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El hecho de que el candidato oficialista Sergio Massa haya salido primero en los comicios presidenciales del domingo, por delante del economista libertario Javier Milei -con quien disputará una segunda vuelta electoral el próximo 19 de noviembre- ha causado enorme sorpresa.
Después de todo, Massa es el ministro de Economía de un país que tiene el 138% de inflación interanual, uno de los peores índices del mundo.
Pero además, este abogado de 51 años entró como el más votado al balotaje -sacó más del 36% contra los 30% de Milei- gracias al respaldo del kirchnerismo, la fuerza con la que confrontó en el pasado y a la que ayudó a sacar del poder en 2015.
Justamente, la clave del éxito de Massa -dicen los analistas- es que logró unificar el voto del peronismo, la fuerza creada hace casi ocho décadas por Juan Domingo Perón, que ha dominado la vida política argentina en las últimas décadas.
“El voto peronista es un voto sólido. Aunque está debajo de su piso histórico -nunca le fue tan mal como en estas elecciones-, de todos modos es un piso que resiste”, explica a BBC Mundo el sociólogo y politólogo Marcos Novaro, director el Centro de Investigaciones Políticas (Cipol).
Por otra parte, la aparición de Milei -quien había dado la sorpresa al salir primero en las primarias- “dividió el voto opositor”, dice Novaro, lo que perjudicó a Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, quien quedó fuera del balotaje al salir tercera, con menos del 24% de los votos.
La estrategia electoral de Massa apuntó a resaltar el impacto que tendría para muchos argentinos la propuesta del economista anarco-capitalista de reducir el Estado a un mínimo, y parece haber calado hondo entre una población que hoy depende fuertemente de la presencia estatal (desde la salud, la educación y el empleo público, hasta los subsidios al transporte y la energía).
No obstante, su gran desafío de cara a una segunda vuelta será lograr atraer a los votantes de Bullrich, más cercanos ideológicamente a Milei.
“Panqueque”
Massa no es un peronista tradicional: su origen político es conservador liberal y propone recetas promercado.
Pero su principal característica ha sido el pragmatismo, que lo llevó a tejer alianzas con antiguos rivales, como Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y el actual presidente, Alberto Fernández, con quienes llegó al poder en 2019 con la coalición Frente de Todos.
Aunque sus detractores cuestionan su credibilidad -lo apodan “panqueque”, por las veces que se ha dado vuelta políticamente (una referencia a la masa de un panqueque, que debe ser girado durante su cocción)-, lo cierto es que esas alianzas lo llevaron al lugar donde está hoy.
“Fue una apuesta que le salió bien”, dice Facundo Nejamkis, director de la consultora Opina Argentina.
“Massa es el único (peronista) que tiene una vocación de liderazgo suficiente como para desafiar a Cristina Kirchner y el peronismo necesita un nuevo liderazgo, alguien que le muestra un norte, por ahí pasa su virtud”.
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Una vida dedicada a la política
El candidato de Unión por la Patria empezó su carrera política siendo apenas adolescente, en la década de 1990, cuando gobernaba Carlos Menem, otro peronista no tradicional, que aplicó políticas neoliberales.
Su partido conservador liberal, la Unión de Centro Democrático (Ucedé), se fusionó con el menemismo y Massa se pasó oficialmente al Partido Justicialista (nombre oficial del peronismo).
A pesar de su juventud, empezó a ganar poder político. A los 27, en 1999, obtuvo su primer cargo electivo como diputado provincial de Buenos Aires.
Y con solo 30 años fue nombrado, tras la crisis económica de 2001, director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), que maneja el principal gasto público del Estado.
Fue su trampolín político, el cargo que le permitió hacerse un nombre tanto entre el público general como en las altas esferas del poder.
Ocupó ese puesto por cinco años, durante toda la presidencia de Néstor Kirchner. A pesar de que en el medio -en 2005- se postuló y ganó un lugar como diputado nacional en las listas del kirchnerismo, su candidatura terminó siendo "testimonial": nunca asumió y su banca fue para otro de ese espacio.
Recién dejó la Anses en 2007 para asumir como alcalde del municipio de Tigre, donde vive, en la próspera zona norte del Gran Buenos Aires.
