San José.— Por escasez, racionamiento, contaminación, sequía, robo, deterioro o muerte de mantos acuíferos y desacertada labor administrativa, el problema del acceso al agua se insertó progresivamente con fuerza en el siglo XXI en el menú del profundo descontento popular en América Latina y el Caribe, en paralelo a otros severos conflictos como inseguridad, costo de la vida y deficiencia de servicios públicos esenciales en salud, educación o vivienda.

Una radiografía del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, que operó de 1968 hasta la década de 1990 como Corporación Andina de Fomento (CAF), exhibió los detalles con datos actualizados a marzo de 2024 sobre las dificultades hídricas que, con altibajos y siempre latente, azotaron a la zona con fuerza en la actual centuria.

Con unos 661 millones de habitantes, el área registró unos 17 millones con acceso limitado básico al agua o que sólo disponen de líquido de fuentes “no aptas” y alcanzó unos 300 millones en sectores urbanos sin alcantarillados.

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Molestos por la eterna escasez de agua, vecinos de Hatillo, barrio del sur de la capital costarricense, bloquearon este mes una vía de circunvalación en ese sector. Foto: Especial
Molestos por la eterna escasez de agua, vecinos de Hatillo, barrio del sur de la capital costarricense, bloquearon este mes una vía de circunvalación en ese sector. Foto: Especial

Los reportes evidenciaron que unos 10 millones defecan a la intemperie y generan impactos negativos, como daños a la salud humana, mala calidad del aire y contaminación, unos 160 millones viven sin agua segura y unos 430 millones subsisten sin mecanismos de saneamiento.

Los testimonios de un hondureño, un costarricense y una cubana desnudaron el agudo desasosiego hemisférico por las realidades que, según la temporada del año, aparecieron o desaparecieron por falta de agua y otros fenómenos y dejaron una creciente incomodidad social, con graves deudas y secuelas sanitarias.

Los intentos de EL UNIVERSAL por obtener al menos un testimonio de Bolivia, donde la situación con el agua se complicó aceleradamente en 2024 y con siete de sus nueve departamentos (estados) azotados por la sequía, fueron infructuosos, porque privó el silencio por temor a venganzas de parte de fuerzas oficialistas.

Una fuente boliviana comentó en anonimato con este periódico que “aquí en Bolivia hay temor por la represalia y el seguimiento político que algunos hacen a la oposición. Por el agua, hay mucha gente en contra del gobierno”.

“Hay gente [mujeres] de la sociedad civil que creen que dar un testimonio sobre los problemas del agua, les traerá problemas de acoso político. Nadie quiere hablar”, alertó.

Desde Venezuela, una tierra con abundantes recursos energéticos que también se hundió en el siglo XXI en problemas crecientes con el agua, el politólogo venezolano Fidel Canelón, profesor de Teoría Política de la (estatal) Universidad Central de Venezuela, se limitó a compartir el siguiente mensaje por vía WhatsApp con este medio: “El único testimonio que puedo dar es que sólo tengo agua tres o tres días y medio a la semana”.

Una multiplicidad de elementos agudizó el conflicto, como el cambio climático, provocado por la intensificación del efecto invernadero ante las emisiones industriales por la quema de combustibles fósiles.

También atacaron El Niño-Oscilación del Sur (ENOS), el calentamiento anómalo del mar, humedad, fuertes aguaceros e inundaciones y debilidad de vientos alisios con arrastre de lodo, piedras, grava, sedimento, arena y arcilla en el hemisferio sur del océano Pacífico, y La Niña, la etapa fría o contraria con descenso de las temperaturas ecuatoriales.

Las Fuentes

Con sólo citar el nombre de la comunidad— “Las Fuentes”— en las montañas del sur de la capital costarricense a la que llegó a vivir hace más de 40 años, el costarricense Omar Lizano, presidente de la Asociación de Desarrollo Integral de Las Fuentes, en el cantón o municipio de Alajuelita, ostentó la riqueza acuífera del lugar.

Aquí nace agua: por eso se llama Las Fuentes”, narró Lizano a este diario, tras destacar que, más de cuatro décadas después, la ironía emergió con rostro de escasez.

“Cuando la urbanización se empezó a construir, nos percatamos de que el piso era arcilloso. Nacía agua en cualquier lado. Ahí donde se metía la pala (…) salía agua. Tengo 48 años, tenía ocho cuando llegué a vivir con mi familia a Las Fuentes y hace 40 el vecindario empezó a luchar por canalizar esa agua y hacerla consumible para las personas”, relató.

Al rememorar que “se canalizó la naciente” y “consumimos agua por más de 30 años, sin problemas”, explicó que “hay un lugar en la montaña donde brota el agua, un rico manantial a un kilómetro al sur. El pueblo era pequeño y con esa fuente se abasteció de agua. La comunidad creció y empezamos a tener problemas de abasto en los últimos 10 años”.

