Sandra Day O’Connor, quien falleció a los 93 años por complicaciones de una demencia avanzada (probablemente la enfermedad de Alzheimer) y una enfermedad respiratoria, pionera en la Corte Suprema de Estados Unidos al ser la primera jueza del máximo tribunal, fue el voto fundamental en numerosos casos muy disputados y una de las mujeres más poderosas de su época.
"Creció en un mundo de hombres, una mujer en el rancho de su padre lleno de hombres. Asistió a la facultad de derecho en un mundo de hombres en la Universidad de Stanford, donde terminó entre los mejores de su clase, pero no pudo conseguir un trabajo en una de las principales firmas de abogados. Había sentido el aguijón de la ambición frustrada, la discriminación de género y, al final de su mandato, en 1988, el dolor del cáncer de mama", describió el The Washington Post.
Fue “tratada como un 'otro'”, dijo el fallecido Walter Dellinger, ex procurador general en funciones de Estados Unidos, en un panel de discusión en la Facultad de Derecho de la Universidad de Duke en 2005 sobre el legado de la jueza O'Connor. “Y eso le dio una sensibilidad y comprensión sobre el papel de los forasteros”, dijo, que él y muchos otros vieron en gran parte de su trabajo en el tribunal más alto del país, reportó el Post.
Inquebrantable en su confianza en sí misma y su empuje la llevaron a votar en algunos de los temas más polémicos del país durante sus 25 años en el cargo, de 1981 hasta 2006, cuando se retiró para cuidar de su marido, que padecía alzheimer.
El entonces presidente, George W. Bush (2001-2009), nominó al juez Samuel Alito -quien permanece en el cargo- para ocupar su asiento.
Day O’Connor fue juramentada el 25 de septiembre de 1981, tras ser nombrada por el entonces presidente Ronald Reagan.
Conocida por ser conservadora moderada, “sintió el valor, pero también la responsabilidad y la carga de ser la primera”, declaró el abogado y jurista Viet Dinh, que trabajó para ella en 1994, recordó TIME. "Un anciano sabio y una anciana sabia llegarán a la misma conclusión", decía la jueza.
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Fue un icono en la conquista de los derechos de la mujer y la pionera en una Corte Suprema compuesta por nueve jueces, que en total ha visto a sólo seis féminas en toda la historia de Estados Unidos.
Sus memorias de 2002, “Lazy B: Growing Up on a Cattle Ranch in the American Southwest”, fueron un éxito de ventas. En él, describió a una juventud diferente a la de cualquiera de sus jueces contemporáneos de la Corte Suprema, que ataba terneros y reparaba camiones además de hacer la tarea en un vasto rancho del suroeste. Recordó que una mañana se despertó y vio “una enorme bola de fuego en la distancia” y una “nube oscura” formándose y elevándose en el cielo. Sólo más tarde supo que había sido testigo del amanecer de una nueva era: la primera prueba de bomba atómica en Alamogordo, Nuevo México, el 16 de julio de 1945, recordó el Post.
Por ejemplo, rechazó la idea de eliminar el derecho al aborto en parte porque “una generación entera ha alcanzado la mayoría de edad” dependiendo de él, argumentó.
"Algunos de nosotros, como individuos, consideramos que el aborto es ofensivo para nuestros principios o moralidad más básicos, pero eso no puede controlar nuestra decisión", indicó O'Connor. "Nuestra obligación es definir la libertad de todos, no imponer nuestro propio código moral".
Además, coescribió la opinión principal en Planned Parenthood of Southeastern Pennsylvania v. Casey (1992), estableciendo un nuevo estándar para juzgar los casos de aborto pero reafirmando la posición central de Roe vs. Wade, que legalizó el aborto en 1973.
Apoyó, en su mayor parte, las fronteras tradicionales entre la Iglesia y el Estado. Y aunque generalmente era respetuoso con las prerrogativas de los estados, O'Connor tenía poca tolerancia hacia las leyes estatales que pisoteaban la igualdad, reportó el The Washington Post.
