Madrid.— Europa se quedó muy lejos de aprender lo suficiente tras los estragos causados por la primera ola de la pandemia, que en su segunda arremetida sigue cobrándose numerosas vidas humanas y provocando serios trastornos económicos y sociales.
Los confinamientos selectivos, las restricciones de movilidad que incluyen toques de queda y los cierres parciales o totales de antros y restaurantes, son algunas de las medidas más extendidas para aplanar la curva de contagios que se mantiene en niveles preocupantes, pero Europa carece de una fórmula consensuada para batallar más eficazmente contra la propagación del Covid-19.
“Europa aprendió más bien poco de la primera ola de la pandemia. Lo único que ha asumido de verdad es que no está preparada para hacer frente a la repetición de una situación como ésta. Había una sensación de seguridad sanitaria, por lo que pensábamos que no íbamos a estar en una coyuntura tan crítica como la que nos ha puesto esta epidemia”, señala a EL UNIVERSAL Santiago Elena, virólogo y codirector del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas I2SysBio.
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“En la primera ola, el confinamiento fue total en varios países europeos y se controló el virus, pero después se relajaron las medidas, lo que ha provocado una segunda ola que a España al menos la ha tomado por sorpresa, a pesar de que todos los expertos estaban anunciándola desde tiempo atrás”, relata. Algunas de las lecciones que Europa tendría que haber aprendido están directamente relacionadas con el fortalecimiento de la sanidad pública y el desarrollo científico.
“Durante años, los gobiernos conservadores recortaron presupuesto y cobertura social, trasladaron protecciones sanitarias al sector privado y eso ha demostrado que no funciona en situaciones como ésta, ya que hay que potenciar la sanidad pública y todos los sistemas de atención favoreciendo al personal sanitario”, asegura.
“Por otra parte está el tema de la ciencia básica. Hay que tener siempre laboratorios públicos o público-privados que puedan responder de inmediato con vacunas, nuevos fármacos y que sean capaces de caracterizar bien al patógeno y saber cómo evoluciona. Esto se ha abandonado, cuando Europa debería estar promocionándolo”, agrega.
Tras el duro golpe económico que se sufrió durante la primera ola del virus, la adopción de medidas para proteger las economías europeas, como evitar cuarentenas demasiado rígidas, está trabando los esfuerzos para desactivar la pandemia: “El control ahora es más lento, ya que en esta segunda ola se ha apostado por salvaguardar en la medida de lo posible la economía y poner las restricciones mínimas que las autoridades han considerado necesarias, sobre todo con confinamientos perimetrales”, precisa.
El virólogo responsabiliza a la política de que no exista en la Unión Europea (UE) una actuación conjunta contra el Covid-19, ya que con el actual esquema es muy complicado alcanzar consensos a nivel de gobierno entre los socios comunitarios.
“Si las decisiones las tomasen los expertos epidemiólogos, médicos y científicos, habría un consenso generalizado, porque la opinión es homogénea en el mundo de la ciencia, que tiene claro qué es lo que hay que hacer, pero hay otros condicionamientos como la economía, además de que los políticos toman decisiones con otros criterios distintos a los sanitarios y que no consultan siempre con los especialistas”, subraya.
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Como ejemplo del debate sobre la forma de enfrentar la pandemia, el experto pone de ejemplo la Navidad que este año se debería celebrar de manera muy distinta y con severas restricciones, que probablemente no tendrán lugar: “Si ahora que se está aplanando la curva de la epidemia abrimos las puertas para que en Navidad todo el mundo esté de fiesta, celebrando con la familia y amigos, vamos directamente a la tercera ola. Los expertos advierten que no cabe de ningún modo la relajación, pero los políticos no quieren arrebatar del todo la fiesta a los ciudadanos que los votan”, expone.
“Hay que mantener las medidas de distanciamiento social, sobre todo en Navidad, no permitiendo reuniones en las casas más allá del núcleo familiar. Si se amplía este cupo como parece ser, habrá que insistir en las distancias, el uso de la mascarilla, el lavado de manos con gel hidroalcohólico y la desinfección de las estancias más frecuentadas, y en la medida de lo posible, garantizar una buena ventilación”, recomienda el virólogo.
Las diferentes formas de bloqueo retomadas por los países europeos en su intento de frenar la expansión del coronavirus han generado las protestas de sectores minoritarios que, entre otras razones, rechazan las restricciones por considerar que atentan contra los derechos básicos de la ciudadanía.
En tiempos de pandemia, Europa no es capaz de encontrar el equilibrio entre la seguridad sanitaria y el crecimiento económico, lo que impulsa a muchos gobernantes a tratar de minimizar los daños que consideran inevitables y a depositar buena parte de su estrategia en la inversión y distribución de las vacunas más avanzadas, que podrían estar listas en enero de 2021.
“El plan de vacunación sí se llevará a cabo de manera coordinada en Europa, porque se trata de protocolos muy estandarizados y creo que todos los países lo van a respetar, comenzando por inmunizar a la población de mayor riesgo, como los ancianos, personas con patologías previas y, desde luego, el personal sanitario, que es la primera línea de defensa”, indica el especialista.
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Según los pronósticos más optimistas, los antídotos reducirían sustancialmente la propagación de la pandemia en Europa en el segundo trimestre de 2021, pero los expertos prevén que en la segunda oleada se produzcan más muertes por coronavirus que en la primera.
Europa, y en menor medida España, se han dado cuenta de que este tipo de situaciones se darán cada vez con mayor frecuencia en el futuro, por lo que es preciso, entre otras medidas de contención, disponer de una sanidad pública robusta para hacerlas frente de manera rápida y eficaz, concluye el virólogo. En cualquier caso, el proyecto de una unión europea firme y solidaria saldrá mucho más debilitado de la pandemia.