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"¡Un compañero necesita ayuda para recuperar su bicicleta!", pide en el grupo de Whatsapp del grupo Delivery Boys United (Repartidores unidos), y da la ubicación exacta de la emergencia. Ante lo que consideran "pasividad" de la policía, se han unido para defenderse de agresores y robos.
Tras ser víctima de una agresión, Vicente Carrasco, un mexicano de 39 años, decidió crear este grupo en marzo pasado para defenderse de los robos , especialmente de las bicicletas (eléctricas), que pueden costar más de 3.000 dólares y son su herramienta de trabajo junto al teléfono.
Cada noche, después de terminar la larga jornada laboral, él y un puñado de compañeros "deliveristas", como se hacen llamar en el mejor spanghish (mezcla del inglés y español), se juntan a la salida del puente de Queens del lado de Manhattan , por si algún colega está en apuros para ir a socorrerle.
"Si hay una bicicleta robada con GPS, la seguimos", explica a la AFP. Aunque la consigna es: "No vayan solos".
"Cuando somos muchos, siempre vamos a tratar de recuperarla. No queremos arriesgar mucho nuestra vida. No sabes si las personas están armadas", asegura.
El grupo de Carrasco trabaja junto a otros tres más, como "El Chapín en dos Ruedas", que reúnen a más de 1.000 repartidores de todo Manhattan, Brooklyn y Queens.
Su compañero José Rodrigo Nevares justifica esta organización: "Ésta es mi forma de vida. Yo como de esto. Alimento a mi familia, con esto pago mi renta, mis útiles. No puedo dejar no más así que se la lleven".
Recuerda que a un amigo lo mataron "a sangre fría" para robarle la bicicleta.
En lo que va de año, se han reportado varios ataques. A principios de octubre, mataron a un hombre de 51 años para robarle la bicicleta en Chinatown. En abril otro fue asesinado a tiros en Harlem. Y los atropellos son frecuentes.
Eric Adams, que espera ser elegido el próximo martes alcalde de Nueva York, ha prometido hacer más seguras las calles de la ciudad cuando asuma en enero.
A diferencia de otros grupos formados en torno a este colectivo de más de 65.000 personas solo en la Gran Manzana , los Delivery Boys United decidieron tomarse la justicia por su mano.
"Hicimos esto porque cuando llamas a la policía si te han robado, nunca llegan (...) Nos organizamos para poder defendernos, para estar más rápido", dice Carrasco, pero "no somos violentos", precisa.
En un colectivo en el que el 80% son indocumentados, según las asociaciones defensoras de sus derechos, muchos no acuden a la policía "por miedo, porque sabes que te vas meter en problemas", dice Nevares, antiguo camarero que se reconvirtió en repartidor tras perder su trabajo por el confinamiento para luchar contra el covid-19.
Muchos son los que se desmarcan de este tipo de prácticas de autodefensa que Carrasco trajo desde su estado de Guerrero natal.
"Agitan mucho la violencia y nuestro temor es que alguno termine herido", dice a la AFP Ligia Guallpa, del proyecto Justicia Laboral que lleva una década luchando por mejorar las condiciones de los colectivos de trabajadores más desprotegidos, casi siempre migrantes.
Pese a que durante la pandemia se convirtieron en personal esencial, las condiciones de este colectivo, donde trabajan sobre todo latinos, pero también africanos, asiáticos o bangladesíes, son "inhumanas", lamenta Guallpa.
"Estamos trabajando en una industria donde no existen protecciones".
Con un salario medio de 2.345 dólares mensuales, el gremio de repartidores no está equiparado con el resto de trabajadores del sector servicios que cobran un mínimo de 15 dólares la hora en Nueva York. Tampoco tienen horas extras ni seguridad social ni seguro médico ni derecho a crear un sindicato.
Según el reciente informe "Esenciales pero Desprotegidos: Repartidores de alimentos de las aplicaciones en Nueva York", elaborado por el Proyecto Justicia Laboral y el Instituto del Trabajador de la Universidad de Cornell, el 49% de los 500 encuestados para el estudio tuvieron un accidente o fueron atropellados durante su trabajo.
De estos, el 75% tuvo que pagar de su bolsillo los gastos médicos, el 54% había sufrido el robo de sus bicicletas y otro 30% fue víctima de asaltos.
En un pequeño logro de la organización de Guallpa, a partir del próximo año los repartidores podrán utilizar el baño de los restaurantes donde recogen la comida.
"Tenemos que cambiar el sistema, sino no estamos cambiando el problema de raíz", asegura Guallpa, que trabaja en colaboración con Deliveristas Unidos, el grupo más articulado del medio centenar que opera en Nueva York.
En los últimos cinco años, los ingresos de las apps de distribución de alimentos, crecieron más del 200%. El confinamiento disparó las ganancias.
"Ganan porque cobran tanto a los clientes como a los restaurantes y no tienen compromisos con los repartidores, que son trabajadores independientes", dice el informe.
"Hay familias enteras que dependen de esto", especialmente tras la pandemia de covid-19, dice Hildalyn Colón, asesora legal de los Deliveristas Unidos, que apuesta por la educación y la información para hacer cambiar el sistema.
Y es que la desinformación "alimenta el mercado negro", concluye.
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mhm