Moscú

.- "Seguiré de pie", afirmó desafiante el opositor ruso, Alexéi Navalni , enemigo jurado del presidente Vladmir Putin , ante la propuesta de la jueza de sentarse durante la sesión en la que fue juzgado por "reiteradas violaciones" de los términos de una antigua condena suspendida.

"Llevo mucho tiempo sentado", añadió, en referencia a su prisión, durante una de las audiencias judiciales más concurridas de los últimos tiempos, hecho que obligó a las autoridades a cambiar de sede para admitir a un mayor número de periodistas.

A la pregunta de la magistrada sobre su domicilio, contestó echando mano de su sentido del humor: "En el centro de reclusión Nº 1".

Se refería a la cárcel Matrósskaya Tishiná donde se encuentra recluido desde el pasado 18 de enero, a su regreso de Alemania, donde se recuperó del envenenamiento que sufrió en agosto pasado en Siberia y que, según él, fue ordenado por el jefe del Kremlin.

El opositor, quien afirmó con ironía que ocupaba un "lugar privilegiado" en el banquillo de los acusados, se defendió en un emotivo alegato en el que reiteró su acusación contra el mandatario ruso, condenó la represión policial en el país, calificó el juicio de "espectáculo" y exigió ser puesto en libertad de inmediato.

Su voz era la que se escuchaba con mayor nitidez en la sala: sus alegatos categóricos e irreverentes, en los que no se midió para atacar a la corte con calificaciones de "siervos de Putin " contrastaba con la inseguridad del representante del Servicio Federal Penitenciario, Alexander Yermolin, la parte acusadora.

En la imponente sala enchapada en madera con frescos de filósofos antiguos y bajorrelieves alegóricos a la Justicia, Navalni encaró a la jueza, que trató por todos los medios de dar una imagen de imparcialidad bajo el escudo del águila bicéfala de Rusia .

La prensa acreditada, unos cuarenta periodistas, fue instalada en un balcón con la advertencia de que estaba prohibido estrictamente captar imágenes, incluso con teléfono móvil, y de que los infractores serían expulsados de la sala en el acto.

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Navalni

, que vestía un jerséi azul oscuro, se veía tranquilo en la "pecera", seguro de sí mismo y, por sus palabras y actitud, consciente de que la vista judicial era una de las más importantes de los últimos años en el país.

Un grupo de diplomáticos occidentales, todo ellos provistos de mascarillas, como todos los presentes en la sala por las medidas sanitarias, acudieron a la vista, en una muestra transparente de la preocupación de sus Gobiernos por la suerte del opositor.

El Tribunal Urbano de Moscú, donde se celebró la vista, fue convertido desde primeras horas de la mañana en prácticamente una fortaleza inexpugnable por el ingente número de efectivos antidisturbios que establecieron un perímetro de seguridad en las calles adyacentes a la sede judicial.

"Vamos a perder a Navalni ", comentó a Efe Larisa, una estudiante que, al igual que otros muchos jóvenes, se dirigía esta mañana alTribunal Urbano de Moscú. "Pero estoy aquí, porque no quiero perder a Rusia", acotó.

La jueza Natalia Répnikova aún no había abierto la vista, cuando la policía comenzó a detener a partidarios de Navalni que intentaban acercarse al Tribunal para expresarle su apoyo.

Con el correr de las horas, mientras en la sala se desarrollaban los alegatos, el número de detenidos superó los 350.

"¿Puedo encargar una hamburguesa?", preguntó Navalni, cuando se decretó el receso para comer.

No se supo si el opositor recibió finalmente el almuerzo que había pedido, porque las imágenes publicadas en la redes sociales dieron cuenta de cómo la policía impedía el paso hacia la sede judicial de un repartidor de comida en bicicleta.

agv

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