A seis meses de su irrupción, el movimiento #MeToo ha derribado a decenas de hombres poderosos y alimentado una discusión nacional sobre el acoso y abuso sexual en el trabajo.
También abundan las pruebas de que el movimiento puede perdurar y convertirse en una potencia a medida que las legislaturas estadounidenses aprueban leyes contra el acoso sexual , las empresas combaten el acoso en el trabajo y aumenta el número de mujeres dispuestas a denunciar.
Y el movimiento bien puede orientar la discusión política de cara a las elecciones legislativas de noviembre , como lo demuestra la cifra récord de mujeres que han empezado a participar en 2018.
“Estamos en medio de un ajuste de cuentas nacional con respecto al acoso sexual”, dijo el presidente del Senado estatal de Connecticut, Martin Looney, en momentos que se debate eliminar la prescripción de los delitos de violencia sexual .
El movimiento surgió en octubre de 2017 cuando el diario The New York Times y el semanario The New Yorker publicaron las denuncias de abusos sexuales de muchas mujeres contra el magnate del cine Harvey Weinstein. Poco después, el hashtag #MeToo se viralizó mundialmente como símbolo de las denuncias de acoso sexual .
Además de la serie constante de denuncias contra otros hombres poderosos, las legislaturas estatales estudian proyectos contra el acoso en sus entidades, así como denuncias contra funcionarios electos o designados y cabilderos. Muchos de estos casos han derivado en escándalos: una veintena de legisladores han renunciado o han sido destituidos en el último año.
Activistas de #MeToo creen que los esfuerzos de las legislaturas provocarán cambios duraderos. También creen que el movimiento ha generado conciencia y recursos entre las mujeres que padecen el acoso en su trabajo.
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