El corazón agitado de Paul Kern retumbaba en sus oídos mientras corría en medio de disparos , explosiones e incendios. Apurado, se dirigió a una zanja con el fin de protegerse de las balas rusas que sobrevuelan su cabeza.
Sin pensarlo dos veces se refugió rápidamente en aquella excavación. Pero, de repente, escuchó cómo a lo lejos uno de sus compañeros le silbaba fuertemente. “Es la señal”, pensó mientras tomaba una fuerte bocanada de aire y salía corriendo a reunirse con sus camaradas.
Aquella señal significaba que no había ningún peligro o enemigo cerca. O eso era lo que creía, pues, mientras que sus piernas cansadas iban hacia la otra zanja, una bala rompió la fría brisa nocturna y atravesó a toda velocidad el cráneo del húngaro . Abatido, cayó sobre el suelo, esperando a que el dulce aliento de la muerte llegara para llevarse su alma.
Paul Kern nació en 1884 en Budapest, Hungría. Su vida fue bastante tranquila, hasta que en 1914 ocurrió un hecho que cambiaría totalmente su vida -y la de muchas personas alrededor del mundo-: el archiduque Franz Ferdinand fue asesinado en Sarajevo, ocasionando así la Primera Guerra Mundial.
El archiduque Franz Ferdinand, en una cacería. Foto: Twitter
Fue entonces cuando decidió enlistarse como voluntario en el grupo de soldados que combatió en las filas del imperio austrohúngaro durante uno de los conflictos bélicos más grandes que ha vivido la humanidad, siendo encuadrado en el decimonoveno regimiento de infantería.
Si bien es cierto que comenzó su carrera militar como un soldado más, en cuestión de meses logró ascender como miembro élite a las tropas de la división de choque, las cuales tenían como misión asesinar a los soldados enemigos que estaban en las trincheras, antes de que las tropas entraran al lugar.
Así pasó varios meses de su vida hasta que el 25 de junio de 1915 una de sus misiones rutinarias se convertiría en el punto de inflexión más grande de su existencia.
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Mientras cruzaba el campo de batalla y se zambullía en las trincheras, los ríos de sangre comenzaron a correr. Uno a uno sus colegas fueron cayendo lentamente, siendo abatidos por los enemigos rusos quienes, a su vez, ganaban más dominio territorial.
Sin embargo, Kern tenía muy clara una cosa: no podía perder esta batalla. La única forma para salvar a sus compatriotas era adentrándose en zona enemiga y eliminando a todo aquel que se interpusiera. Tomó su arma, respiró profundo y comenzó a correr en medio del caos hasta que de repente cayó en el frío y húmedo pasto que esperaba a quienes sucumbían en medio de la guerra.
Cuando el soldado decidió salir de la seguridad de los escombros para salvar a sus compañeros, una bala rusa le atravesó la sien derecha y salió por la parte posterior de su cabeza. En cuestión de segundos, el ‘invencible’ militar había caído al suelo, desmayado, esperando la misma muerte.
Pero dicen que los milagros existen y tal vez su supervivencia sea la prueba. Después de que la fuerza húngara tomara la trinchera enemiga, un grupo de médicos lograron recuperar su cuerpo.
A pesar de que los doctores no le daban muchas esperanzas de vida, de igual manera fue recogido y trasladado al hospital de Lemberg (el cual está ubicado actualmente en Ucrania). Allí, profesionales de la salud vendaron su cabeza, cubriendo los dos agujeros que había ocasionado la bala y tratando de detener un poco la hemorragia que aún dejaba rastro.
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En un principio, el personal de salud esperaba que falleciera en la mesa de operaciones, pues la herida que tenía era realmente grave. No obstante, se llevaron una grata sorpresa cuando no solo vieron que sobrevivió a la cirugía , sino que días después despertó del coma en el que había quedado debido al disparo.
Pero eso no fue todo. Lo verdaderamente extraño es que el hombre, a pesar del profundo daño cerebral, no tuvo ningún tipo de afectación en su movilidad corporal, ni en las capacidades relacionadas con la personalidad y la conducta, tales como la toma de decisiones o la memoria a corto y largo plazo. ¡Era un verdadero milagro médico! O por lo menos eso era lo que el personal creía.
Los médicos tuvieron que hacer todo lo posible para entender cómo no había salido afectado después de que la bala impactara especialmente el lóbulo frontal de su cerebro.
De acuerdo con el portal de medicina ‘Mayo Clinic’, esta parte del cerebro se encarga de “las funciones cognitivas y el control de la actividad o el movimiento voluntario”. Cualquier tipo de afectación podría causar serios problemas en la vida del paciente. Por esto mismo, a pesar de su buen estado de salud, los médicos y enfermeras decidieron dejarlo en observación por unos días.
Y puede que hayan tomado la mejor decisión de todas, pues tan solo unos días más tarde descubrieron una de las secuelas más extrañas jamás escritas en la medicina. Al aparecer, debido al impacto de bala en su cerebro, Paul Kern había perdido la capacidad de dormir.
Una persona debe dormir siete horas en promedio, con el fin de poder descansar lo suficiente. De hecho, según la página oficial de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, cuando no se duerme lo suficiente la salud del ser humano puede verse perjudicada.
“Puede sentir cansancio y afectar el rendimiento del día a día, incluyendo su capacidad de pensar con claridad o reaccionar rápidamente y formar recuerdos. Esto puede llevarlo a tomar malas decisiones y ponerse en situaciones de riesgo”, explica la entidad.
Periódicos, científicos y médicos hablaron del caso, tratando de encontrar una respuesta a un fenómeno imposible de entender. Acorde con una publicación de 1930, realizada por el boletín informativo de Singapur Singapore Free Press , -para ese momento el hombre llevaba 15 años sin dormir - fue tratado por Ernst Frey, un notable profesor de enfermedades nerviosas en la Universidad de Eötvös Loránd, en Hungría, pero al final no tuvo ningún resultado.
Pero Kern no podía quedarse en centros médicos toda su existencia, razón por la cual decidió continuar como cualquier otra persona. Después del incidente logró pensionarse y vivir una vida relativamente tranquila; hasta que un día se dio cuenta de que si se quedaba ‘quieto’ comenzaba a sentirse cansado.
Con el tiempo, los médicos descubrieron otro curioso síntoma: su cerebro tenía que estar en continua actividad porque en caso contrario se encontraría agotado e irritado. Fue así como comenzó a hacer todo tipo de actividades.
Aunque no se tienen muchos detalles de su vida, se presume que finalmente pudo ‘descansar’ el 6 de marzo de 1943 debido a un infarto , tras haber pasado casi 40 años sin dormir.
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