Bruselas.— Con Jair Bolsonaro en la presidencia, Brasil está resucitando como un importante productor y exportador de armamento convencional, particularmente de aviones de combate, blindados y misiles.
Aunque el país aún está lejos de la robusta industria armamentista que tuvo durante la dictadura militar, detalla un informe del Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) sobre naciones emergentes en el negocio militarista.
“Brasil puede calificarse como un proveedor reemergente, aunque todavía no ha alcanzado los niveles de la década de 1980”. Los otros países con industrias armamentistas en crecimiento son Corea del Sur, Turquía y Emiratos Árabes Unidos.
“La trayectoria de Brasil difiere de los otros casos, ya que las exportaciones impulsaron el desarrollo de su industria de armas, y no viceversa”, detalla el documento. Entre 2000 y 2004, Brasil ocupó en promedio la plaza 29 en la lista global de naciones exportadoras de armamento, entre 2015 y 2019 avanzó a la posición 24.
En los 80, se encontraba entre los 15 mayores exportadores de armas; en ese entonces el sector se habría beneficiado de la guerra entre Irán e Irak.
El gigante latinoamericano estaría recolectando los dividendos de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva, quien adoptó políticas encaminadas a restaurar las capacidades de producción bélica.
“Durante la década siguiente, se ofrecieron numerosas exenciones fiscales y otros tipos de incentivos a las empresas involucradas en la producción militar. La estrategia de recuperación también se basó en gran medida en las asociaciones con empresas extranjeras como medio para asimilar la tecnología”.
Pone como ejemplo el programa conjunto desarrollado con Sudáfrica para la producción de misiles tierra aire A-Darter.
Otro factor que ha influido para impulsar la industria brasileña es la creciente demanda por parte de Indonesia y Afganistán, dos clientes de reciente data pero que conjuntamente concentran 38% de las compras exteriores. Otros clientes importantes son Ecuador, con 14% de las compras externas totales, Chile, con 11% y Líbano, con 6%.
Las exportaciones brasileñas son mayoritariamente aviones, como el EMB-314 para combate o entrenamiento, sistemas de artillería como el ASTROS-2 y misiles. Algunas de esas armas han parado en naciones frágiles e inestables, como Burkina Faso, Malí y Mauritania. En Burkina Faso, el avión EMB-314 ha sido utilizado en operaciones contrainsurgentes, detalla el reporte de SIPRI.
Al igual que el resto de los países examinados, Brasil depende de la importación de tecnología para el desarrollo y la producción nacional. La importación de motores constituye un importante impedimento para contar con capacidades independientes de producción.
El documento, elaborado por expertos como Pieter Wezeman y Diego Lopes da Silva, sostiene que la diversificación de las transferencias globales de armas mediante la aparición de nuevos proveedores merece someterse a escrutinio. “La diversificación en el comercio mundial de armas a través del aumento de nuevos exportadores de armas significa que el mercado se convierte cada vez más en uno de compradores. Esto puede provocar que los proveedores sean menos restrictivos en sus ventas con el fin de aumentar la posibilidad de obtener acuerdos de exportación”.
Advierte que si bien los volúmenes de armas exportados por los proveedores emergentes son menores que los ya establecidos, como Estados Unidos, Rusia y Francia, la diversificación de los puntos de venta puede tener un impacto directo en las regiones más inestables.