San José.— Sin ser lanzadas al vacío por un ebrio desde el balcón de un quinto piso, ultimadas a balazos o a puñaladas en una callejuela por celos de sus compañeros o excompañeros sentimentales o asfixiadas con una almohada en su alcoba matrimonial en un arranque de ira del novio, esposo o amante, las latinoamericanas y caribeñas retrocedieron en su participación laboral por culpa de un joven agresor sin nexo amoroso: el coronavirus.

A las trabas para sumarse con plenitud al mercado de trabajo en América Latina y el Caribe, un fenómeno que prosiguió como uno de los tipos de violencia menos visibles, sin agresividad y casi ocultos, las mujeres añadieron nuevas imágenes en 2022 al infaltable largometraje de feminicidios.

Colombia subió de 717 asesinatos de mujeres de enero a septiembre de 2021 a 758 en el mismo periodo de 2022, con un incremento diario que creció de 2.62 a 2.77, reportó el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de ese país. Colombia pasó de 24 mil 25 casos de violencia de pareja de enero a septiembre de 2021 a 30 mil 492 en esa misma etapa de 2022, mientras que el número de víctimas femeninas de esos hechos, que no todos fueron mortales, aumentó de 21 mil 63 a 26 mil 377 en ambas fases, según el instituto.

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Cuba llegó en octubre anterior a 32 feminicidios en 2022, con 36 en 2021, por lo que “de continuar” la tendencia “superaría los crímenes de ese tipo” del año pasado, anticipó el (no estatal) Observatorio de Género de Alas Tensas, revista independiente digital cubana de género y feminismo en la isla. “Sin una respuesta real al problema de la violencia machista ni la participación del activismo, no se van a contener estas muertes evitables de mujeres”, recalcó. Los datos no pudieron ser contrastados con fuentes oficiales de Cuba. La revolución comunista cubana alegó repetidamente que uno de los factores por los que Cuba se diferenció de los demás países latinoamericanos y caribeños fue la ausencia del fenómeno de agresión a las mujeres.

El (estatal) Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia de Costa Rica, vinculado al Poder Judicial de esta nación, informó que esta nación documentó 13 feminicidios con datos oficiales al 23 de septiembre pasado, con un total de 19 en 2021 y 28 en 2020.

Al detallar que 10 de las 13 víctimas eran madres, precisó que 26 personas quedaron huérfanas, de las que 17 son menores de edad. Aunque en ese plazo se contabilizaron 34 muertes violentas de mujeres, 17 “están pendientes de ser clasificadas” y en cuatro se descartó el feminicidio, puntualizó.

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Los asesinatos de mujeres y feminicidios en Guatemala entre enero y septiembre llegaron a 550 en 2019; 344 en 2020; 405 en 2021 y 458 en 2022, de acuerdo con el (no estatal) Observatorio de la Violencia de Diálogos, foro de análisis social de ese país.

Sobre los ocurridos en 2022, 56.11% ocurrió en espacios abiertos, en calles y en transporte público; 27.51% en domicilios particulares; 8.73% en otros establecimientos comerciales o públicos no residenciales y el resto en diversos puntos, aseveró el estudio; 80% pereció por ataques con armas de fuego y 20% por armas punzocortantes o contundentes o fueron estranguladas o linchadas. En el entorno del recuerdo, mañana, del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas, aseguraron que los feminicidios en la región aumentaron de 2 mil 795 en 2017 a 4 mil 91 en 2020. Los números de 2021 son parciales.

La estructura patriarcal de machismo, racismo y exclusión socioeconómica y otras formas para discriminar a las mujeres por preferencia política o ideológica, sexual, nacionalidad y creencias religiosas, siguió consolidándose en la región desde que, en 2020, se confirmó el primer caso de Covid-19. Luego de casi 13 meses de azote de la pandemia, los conflictos de desigualdad de género se agravaron y un flanco de fragilidad quedó evidenciado en el laboral.

“Si bien en 2021 hubo una recuperación (...) ha sido desigual y no logró cerrar la brecha de género: una de cada dos mujeres aún está fuera de la fuerza de trabajo; mientras que, en el caso de los hombres, la proporción es de uno de cada cuatro”, reveló un informe que la Cepal difundió. Las féminas “dedican más del doble de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que los hombres” en la zona, en un reparto de labores que surgió de “la división sexual” y se basó en “la reproducción de estereotipos que afectan la vida de mujeres y niñas”, aseguró la Cepal. “Como contracara de la distribución de los cuidados en los hogares, las mujeres tienen menos tiempo y oportunidades para participar del mercado laboral, para educarse, para participar en política y para el ejercicio de otros derechos en igualdad de condiciones”, dijo.

Tras destacar que el obstáculo “a la autonomía de las mujeres, es decir, a que puedan contar con la capacidad y con condiciones concretas para tomar libremente las decisiones que afectan sus vidas, se profundizó con la pandemia”, el reporte planteó que las mujeres enfrentan una saturación de sus funciones cotidianas. Los protocolos sanitarios como el aislamiento y el traslado de la educación y los cuidados “al ámbito de los hogares” repercutió en las mujeres con “una sobrecarga de tareas de cuidados que sumó a la pérdida masiva de empleo”, subrayó.

Basada en mediciones parciales efectuadas sólo en algunos países latinoamericanos y caribeños, la Cepal calculó que la contribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados a la economía oscilaría entre 15.9% y 27.6% del Producto Interno Bruto (PIB) y que 70% de ese aporte lo realizan las mujeres, en lo que describió como una “injusta distribución sexual del trabajo”.

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