nación también habían detectado “datos extraordinarios” de niños menores de nueve años con síntomas de la enfermedad de Kawasaki.
Si bien es cierto que los casos de esta nueva patología eran mínimos, rápidamente llegó la confirmación de síntomas parecidos en pacientes en la Costa Este de Estados Unidos.
Es una enfermedad tan nueva y de la que se sabe tan poco que, hasta hace unos días, no había consenso en el nombre que había que darle. Finalmente la Organización Mundial de la Salud (OMS), y tras ella la gran mayoría de instituciones globales, la bautizaron como síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C, por sus siglas en inglés).
Antes, algunos expertos hacían referencia a esta enfermedad como PIMS (las siglas en inglés de síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico); el doctor Kevin Friedman, cardiólogo pedriático del Boston Children’s Hospital, comentó al podcast Today, Explained de Vox que, de forma puntual y coloquialmente, la denominaban Covasaki: una mezcla entre Covid y Kawasaki.
La definición preliminar que ha dado la OMS es la siguiente: afecta a niños y adolescentes entre cero y 19 años que presenten fiebre durante más de tres días y tengan dos de los siguientes síntomas: sarpullidos o conjuntivitis o inflamación subcutánea (oral, en manos o pies); hipotensión; síntomas de anormalidades coronarias o cardiopatías; evidencias de coágulos; problemas gastrointestinales agudos.
Además, la posible inflamación tiene que haberse descartado que sea por razón bacteriana, y evidencia de haber estado en contacto o haber sido contagiado por Covid.
La velocidad a la que evoluciona todo lo referente a la pandemia es tal que no da tiempo, todavía, de tener a ciencia cierta a qué se están enfrentando en este caso. “La verdad es que no tenemos idea qué tipo de enfermedad es”, confesaba la doctora Rebecca Pellet Madau, profesora de enfermedades contagiosas pediátricas del Colegio de Medicina de NYU.
El único consenso al que parece haberse llegado es que, efectivamente, los enfermos han estado en contacto con el coronavirus. “[El MIS-C] afecta a menores de 21 años y se manifiesta como una respuesta inflamatoria extrema de al menos un órgano, normalmente dos o más, que no funcionan correctamente por la inflamación.
“Para tenerlo, no hay otra explicación que una reciente exposición al Covid-19”, resumía a la PBS la doctora Jane Newburger, directora del programa Kawasaki del Boston Children’s Hospital.
George Ofori-Amanfo, jefe de cuidados intensivos pediátricos del Mount Sinaí Children’s Hospital, señalaba: lo más probable es que se trate de una “respuesta anormal y agresiva al Covid”, tan fuerte que afecta la función de otros órganos y su habilidad de mantener la presión sanguínea.
Hasta ahora se creía que los niños y adolescentes eran poco propensos al desarrollo de Covid-19, y parece que la comunidad médica sigue pensando eso, pero la aparición de más casos de MIS-C hacen que surja la necesidad de recopilar datos al respecto.
Maria Van Kerkhone, experta en coronavirus de la OMS, pidió a toda la comunidad médica que estén “alerta” para capturar la información y de esta forma “entender mejor qué está pasando con estos niños y así mejorar nuestro conocimiento y el tratamiento”.
Las primeras teorías apuntan a que se desarrolla como reacción inmunológica al coronavirus. No es que el SARS-CoV-2 sea entonces el causante de estas inflamaciones en niños y adolescentes, sino que sería como el detonante de una respuesta del cuerpo al contacto con el virus.
Hay análisis que apuntan que los síntomas aparecen en menores de 21 años totalmente sanos entre dos y seis semanas de haber estado en contacto con el virus, lo que refuerza la idea de la respuesta inmunológica retardada al contagio.
Nadie sabe cómo ha llegado a esta situación. Algunos apuntan que, el hecho de que hasta ahora no se detectara, y que los primeros casos fueran en Europa y la Costa Este de Estados Unidos, hacen pensar que pueda tratarse, quizá, de una pequeña mutación del virus, diferente a la que apareció en Asia al principio de la pandemia.
“No está claro el espectro completo de la enfermedad, ni si la distribución geográfica en Europa y Norteamérica refleja un patrón firme o simplemente es que esta condición no se ha reconocido en otras partes”, aclara la OMS.
Actualmente, se calcula que al menos una docena de países han tenido casos; muchos están revisando enfermos ya curados con síntomas parecidos a Kawasaki para determinar si tienen anticuerpos de Covid-19 o puede haber la certeza que estuvieron en contacto con el virus, para estudiar su relación y determinar si realmente tuvieron MIS-C.
En el estado de Nueva York, por ahora, de casi 160 casos que se ha determinado que tuvieron MIS-C, solamente hubo tres muertes.
“Los padres pueden estar muy optimistas que si un niño desarrolla este síndrome y reciben el apoyo y la medicación adecuada, la mayoría se va a recuperar muy bien”, dijo la doctora Newburger. Todos los pediatras aconsejan que, al mínimo síntoma —sobre todo cuando pudo haber estado en contacto con el coronavirus—, se acuda a los centros sanitarios.
Las cifras de menores de edad reaccionando con estos síntomas es ínfima comparado con la exposición que han tenido al virus. Los médicos no cesan en su repetición de que los casos de MIS-C son “muy raros”, “extremadamente poco comunes”, y que no todas las inflamaciones en niños corresponden a este nuevo síndrome.
Como todo en esta pandemia, la realidad es que falta mucha información para un diagnóstico seguro y completo, o simplemente la certeza de qué se enfrenta.
“Estamos tratando de encajar todas las piezas de este rompecabezas, pero parece que la exposición al virus y la respuesta inmunológica (…) podría ser, quizá, un detonador de Kawasaki”, resolvió Jane Burns, directora del centro de investigación de la enfermedad Kawasaki de la Universidad de California, en San Diego.