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Sin titubear, culpó a una institución estatal de ineficaz administración del recurso. “Empezó a faltar el agua y falló el mantenimiento que esa institución debía dar a los tanques que reciben el líquido de la naciente y ya no alcanzó para toda la comunidad. Por la suciedad de los tanques, tomábamos agua contaminada. Cuando denunciamos eso, la decisión fue cortarnos acceso al manto y pasarnos a otra red”, recordó. “Por eso, ahora nos quedamos sin nuestro manantial y nos quitan el agua de 10 de la mañana o antes a 7 de la noche o mucho más tarde. Tenemos agua sólo dos o tres horas. La vuelven a quitar como a las 9 de la noche hasta las 4 o las 5 de la mañana. Es sumamente difícil para el pueblo en general todo el sufrimiento que todo eso conlleva”, reprochó.

A diferencia de Cuba, Colombia, Panamá y otros países, donde el agua en hogares y otros sitios llega contaminada y hay que hervirla o comprarla embotellada, Costa Rica se vanaglorió por más de cinco décadas de una cobertura de 99% de agua potable en tuberías de casas y de cualquier otro establecimiento. Pero el sistema costarricense ya cayó en apuros.

“Es difícil estar sin agua: tener sucios los sanitarios [inodoros], sin poder asear a los hijos para que vayan a la escuela y sin poder hacer labores básicas como cocinar, lavar ropa, limpiar. Es una situación muy peligrosa para la salud de la familia, porque hay poca agua y la que hay está en envases, ollas y se manipula sin cuidado y con riesgo en la misma casa”, adujo. Al preguntársele sobre el manejo de la fuente acuífera, respondió que sus aguas se están desperdiciando al caer a un río. Por eso, y por ahora, la naciente— Las Fuentes —sólo le da nombre a la angustiada comunidad.

“De a día de por medio”

La cadencia del agua en la casa en La Habana de la disidente cubana Berta Soler, lideresa de Las Damas de Blanco, grupo opositor creado en Cuba en 2003 por parientes de presos políticos en la isla, se convirtió en una aparente rutina sencilla: “Un día sí, un día no”. Al narrar a este periódico que en su hogar hay agua “de a día de por medio”, subrayó que hay que disponer del líquido “un día sí, un día no es casi lo mejor que le puede ocurrir a uno: hay sitios en Cuba donde sólo tienen agua una vez al mes”.

Aparte de la zozobra por las carencias, mencionó que “el agua en Cuba tampoco está bien clorada y llega con gran cantidad de residuos. Hay que hervirla y descontaminarla para que sea de consumo humano (...) A la hora de consumirla, uno se da cuenta de que tiene muchos residuos. Pero realmente el cubano tampoco puede estar hirviendo el agua puesto que el poco combustible que tiene en su casa [como el gas] no puede gastarlo en hervir agua”.

Al suplicio de escasez y residuos dañinos a la salud, se sumó el de otro tipo de contaminación. “Las aguas albañales [inmundas] son otro problema. En Cuba hay muchos salideros de tuberías de agua supuestamente potable y contaminadas por salideros de tuberías de aguas albañales. Todo se contamina”, aseguró.

“En muchos lugares en Cuba toman agua contaminada por aguas albañales. Por eso surgen los problemas estomacales que sufre el cubano”, indicó.

Sobre el suministro, aseveró que “hay lugares en Cuba en los que nunca entra el agua. En otros entra cada cinco días o una vez al mes. A los que mejores están les llega un día sí y uno no”. Pese a las dificultades, la principal dirigente de un movimiento ilegal en un país donde están prohibidas las organizaciones independientes al Partido Comunista de Cuba (PCC), único legal, contó que en su vivienda logró tener un depósito para “guardar y ahorrar agua y regular su uso”.

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“Los pozos se secan”

La hondureña María Morales Paz cumplió el pasado jueves con su costumbre de salir a diario del cuartucho de dos metros cuadrados en un caserío con cinco viviendas para siete familias el que reside en la pobreza extrema en la aldea Los Manchones, en el municipio Goascorán del departamento (estado) de Valle, en el sur de Honduras.

María está entre los 10 millones de centroamericanos que habitan en el Corredor Seco Centroamericano, que cubre Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua y con alta vulnerabilidad al cambio climático: prolongada sequía, excesiva lluvia e inundaciones severas. En la cotidianeidad de soportar una temperatura de más 35 grados centígrados, la mujer y sus vecinos recorrieron presurosos un trayecto infernal de unos tres kilómetros hacia uno de los pozos artesanales en los que por siempre se abastecieron de agua.

“Sólo se pueden apoyar con pozos, que en este tiempo se secan. No tienen para lavar ropa, platos o beber”, describió a este diario el periodista hondureño Denis Mejía, director de Unotv, medio digital regional, y conocedor a profundidad del drama de María y millones más en ese país por subsistir sin agua.

Al precisar que “la pobreza ahí es terrible”, insistió en que “los campesinos sobreviven de la agricultura sin señal de telefonía y sin reservorio para recolectar agua en invierno. La situación es dura”.

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