San José. – Ningún campesino uruguayo descarta llegar al extremo de acatar la sugerencia del presidente de Uruguay , Luis Lacalle, de recurrir a una ceremonia ancestral y hacer la “danza de la lluvia” por la severa sequía que azota a América Latina y el Caribe por el cambio climático.
“Las praderas que sembré para obtener pastos se achicharraron por los calores y sin lluvia”, narró el productor ganadero uruguayo Ariel Segredo , del departamento (estado) de Cerro Largo, en el nororiente de Uruguay y limítrofe con Brasil.
“La situación es gravísima y sabemos que se pondrá peor. Estamos en el tercer año consecutivo con lluvias por debajo de lo normal”, dijo Segredo a EL UNIVERSAL , como uno de millones de víctimas del sector agropecuario latinoamericano y caribeño por la prolongación, en unos países con más o y en otros con menos intensidad, de la sequía por la crisis climática.
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En rueda de prensa el 4 de este mes en Montevideo y en un país de profunda vocación agropecuaria, Lacalle hizo una descripción radical ante el impacto de la aguda escasez de agua en particular en América del Sur en 2022, definida por organismos internacionales como la más grave desde 2002: “Estamos haciendo casi que el baile de la lluvia”.
Con el testimonio que le dio “un productor amigo”, el mandatario mencionó que la ganadería y la agricultura necesitan “una lluvia ahora y después una caída de lluvia a finales de enero y principios de febrero”.
Pero el pronóstico es negativo.
Por la sequía, el gobierno uruguayo declaró a inicios de 2022 una emergencia agropecuaria
. El fenómeno afectó la producción de cereales en Argentina, Brasil y Uruguay.
“Las lluvias en 2021 estuvieron por debajo de lo normal y tenemos (en 2022) un déficit acumulado. El pasto no llega a reponerse ni a tener el crecimiento necesario. No hay muchas opciones para enfrentarse a esto”, relató Segredo vía WhatsApp desde Cerro Largo.
“Nos preparamos con cultivos como sorgo forrajero y otros. Pero no llovió ni una vez para que esos c ultivos tuvieran rebrote . Sin lluvias rebrotaron, pero sin el volumen necesario. No pude plantar para hacer los fardos (de pastos) porque nunca hubo humedad”, agregó, al precisar que sus 650 hectáreas “las trabajo” con cinco empleados.
Al reiterar que parte de sus terrenos “se achicharraron por los calores”, anticipó que “hacia adelante la situación se va agravando más con pérdidas económicas importantes. Entramos a gastar más y a que se compliquen más las cosas. Hay costos extras”.
Panorama
El Atlas de Sequías de América Latina y el Caribe, elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) en asocio con centros de estudio estatales y no estatales americanos y europeos, recordó desde 2018 que la zona “ha sido históricamente vulnerable a los impactos de la sequía” y que ese fenómeno “ha tenido el efecto de reducir hasta un 1% el Producto Interno Bruto” de la región.
Con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el reporte precisó que, del total de pérdidas agrícolas del área entre 2005 y 2015, equivalentes a 22 mil millones de dólares, casi un 60% de ese monto—13 mil millones de dólares—fue por la sequía.
“El sector agrícola, anclado por esencia en las zonas rurales, es particularmente vulnerable a los desastres y amenazas naturales. Las sequías, en este sentido, pueden causar déficits hídricos prolongados que pueden dañar los rendimientos si estos ocurren durante ciertos momentos del ciclo de vida de las plantas”, puntualizó.
El Atlas mostró un continuo deterioro con un historial de graves sequías desde 1900, ya sea en México y el norte de Centroamérica o en América del Sur y en el Caribe continental o en sus Antillas, incluyendo a Cuba, Jamaica, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía o San Vicente y las Granadinas, entre otros países afectados.
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Desconsuelo
Con números inquietantes, Uruguay mostró el golpe de la sequía como un saldo del cambio climático, provocado por la intensificación del efecto invernadero ante las emisiones industriales por la quema de combustibles fósiles, entre otros factores.
La bióloga uruguaya Guadalupe Tiscornia, coordinadora de una unidad de “agro climas” y sistemas de información del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria de Uruguay (ente mixto público y privado), señaló que en ese país hay “un déficit de precipitaciones desde octubre de 2021” y que, en el último trimestre de ese año, “llovió menos de lo previsto”.
“El promedio nacional normal de lluvias en Uruguay es de 100 milímetros por mes. En ese último trimestre hubo zonas en las que las lluvias fueron de hasta 200 milímetros menos de lo que se podía esperar”, informó Tiscornia a este diario, al destacar que la escasez del líquido también es pronunciada en Argentina y Brasil.
“En Uruguay en ese trimestre llovió la mitad o menos de lo que debía llover. En esos tres meses, en algunas regiones llegó a 200 milímetros y en otras a menos de 100, pero en ambos sectores tuvo que llegar al entorno de los 350 en ese periodo. En todos fue menor. En diciembre hubo zonas en las que nunca llovió”, describió.
Para ahondar el conflicto, las temperaturas subieron en diciembre pasado más de lo normal en gran parte de Uruguay .
“En el oeste subió la temperatura a un promedio de mes de hasta un grado y medio más de lo se esperaba. Esta combinación con baja humedad y viento hizo que el contenido de agua en el suelo bajara en todo el país en diciembre de 2022 y en los primeros días de enero. En algunas zonas es menor a 10% y a nivel nacional es menor a 40%”, indicó.
También sin lluvias, y en vez de la danza de la lluvia, un puñado de campesinos hizo en 2014 en Honduras un canto a la lluvia en un maizal devorado por el ardiente clima y pidió un derrame de abundante agua para abatir la sequía. El canto nunca surtió efecto y la sequía en Honduras, como en el resto de Centroamérica, tampoco cesó.
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