En septiembre hubo dos reuniones clave: la Asamblea General de la ONU y la de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La ausencia del presidente Andrés Manuel López Obrador en Nueva York contrastó con el discurso del colombiano Iván Duque, y la presencia del cubano Miguel Díaz-Canel marcó el encuentro en México. De estos temas hablan nuestros expertos:
La Celac celebró su sexta cumbre en México, una cita importante tras cuatro años de inactividad diplomática al más alto nivel. En medio de discursos en favor de la unidad y la integración regional, este foro de concertación latinoamericano y caribeño mostró las profundas fisuras políticas e ideológicas entre sus 33 países miembros.
La presencia inesperada del presidente venezolano, Nicolás Maduro, y el trato preferencial al líder cubano, Miguel Díaz-Canel, fueron motivo de polémica y de un incómodo intercambio de descalificaciones mutuas. Los presidentes de Uruguay y Paraguay alzaron la voz contra la deriva autoritaria y las violaciones de derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. De rebote, las consecuencias se hicieron sentir en la suspensión del diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana.
Las ausencias de Brasil y Argentina, dos de los países con mayor peso regional y global pesaron más que las presencias incómodas. Desde 2020, el gobierno de Jair Bolsonaro no participa en la Celac por falta de resultados y por el protagonismo de regímenes no democráticos. El presidente argentino no llegó a la cita a causa de la crisis política interna y del veto de Nicaragua a su candidatura para suceder a México en la secretaría pro tempore.
El presidente Andrés Manuel López Obrador decidió no acudir a Nueva York ni grabar un mensaje a la comunidad de Naciones Unidas; optó por delegar, nuevamente, en su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard , el honor de hablar ante el parlamento de la humanidad.
Es muy probable que el mandatario acuda a Nueva York este mismo año, coincidiendo con la presidencia de México del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el mes de noviembre. Será una presencia importante para dar realce al muy buen trabajo que la representación mexicana ha tenido en el Consejo y para marcar, con una señal característica y distintiva, su participación en éste en tiempos de la 4T.
La apuesta por un multilateralismo “eficaz” fue el eje del discurso de Ebrard . Apoyo irrestricto a la OMS. Desde un inicio México planteó, con un gran eco en la comunidad, la necesidad de garantizar acceso equitativo y universal a material médico y vacunas y que estas últimas sean bienes públicos.
En donde el discurso del canciller cruje (y seguramente crujirá más en noviembre con la COP de Glasgow) es en los compromisos del país con la reducción de emisiones. En su discurso, Ebrard enfatizó el apoyo al Acuerdo de París y la contribución de México a los compromisos de mitigación y adaptación. Pero hemos subido en la lista de los emisores y la política energética parece divorciada de prioridades ambientales. Nos sentarán en la esquina de los que no cumplieron.
Otro tema que provoca controversias es nuestro apego a los objetivos del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (Pacto de Marrakech). El país es hoy presa de su propio discurso de nación hospitalaria cuando tantos haitianos reciben un trato degradante.
Finalmente es de celebrar, tanto el impulso a la igualdad de género, como a la protección de niñas y niños en conflicto y una seria y consistente defensa de la participación de las mujeres en la resolución de conflictos y en reconocer su papel en todos los procesos de paz.
Mientras México seguía debatiendo la sensatez de invitar al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, a hablar durante las fiestas patrias, otro líder latinoamericano estaba dejando una impresión altamente positiva en Washington, DC. Iván Duque , presidente de Colombia, viajó a Estados Unidos para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas, y para sostener pláticas bilaterales con la administración de Joe Biden. Además, dio una presentación apasionada, elocuente, en el Wilson Center, uno de los principales think tanks del mundo, en la que hizo una revisión de sus prioridades para Colombia, para la relación bilateral y para Latinoamérica.
Sus temas gemelos fueron “la paz y la legalidad”, con el mensaje de que la paz es imposible sin el Estado de derecho. Además, demostró claramente que Colombia está abierta y recibe con los brazos abiertos la inversión extranjera, y que la santidad de los contratos es prioridad para atraer dinero al país.
Finalmente, envió un mensaje claro de que cualquier gran iniciativa en la región que no incluya a Estados Unidos está destinada al fracaso y, por tanto, contemplar un reemplazo para la Organización de Estados Americanos (OEA) sin Estados Unidos es absurdo.
Duque enfrenta un ambiente político complicado en su país, con elecciones en 2022, pero ha demostrado claramente que es un líder del siglo 21 cuya meta es unir a su país, traer paz y prosperidad duraderas, atender los principales desafíos de nuestro tiempo, como el cambio climático, y mejorar las relaciones exteriores y la estatura internacional de su país. Otras naciones en la región serían afortunadas de tener tal liderazgo en estos momentos.
En América Latina se piensa que al invocar el concepto de “soberanía” se compensa la subordinación y se corrige la incompetencia. En esta región, el adjetivo “soberano” es instrumento de gobiernos impotentes para aparentar independencia de las potencias dominantes y controlar los ánimos populares.
La costumbre latinoamericana del discurso soberano se acentúa donde se gobierna con autoritarismo. La dictadura militar argentina entre 1966 y 1973, iniciada por Juan Carlos Onganía, intentó encubrir sus calamidades y su subordinación a EU con las apariencias de soberanía que resultaban de un programa de proliferación nuclear sin futuro, pero de discurso estridente.
Durante la Guerra Fría, el régimen comunista en Cuba propagaba ideas de resistencia soberana, al tiempo que subyugaba a la población de la isla y se sometía al imperialismo soviético. En las últimas semanas, el concepto de “soberanía” ha colmado las declaraciones de los regímenes autoritarios de la región y, sin embargo, los mensajes que se han pronunciado contra la OEA, los enfrentamientos simbólicos contra EU y las deferencias intrascendentes hacia China han sido poco más que demostraciones de vulnerabilidad y sumisión. La política exterior vistosa y vana a la que aún recurren los autoritarismos latinoamericanos está hecha de apariencias y no tiene mayor consecuencia que la manipulación de las pasiones de la población incauta.
La estrepitosa derrota de la coalición gobernante “Frente de Todos” en las elecciones primarias amenazó mucho más que la pérdida de mayoría en el Congreso, la cual pondría en jaque el resto de su gestión. La afrenta pública de la vicepresidenta Fernández de Kirchner y la renuncia de cinco ministros tras los recientes comicios, dejaron al presidente Alberto Fernández en una compleja disyuntiva en la que finalmente optó por apaciguar las aguas peronistas.
En esta jugada de ajedrez, la vicepresidenta exhibió su poderío como rey de facto, logrando el regreso de viejos conocidos al tablero del poder. La movida degradó el liderazgo del verdadero rey a su paso, y con ello, la certidumbre política del país. El dúo parece ignorar el trasfondo del resultado al recurrir a medidas que pretenden resolver, en un mes, la impopularidad con populismo para recuperar el terreno perdido. Ante esto, no debe subestimarse la relativa paz social que vive el país desde la crisis del 2001, pues el creciente deterioro económico puede erosionarla en un pestañeo. Para evitar un jaque mate, el gobierno del rey-alfil tendría que poner la mira en el pueblo como ciudadanos, no solo como votantes.