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Santiago de Chile.- Eran las 10:10 de la mañana, los militares se preparaban para bombardear el palacio de La Moneda y el presidente Salvador Allende, consciente de que ya no había marcha atrás, pronunció uno de los discursos más icónicos de la historia, que aún resuena en boca de líderes progresistas de todo el mundo 50 años después.
"¡No voy a renunciar! Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo", anunció Allende horas antes de pegarse un tiro ante el inminente asalto de su despacho por las tropas del general Augusto Pinochet.
En 6 minutos, el primer presidente marxista elegido democráticamente en el mundo dejó varias frases para la eternidad, como "se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre" o "la historia la hacen los pueblos".
En una alocución llena de poesía, entonada con "decepción" y "sin amargura", Allende se definió como "un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia" y aseguró que sus palabras serían "el castigo moral" de los golpistas.
"Seguramente Radio Magallanes será callada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes", afirmó.
"Morir a solas"
Aquella mañana, Allende había intervenido cuatro veces en otras radios afines al Gobierno, con la esperanza aún de frenar el golpe, pero el de Radio Magallanes fue "el discurso de alguien que va a morir a solas y no quiere que nadie muera por él", apunta a EFE Asacanio Cavallo, Premio Nacional de Periodismo 2021 y autor del ensayo "Golpe".
"El tono es de recriminación y derrota. No llama a movilizarse", agrega.
Para Carlos Tromben, autor de "Allende. Una novela en cinco actos", el discurso es "redondo" porque apela constantemente a las bases de su Gobierno -"trabajadores de mi patria"- y, a la vez, identifica y tilda de "rastreros" a los responsables del quiebre democrático.
"Allende sabe que se está cerrando una época y, a pesar de las circunstancias, lo hace sin resentimiento y buscando dar una lección moral", subraya a EFE.
No hay evidencia de que lo escribiera, pero tampoco de que fuera totalmente improvisado porque Allende era consciente desde hacía meses de una posible sublevación: "Está ensayado a solas, como hacen los buenos oradores", remarca Ascallo.
"Es un discurso de alguien que pretendía pasar a la historia, pero no se puede entender sin el suicidio. Son inseparables. Fue una construcción muy hábil y Allende, ni siquiera al final, renegó de la vía chilena al socialismo", indica a EFE Carlos Malamud, del Real Instituto Elcano.
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Cintas clandestinas
Pese a la gran división que genera su figura, existe un consenso prácticamente transversal sobre su capacidad de oratoria -su discurso ante la ONU en 1972 fue también ampliamente alabado- y el valor de sus últimas palabras.
Daniel Manstuy, referente intelectual de la derecha chilena, dice en su último libro que con su despedida Allende "se eleva sobre el golpe, sobre las vicisitudes de la Unidad Popular (...) y se instala en la historia larga de Chile".
"El mejor Allende es (con distancia) el de las últimas horas", escribe Mansuy en "Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular".
"El último discurso contribuyó al mito porque además circuló clandestinamente. Es parte de la historia de América Latina y de las luchas sociales", destaca Tromben.
Los militares habían silenciado aquella mañana del 11 de septiembre la mayoría de las radios afines a la Unidad Popular, salvo Radio Magallanes, una pequeña estación del Partido Comunista, ubicada a metros de La Moneda.
En medio del caos, su director, Guillermo Ravest, recibió una llamada del propio Allende: "Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero".
Minutos después de la alocución, se cortaron las transmisiones de Radio Magallanes, pero Ravest consiguió hacer algunas copias del discurso y distribuirlas entre miembros del PC.
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Palabras con eco
Son incontables los líderes que han hecho referencias al discurso en los últimos años, desde el sueco Olaf Palme, hasta el español José Luis Rodríguez Zapatero, pasando por el colombiano Gustavo Petro y el propio Gabriel Boric, el único presidente chileno nacido después de 1973.
En un mitin un año después del golpe, Palme celebraba el fin de la dictadura portuguesa y, parafraseando a Allende, dijo: "no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza" porque "la historia es nuestra y la hacen los pueblos".
Es habitual que Petro recurra a Allende cuando habla de Chile, pero el que más guiños le hace es, sin duda, Boric, quien en su primer discurso como presidente agregó un matiz en clave feminista a la metáfora de las alamedas.
"Estamos de nuevo, compatriotas, abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, el hombre y la mujer libres, para construir una sociedad mejor", proclamó el exlíder estudiantil.
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