Dos semanas después de desatarse las protestas en Líbano, el primer ministro Saad al Hariri anunció que renunciaba a su cargo.
Hariri dijo que la situación de Líbano se encontraba en un punto muerto y que necesitaba de un choque para salir de la crisis.
Las protestas comenzaron en contra de los planes -ya cancelados- de cobrar impuestos por las llamadas realizadas en Whatsapp, pero después se tornaron en contra de la corrupción política y la crisis económica.
Una crisis que se evidencia, por ejemplo, en el nivel de deuda de Líbano, uno de los más altos del mundo.
En un discurso televisivo, Al Harari dijo que presentaría su renuncia ante el presidente de Gobierno Michel Aoun.
Las manifestaciones han reflejado los cismas dentro de la sociedad libanesa y la tensión ha obligado al cierre de 10 días de los bancos, al igual que muchas oficinas, escuelas y universidades.
El grupo militante chií, Hezbolá, que ha dominado el gobierno de coalición de Hariri, ha endurecido recientemente su postura contra las protestas.
El martes, hombres vestidos de negro leales a Hezbolá y otro grupo chiíta, Amal, destruyeron un campamento de protesta en el centro de Beirut, corearon consignas, incendiaron carpas y golpearon a manifestantes antigubernamentales. También se atacó un obstáculo establecido por los manifestantes.
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