Washington.— A finales de febrero, cuando llevaba escasamente un mes en el poder, Joe Biden apareció ante las cámaras para firmar un decreto sobre la necesidad de proteger las cadenas de suministros, en un momento en el que la escasez de algunos productos se hacía más evidente y afectaba la producción.
En un momento del discurso previo a la rúbrica, agarró del atril una cosa minúscula, casi imperceptible, y la mostró a las cámaras: un chip electrónico, un semiconductor. Una pieza “más pequeña que un sello postal” pero con 8 mil millones de transistores en su interior.
En ese momento, Estados Unidos era más que consciente del problema que tenía entre manos en la cadena de suministro, por los efectos en la economía del coronavirus, especialmente en semiconductores. Unos chips vitales para la vida moderna que afectó especialmente al sector automovilístico, pero con repercusiones en las energías renovables, electrónica doméstica, robótica e incluso ciberseguridad.
“Los semiconductores son el nuevo petróleo”, sentenciaba el asesor financiero Mark Draper, en una columna en la revista Financial Review, en mayo.
El gran temor de Estados Unidos es que se vea afectado y totalmente a merced de fuentes del exterior fuera de su control, igual que lo que pasó con el petróleo. “Dependemos totalmente de Taiwán y China para [este] suministro crítico”, confesaba hace poco la secretaria de Comercio, Gina Raimondo.
Y eso que EU, al menos por ahora, sigue siendo el líder mundial en el diseño de chips. Hasta hace poco lo era también en la producción. En 1990, 37% de los semiconductores se fabricaban en ese país, pero en 2020 sólo fue de 12%. La falta de conexión entre el diseño y la producción puede convertirse en un grave problema para Estados Unidos.
En estos momentos, además de efectos naturales, como las sequías en el sureste asiático (para fabricar chips se necesitan toneladas de agua) que pararon la producción, el cambio de dinámicas y consumo derivado de la pandemia, con el teletrabajo como mayor exponente, reventaron el tablero de los semiconductores.
Pero EU mira más allá, y además del tema económico quizá es más importante el asunto geopolítico, y es que el tema de los semiconductores es el ejemplo visible de la pugna titánica de los dos gigantes económicos mundiales: EU y China, por el dominio mundial y la influencia mayor en el sector tecnológico. Ahí entra parcialmente en juego el error estratégico y las consecuencias derivadas de la guerra comercial de Donald Trump contra China.
“La cadena de semiconductores estaba en riesgo desde antes de la pandemia”, aseguraba Chad Brown, experto del Peterson Institute for International Economics (PIIE), ya que “uno de los mayores culpables [de la escasez] fue un cambio repentino en la política comercial de Estados Unidos.
En 2018, motivada por preocupaciones de seguridad nacional, la administración Trump lanzó una guerra comercial y tecnológica con China que sacudió toda la cadena de suministro de semiconductores globalizada. “El fiasco contribuyó a la escasez actual, perjudicando a las empresas y trabajadores estadounidenses”.
Gran parte de ese caso concreto de los chips fueron las sanciones y vetos a la tecnológica china Huawei, los que provocaron no sólo un revuelo en el sector, sino que el gobierno chino confirmara una inversión monstruosa hacia su sector tecnológico, para que la compañía no se quedara sin suministro y prevenir a futuro nueva escasez de semiconductores.
Daba más sentido lo que ya estaba dentro del plan “Made in China 2025” aprobado por Xi Jinping en 2015: subsidios de 150 mil millones de dólares para potenciar la industria de los chips.
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“El liderazgo del Partido Comunista chino ha identificado los semiconductores como un objetivo de la competición con sus rivales extranjeros”, aseguraba Chris Miller, experto en globalización y comercio de la Tufts University.
Estados Unidos sigue siendo el líder mundial en el diseño de chips, pero la externalización de la producción de semiconductores a países asiáticos, especialmente Taiwán, ha hecho cambiar la partida y, para muchos expertos, se han convertido en un gran riesgo para los intereses estadounidenses. Que Taiwán sea el mayor productor de chips mundial genera tensión en el campo geoestratégico. La Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), empresa financiada por el gobierno taiwanés con el objetivo de producir diseños extranjeros, tiene 52% del pastel de la fabricación de chips, y 80% de los semiconductores más avanzados.
“Dado el rol central [de Taiwán] en la producción de semiconductores y las cadenas de suministro tecnológica, es probable que China aproveche su influencia económica a través de restricciones comerciales, reclutamiento de talentos y ataques cibernéticos para atacar empresas clave, con el fin de obtener la propiedad intelectual de semiconductores básicos necesarios para impulsar su industria nacional”, alertaba un informe de la revista Foreign Policy. China no ha cambiado un ápice su tratamiento de Taiwan como una provincia más que, pese a su rebeldía hacia Beijing, se reunificará cuando sea necesario.
El Congreso lo ha intentado con la aprobación de 52 mil millones de dólares que debe incentivar la producción doméstica, con subsidios a plantas de fabricación nacionales, una de las soluciones planteadas por muchos. Una cifra parece ridícula, especialmente comparada con los 150 mil millones de China o incluso los 450 mil millones de dólares que prevé invertir Corea del Sur.
“Si Estados Unidos va a prevalecer sobre el desafío planteado por China, debemos revertir nuestra dependencia de la fabricación extranjera y la integración de sistemas microelectrónicos, y reconstituir nuestra relación con nuestra base industrial microelectrónica nacional”, reflexionaba Evelyn Farkas, subsecretaria del Pentágono en el gobierno Obama, en revista DefenseOne.
“No se trata simplemente de una cuestión de competitividad económica, es fundamental para ganar el enfrentamiento entre democracia y autocracia”, resumía.
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Para muchos como Farkas, el asunto de los semiconductores sobrepasa el terreno tecnológico y es un tema de seguridad nacional: dejar que los chinos dominen la cadena de suministro de semiconductores implica su dominio sobre los designios mundiales, hasta el punto de poner imponer su visión geopolítica. “Explícitamente vemos la geopolítica como uno de los riesgos a nuestra cadena de suministros”, confiesan desde la Casa Blanca.
Un reporte del Pentágono sobre capacidades industriales mundiales apunta que para 2030 China puede dominar la producción mundial de chips. “Beijing ya está en una posición, a través de su posición geográfica y política, para amenazar virtualmente toda nuestra cadena de suministro mediante el robo, la corrupción de productos microelectrónicos, la interrupción del suministro, la coacción y otras medidas incluso antes de la acción militar”, apunta el reporte. Por el momento, el problema en la cadena de suministro está lejos de terminar.
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, aseguraba a principios de agosto que el gobierno de EU anticipa “impactos en la cadena de suministro” por los efectos de la variante delta del coronavirus, afectando todavía más un sector industrial que todavía no se ha recuperado de la aguda escasez iniciada hace unos meses.
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