Sin embargo, llevaba apenas ocho meses en esa función cuando fue llamado para asumir su papel político más relevante hasta ese momento, cuando Cristina Kirchner -quien en 2007 había sucedido a su marido- lo nombró su jefe de Gabinete, tras la renuncia de Alberto Fernández (quien dejó el cargo que había ocupado durante el gobierno de Néstor Kirchner con fuertes críticas a su nueva jefa).
"Es para mí un orgullo y una satisfacción y aumenta mi responsabilidad", aseguró emocionado Massa al jurar en el cargo.
El flamante funcionario dijo que trabajaría duro para "devolverle a la presidenta la confianza" que había depositado en él, y en sus primeras declaraciones como jefe de Gabinete reveló una intimidad: que antes de tomarle juramento la mandataria le había dicho al oído, a modo de broma: "Tenés 30 segundos para arrepentirte".
Sería el comienzo de una relación plagada de idas y venidas.
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Anti-K
Massa estuvo un solo año en el cargo. Desencantado con la nueva dirección que había tomado el gobierno volvió a asumir la alcaldía de Tigre en 2009, desde donde empezó a armar su propio espacio político de la mano de su esposa, Malena Galmarini, una política proveniente de una familia con larga trayectoria en el peronismo.
Antes de irse volvió a postularse como candidato "testimonial" en las elecciones legislativas de ese año, obteniendo otra vez un escaño en la Cámara de Diputados que no ocupó.
Tras dos años afianzando su poder en su bastión, Tigre, logró una contundente reelección como alcalde, con más del 70% de los votos.
Parte de su éxito se debió a las políticas de seguridad que lograron bajar las tasas de robos -como la implementación de cámaras en la vía pública- propuestas que hoy presenta a nivel nacional como candidato presidencial.
Pero esta no es la primera vez que Massa se postula a la presidencia de Argentina.
Tras abandonar el kirchnerismo formó su partido propio -el Frente Renovador- y se alzó como el principal rival interno, dentro del peronismo, de la fuerza liderada por Cristina Kirchner.
Primero, en 2013, obtuvo -y finalmente ocupó- un curul como diputado nacional, una victoria que supuso un duro golpe para CFK, ya que Massa venció al candidato de la presidenta.
Pero la rivalidad alcanzó su punto culminante en las elecciones presidenciales de 2015, en las que Massa se presentó como candidato contra Daniel Scioli -elegido como sucesor de Kirchner-, y Mauricio Macri, de la coalición de centro derecha Cambiemos.
Los más de 21% de los votos que obtuvo Massa -quien salió tercero detrás de Macri y Scioli- solidificaron su posición como un actor relevante en la escena política nacional.
Y el apoyo de Massa a Macri en la segunda vuelta, que contribuyó a la victoria del opositor, también ahondó las diferencias con su exjefa política.
En la antesala de los comicios legislativos de medio término, en 2017, Massa criticó en duros términos la postulación de CFK como senadora.
“Yo con el kirchnerismo no voy ni a la esquina porque van a las elecciones en busca de fueros”, dijo, acusando a Cristina Kirchner de presentarse como candidata para buscar inmunidad parlamentaria ante una eventual condena de la justicia por corrupción.
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Nuevo giro
Dada la explícita rivalidad entre ellos, Massa y Kirchner sorprendieron en 2019 cuando anunciaron que se aliarían junto con Alberto Fernández -crítico de ambos-, para formar una coalición electoral panperonista -el Frente de Todos (FdT)- con la intención de obturar un segundo mandato de Macri.
La estrategia funcionó y la tríada asumió el gobierno: Fernández como presidente, Kirchner como vicepresidenta y Massa como presidente de la Cámara de Diputados.
“La ventana estaba abierta para reunificar el peronismo. Massa vio la oportunidad y la aprovechó”, dice Novaro.
“También percibió, con astucia, que le convenía no estar en el Ejecutivo y sí en la Cámara de Diputados. Eso lo puso en una posición de poder propio, autónomo de Fernández y Kirchner”.
Pero el éxito electoral de la coalición no se tradujo en éxito de gestión. Las diferencias en el seno del FdT agravaron un panorama ya de por sí dificultado por la pandemia y una histórica sequía que redujo fuertemente el ingreso de los dólares del campo, la principal fuente de divisas del país.
