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San José. –
La Semana Santa de 2020 regresó a sus viejas costumbres fundamentales en América Latina y el Caribe , con una intensa y reactivada movilización hemisférica en una nueva normalidad religiosa como secuela del coronavirus para una zona que acoge al 40% de los fieles católicos del mundo.
Los coloridos actos recorrieron desde los barrios del sur de San José, Costa Rica, a las callejuelas de Antigua, Guatemala, las del Casco Viejo de la Ciudad de Panamá y de Ciudad Vieja de Montevideo, Uruguay, hasta el Centro Histórico de Quito, Ecuador, y los jirones o pasajes de Lima, Perú, pasando por los bulevares de Tegucigalpa, Honduras, los trillos de Santo Domingo, República Dominicana, o las comunas de Chile.
De México a Brasil, de Argentina a Colombia, de El Salvador a Bolivia o a Nicaragua, América Latina y el Caribe vivieron con cautela sanitaria y a partir de este jueves el retorno de las principales y tradicionales procesiones estelares de Semana Santa tras dos años de interrupción obligada por el azote del Covid—19. Los actos empezaron con el Domingo de Ramos, del pasado 10 de este mes.
En la Semana Santa de 2022 en muchos países del continente las restricciones son mucho menores o inexistentes”, adujo el argentino Jorge Lozano, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de San Juan de Cuyo, Argentina.
En una declaración para EL UNIVERSAL , recordó que las personas estuvieron “prácticamente encerradas” en la de 2020 y con severas restricciones en la de 2021, pero que en este año todo cambió, por lo que “de hecho, ha implicado esto que una gran cantidad de feligreses se vuelquen a las celebraciones”.
“Estamos teniendo en estos días hay gran afluencia de fieles para acercarse al sacramento de la reconciliación, de la confesión y también disponerse a la celebración de la próxima Pascua en lo cual tenemos en todo el mundo y también en nuestro continente la intención particular de rezar por la paz en todo el mundo y de manera especial en Ucrania” por la guerra con Rusia, agregó.
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“La Semana Santa se caracteriza por la religiosidad popular”,
afirmó el abogado guatemalteco Nery Rodenas, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala.
“Es una forma de manifestación de los creyentes que se expresa en cargar (imágenes) en las procesiones que han estado vigentes por cientos de años. Ha sido muy importante para muchas comunidades, cofradías, hermandades que todo esto se reanudara”, dijo Rodenas a EL UNIVERSAL .
La pandemia, que el 25 de febrero de 2020 confirmó en Brasil lo que fue el primer caso regional, llevó a los gobiernos de América Latina y el Caribe a adoptar medidas de emergencia con restricciones generalizadas, como aislamiento, confinamiento o distanciamiento social, que también repercutieron en la suspensión de la mayoría de actividades de Semana Santa.
Las medidas se prolongaron a la Semana Santa de 2021
Por segundo año consecutivo y por el rebrote o nuevas olas de contagios de la enfermedad, las cúpulas católicas de América Latina y el Caribe aceptaron en 2021 volver a suspender o limitar las procesiones y restantes actividades públicas de la Semana Santa para contener la difusión del virus, aunque promovieron reforzar la unión espiritual sin importar el aislamiento físico.
Para prevenir desconectarse totalmente de la feligresía, las autoridades eclesiásticas católicas recurrieron en la mayoría de países a las transmisiones televisivas y por medios electrónicos o digitales de las ceremonias del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección.
Historia de siglos
“Desde hace cerca de 500 o 400 años se vinieron practicando estas procesiones, como una forma de expresar y acompañar La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es importante: la religiosidad popular se encuentra muy impregnada en la gente católica que quiere expresar su fervor a través de estas expresiones”, explicó Rodenas.
“Hubo muchas reuniones (en el caso de Guatemala) en las que autoridades de la Iglesia Católica y del Ministerio de Salud discutieron acerca de cuál debía ser el mejor mecanismo. Se recomendó siempre que todos (los asistentes) utilizaran mascarillas y gel y con distanciamiento físico para tratar de que las procesiones hicieran los recorridos acostumbrados”, precisó.
Al destacar que “es importante que se pudieran retomar”, narró que “la gente ha tenido mucha conciencia y ha adoptado cualquier acción preventiva para evitar contagios. Las personas van con gel y mascarillas y las que acompañan la procesión van rociando gel a los que la observan”.
Situaciones similares se registraron en el resto de los países del área, en ruta a establecer un aparente regreso a la normalidad de las celebraciones católicas.
En medio de una crisis política por la inestabilidad del gobierno del presidente de Perú, Pedro Castillo, con estallidos calles de violentos disturbios, la Arquidiócesis de Lima informó a los peruanos que el regreso a las congregaciones con presencialidad es uno de los acentos de la Semana Santa.
En una alusión al conflicto político, la Arquidiócesis sugirió aprovechar la época para un “proceso de diálogo, conversión y reconciliación”.
La Conferencia Episcopal Peruana, institución cúpula de la Iglesia Católica en Perú, aconsejo a los feligreses practicar “una serie de gestos y signos que puedan realizar en sus comunidades parroquiales y en familia”.
“Es muy emotivo volver a encontrarnos”, proclamó, por su parte, el secretario del Consejo Parroquial de La Anunciación de Providencia, en Santiago de Chile. “La pandemia ha cambiado muchas cosas, pero el deseo de los distintos grupos parroquiales ha sido siempre unirse en torno a Cristo de manera presencial”, puntualizó.
Entre tanto, la Arquidiócesis de la Ciudad de México concedió a cada parroquia decidir el aforo de cada templo y anunció que las celebraciones litúrgicas y oficios deberán respetarse protocolos de seguridad sanitaria, con la “toma de temperatura al ingreso, distribución de gel antibacterial, cubrebocas obligatorio”.
El gobierno de Uruguay, por su lado, declaró el 5 de abril anterior el fin de la crisis sanitaria por el Covid-19, lo que facilitó la reactivación de las ceremonias de los días santos. El Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Uruguay pregonó su alegría por “volver a la normalidad” en las celebraciones religiosas, aunque también pidió “mantener la prudencia, con algunos cuidados”.
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om/rdmd