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Ayer tenía que ser el día en el que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y los senadores republicanos mostraran unidad ante el reto más complejo que tienen por delante: la aprobación de una reforma fiscal, la que sería la primera victoria legislativa.
Sin embargo, la jornada estuvo marcada por ataques durísimos contra el mandatario por parte de senadores dentro de su propio partido.
La situación política que vive Estados Unidos ha provocado la división del Partido Republicano a unos niveles insólitos para un grupo que domina y controla todo el poder del país. El carácter indomable, sus formas rudas y algunas de sus decisiones han provocado deserciones y críticas, y ayer la implosión fue significativa.
A la hora del desayuno, Trump intercambió insultos con el senador Bob Corker (Tennessee), quien se ha convertido en uno de los más feroces críticos del magnate y quien renunció a la reelección de su asiento por las pocas perspectivas de victoria y las discrepancias con la Casa Blanca.
Trump calificó de “incompetente” al senador; Corker, por su parte, dijo que el presidente “degrada” a Estados Unidos y le pidió apartarse del debate por la reforma fiscal.
“Totalmente mentiroso”, con “gran dificultad con la verdad”, “pésimo modelo a seguir” e “incapaz de estar a la altura de las circunstancias”, fueron algunos de los calificativos que el senador usó para describir a un mandatario sobre el que hace días alertó que veía capaz de iniciar la “Tercera Guerra Mundial”.
El mal día siguió para Trump en el Capitolio, al que acudió para almorzar con los senadores de su partido. A su entrada fue recibido por manifestantes que lanzaron una lluvia de banderas rusas en miniatura y le gritaban “traidor”.
Pero eso no fue todo, la jornada le deparaba otra sorpresa mayúscula: el discurso devastador contra Trump y el anuncio inesperado del senador republicano Jeff Flake, quien renunció a la reelección de su curul por Arizona.
Flake, quien nunca fue un gran seguidor de Trump —escribió un libro contra los preceptos del trumpismo—, condenó desde el hemiciclo la “flagrante indiferencia por la verdad y la decencia” del clima político en Estados Unidos, en referencia clara al actual jefe de la Casa Blanca. “Que el cielo nos ayude”, exclamó en un momento, pidiendo a sus colegas legisladores “parar de pretender que la degradación de la política en el ejecutivo es normal. No es normal, es temerario, intolerable e indigno. Peligroso para la democracia”.
“Basta. Nos hemos engañado demasiado tiempo diciendo que un giro estaba a la vuelta de la esquina, con un retorno al civismo y la estabilidad”, añadió.
Flake justificó su renuncia a la reelección por motivos morales: “Es difícil ganar una primaria republicana cuando estás en desacuerdo con el presidente en casi todo”, expuso. Muchos ven el discurso de Flake como el gesto de un mártir para salvar la esencia del Partido Republicano, en plena metamorfosis por las exigencias y derivas de Trump.
La Casa Blanca, a través de su portavoz Sarah Huckabee Sanders, calificó la decisión de Flake y Corker de un “buen movimiento” para unos personajes “fanfarrones” y “mezquinos” por sus ataques al presidente.
Trump y el flanco duro de su administración consideran la renuncia de Corker y Flake una victoria porque alejan del Congreso a quienes ponen en duda sus políticas.