En las elecciones de medio término de 2021 el oficialismo sacó 13 puntos menos que en los comicios presidenciales, quedando ocho puntos por detrás de Juntos por el Cambio, la fuerza de Patricia Bullrich (La Libertad Avanza de Javier Milei solo participó en la ciudad de Buenos Aires, obteniendo dos bancas en la Cámara de Diputados).
Tras la catástrofe política, vino la debacle económica.
En medio de una aceleración inflacionaria generada por la emisión récord de dinero, que llevó a que el alza de precios alcanzara casi un 100% en 2022, el ministro de Economía, Martín Guzmán -abiertamente enfrentado con Cristina Kirchner- renunció en julio de ese año.
Lo que parecía un colapso inevitable logró ser contenido cuando Massa, con el respaldo de sus dos socios políticos, tomó el control de esa y otras dos carteras económicas en agosto, convirtiéndose en un "superministro", como lo apodaron los medios.
"Massa no es un economista sino un político. Pero el punto es que la crisis argentina es política. Hace falta una persona con espalda y habilidad política", comentó en ese momento el analista Carlos Fara a la agencia AFP.
De superministro a candidato
En los 14 meses que Massa lideró el ministerio de Economía la crisis inflacionaria se agudizó, alcanzando dos dígitos por mes a partir de agosto. Y el Banco Central se quedó sin reservas.
No obstante, cuando llegó la hora de elegir a un candidato del oficialismo para las elecciones de este año, tanto Cristina Kirchner como el presidente Fernández -sus dos antiguos rivales- lo postularon a la presidencia.
“Massa demostró que es un político que hace apuestas fuertes en momentos donde otros dirigentes no se animan”, señala Nejamkis, quien destaca que “agarró el ministerio de Economía no siendo economista y en esa situación”.
(“Agarró una papa caliente”, reconoció en su momento Cristina Kirchner, en uno de los pocos elogios que le dirigió a su candidato).
El analista dijo a BBC Mundo que “animarse a ser candidato” en el contexto económico actual fue “otra apuesta muy osada y arriesgada”.
La apuesta dio sus frutos: en las primarias de agosto pasado Massa fue el segundo candidato más votado, después de Milei. Y ahora acaba de dar un batacazo que nadie había anticipado, siendo el más votado en esta elección.
Para Novaro, Massa logró llegar a la segunda vuelta “atrayendo a un sector importante de la población que tiene miedo al cambio, porque sabe que -aún cuando está mal ahora- con los cambios que se vienen (si gana Milei) va a estar peor”.
Su foco principal fue destacar la fuerte presencia del Estado en la vida diaria de los argentinos -desde la educación y la salud pública hasta los subsidios al transporte-, advirtiendo que estarían en riesgo con un gobierno no peronista y ultraliberal como el de Milei, que defiende un Estado mínimo.
“Te pido que el domingo vayas a votar en defensa propia y en defensa de la patria”, dijo antes de las primarias.
Tras esa elección también lanzó una serie de ayudas fiscales e impulsó una ley que eliminó el impuesto a las ganancias, un tributo sobre el salario que era una de sus promesas electorales desde hace años, pero que sus adversarios criticaron como un “plan platita”.
“Mi gobierno va a ser distinto a este”, prometió en los días previos a estos comicios.
El 19 de noviembre
De cara a la segunda vuelta “su principal estrategia va a ser cuestionar a Milei en dos frentes”, dice Nejamkis.
“Por un lado, los riesgos que tiene Milei para el sistema democrático, para tratar de atraer a otros votantes opositores que quizás no gustan del peronismo, pero son sensibles a la discusión de la democracia y de las instituciones, que un liderazgo como Milei pone en tensión”.
“Y luego poner en discusión la idea de la justicia social, que está muy arraigada en el inconsciente colectivo argentino y que Milei cuestiona”.
Su éxito, entonces, dependerá no tanto de su gestión actual, afirma, como de su capacidad para convencer a una mayoría de argentinos -en especial a los votantes moderados de Patricia Bullrich- del riesgo que puede suponer un gobierno de Milei.
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