A lo largo de su carrera, participó en numerosos casos de federalismo, y su pasado como legisladora estatal se hizo evidente en sus decisiones, que consistentemente inclinaron la balanza del poder del gobierno federal hacia los estados. Durante sus décadas en la corte, hubo “un cambio significativo en la forma en que la corte ve las relaciones entre el estado y el gobierno federal”, declaró Dinh, “y eso fue liderado intelectualmente en gran medida por la jueza O'Connor”.
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También tuvo un papel central en las resoluciones sobre las acciones afirmativas, que son políticas públicas cuyo objetivo es compensar las condiciones que discriminan a ciertos grupos sociales del ejercicio de sus derechos.
TIME indicó que "en 1989, en el caso City of Richmond v. JA Croson Co., O'Connor defendió una mayoría de cinco jueces y decidió que las políticas de acción afirmativa debían someterse al estándar de un “escrutinio estricto”, aumentando la carga para las personas que querían políticas, diseñadas para ayudar a las minorías con el mismo estándar que históricamente se había utilizado para leyes discriminatorias como las de Jim Crow.
"Catorce años después, O'Connor volvió a escribir a favor de una mayoría de 5 a 4 en un importante caso de acción afirmativa, esta vez aplicando el estándar de escrutinio estricto y defendiendo la política de admisión de la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan en Grutter v. Bollinger . Si bien reconoció que la escuela tenía un interés convincente en promover la diversidad, O'Connor señaló: "El Tribunal espera que dentro de 25 años, el uso de preferencias raciales ya no sea necesario para promover el interés aprobado hoy"".
Se convirtió en embajadora del Estado de derecho, particularmente en los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, como miembro de la junta directiva de la Iniciativa Legal de Europa Central y Oriental, durante más de 15 años, ayudando a las democracias emergentes a redactar nuevos sistemas legales, con la ayuda de abogados voluntarios de Estados Unidos, recordó su hijo Scott O'Connor en "Mi mamá era la mujer más poderosa del gobierno de Estados Unidos. Esto es lo que ella me enseñó", en Usa Today.
Sin embargo, el caso políticamente más provocativo del mandato de O'Connor se produjo en 2000, cuando la Corte Suprema tuvo que intervenir y decidir efectivamente los resultados de las elecciones presidenciales. En una división ideológica de 5 a 4, con O'Connor sumándose a los conservadores en la mayoría, el tribunal dictaminó que el recuento de votos en Florida no podía continuar. Como resultado, George W. Bush se convertiría en presidente, derrotando a Al Gore.
"Hubo muchas críticas", dijo O'Connor sobre el caso en 2002. "No nos gusta vernos metido en medio de una controversia política".
Tras dejar el cargo, fundó iCivics en 2009, un programa de educación cívica que utiliza juegos interactivos para interactuar con los alumnos y que llega a más de 7.5 millones de estudiantes en los 50 estados.
"No hay trabajo más importante que profundizar la participación de los jóvenes en nuestra nación", escribió O'Connor en una carta de 2018 en la que anunciaba su diagnóstico de demencia.
"Espero haber inspirado a los jóvenes sobre el compromiso cívico y haber ayudado a allanar el camino para las mujeres que pueden haber enfrentado obstáculos en sus carreras", dijo la jueza.
Tras su retiro del Supremo el 31 de enero de 2006, la jueza O'Connor siguió activa como defensora de la independencia judicial y el Estado de Derecho en todo el mundo.
La jueza señaló en su perfil de O'Connor en Time 100 de 2017 que su predecesora en la Corte Suprema no sólo fue una "pionera" por convertirse en la primera jueza, sino también por su trabajo de educar a millones de niños sobre la importancia del compromiso cívico. "Hoy no podría haber trabajo más urgente", escribió Sotomayor.
Las juezas Sotomayor, Ruth Bader Ginsburg, Elena Kagan y Amy Coney Barrett ya siguieron el camino de O'Connor y se convirtieron en juezas de la Corte Suprema. Y hablando de su histórica carrera en 2003, O'Connor dijo: "Está bien ser el primero, pero no quieres ser la última".