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En los alrededores del viejo Palacio de Gobierno de La Paz, donde se gobernó Bolivia durante todo el siglo pasado y hasta mediados de 2018, este jueves se vieron varias caras conocidas.
Son varios de los que recobraron relevancia durante las recientes semanas de protestas callejeras que derivaron en la renuncia de Evo Morales el domingo pasado, y que ahora acarician el poder.
Dentro del viejo edificio construido en el siglo XVI, en horas de la mañana se presenta la flamante presidenta en funciones de Bolivia, Jaenine Áñez, para brindar una corta conferencia de prensa.
Desde el patio, reitera que su gobierno es de transición y uno de sus principales objetivos es llamar a nuevas elecciones sin la participación de su predecesor, ahora asilado en México.
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El movimiento en el lugar contrasta mucho con lo que se ve en las afueras de la Casa Grande del Pueblo, la torre de más de 20 pisos que Evo mandó construir y desde la que pretendía gobernar hasta 2025.
Su objetivo de mantenerse en el poder durante cuatro mandatos consecutivos fue truncado por las numerosas denuncias de irregularidades en la elección presidencial del 20 de octubre pasado y que ocasionaron la crisis política que le costó el cargo.
Este jueves, el edificio lucía sin vida, con algunos militares con uniforme de campaña resguardándolo y vehículos y motos policiales circulando por los alrededores.
Aquel contraste entre la vieja y la nueva casa de gobierno es apenas uno de los símbolos que la administración de Jeanine Áñez ha utilizado para tomar distancia con lo que hizo Evo Morales.
Acá ahondamos en esa y otras de las distinciones más significativas de su controvertido mandato, tachado por el líder indígena y sus partidarios -locales e internacionales- como fruto de un golpe de Estado.
1. El viejo Palacio
Durante años, uno de los principales reclamos de los detractores de Evo Morales fueron los derroches que le atribuían.
Sus constantes y diarios viajes en helicóptero o su lujoso avión presidencial (que debió pertenecer al club de fútbol Manchester United) eran algunos de los ejemplos que presentaban.
Pero ninguno fue tan emblemático como la Casa Grande del Pueblo, estrenada recién en agosto del año pasado, con helipuerto y un piso que sirve como una suite presidencial con todo y gimnasio privado.
Dentro y fuera del edificio se pueden ver murales y cuadros que exaltan símbolos originarios con vivos colores.
Durante los últimos meses de mandato, las críticas se centraron en el hábito presidencial de trasladarse en helicóptero desde su residencia hasta sus oficinas en la Casa Grande.
Y lo primero que hizo Jeanine Áñez, una vez asumió la presidencia -en una sesión de la Asamblea Legislativa Plurinacional (Congreso) que los parlamentarios de Morales no reconocen- fue cambiar ese escenario: ir al viejo Palacio de Gobierno a recibir la banda presidencial y la medalla de Bolívar.
Ese martes, se dirigió al país por primera vez desde el balcón del viejo edificio y en sus interiores posesionó a su nuevo gabinete al día siguiente.
Pero esa no fue la primera señal que lanzó en sus dos días de estreno…
2. Dios volvió a Palacio
Áñez recuperó una vieja costumbre que había sido olvidada durante los casi 14 años de mandato de Morales.
Reincorporó desde el primer minuto la Biblia en los actos oficiales de gobierno.
El martes por la tarde, el país apenas se enteraba que tenía una presidenta en funciones, mientras Áñez ya cargaba entre sus brazos una enorme edición del libro religioso como señal de que Dios volvió al poder en Bolivia.
En todos los discursos que hasta ahora ha realizado la mandataria se hicieron referencias a la religión y en la posesión del nuevo gabinete ministerial 9 de las 11 nuevas autoridades hicieron la señal de la cruz con la mano derecha.
Nada parecido al combativo puño izquierdo levantado que predominó entre los diferentes ministros y viceministros que acompañaron a Evo.
"Juran por Dios, por la patria y por la Constitución Política del Estado", dijo la mandataria en el momento de posesionar a sus colaboradores más próximos.
"Queremos que Dios vuelva a Palacio", repitió insistentemente el dirigente cívico de Santa Cruz Luis Fernando Camacho a lo largo de las protestas contra Evo, e inició todas sus concentraciones públicas con una oración.
Camacho acabó lográndolo: muy pocos minutos después de la renuncia de Morales, el dirigente cívico depositó una Biblia en el patio del Palacio boliviano.
La Constitución promulgada por Evo hace una década convirtió a Bolivia en un Estado laico, sin embargo eso parece no importarle mucho al gobierno de Áñez.
3. El gabinete
Morales tuvo diferentes gabinetes y en muchos de ellos la predominancia fue de colaboradores de clases medias y altas de las principales ciudades del país.
Sin embargo, mantuvo puestos que casi siempre estuvieron reservados para sectores indígenas, campesinos u obreros como la Cancillería, donde siempre lo acompañaron representantes de pueblos originarios.
De las nuevas autoridades que colaborarán con Áñez la mitad vienen de los dos departamentos que fueron históricamente los más enfrentados con Evo: Santa Cruz y Beni (ambos en el oriente del país).
https://twitter.com/JeanineAnez/status/1194784202098651136
La presidenta en funciones, quien es beniana, fue durante sus años de opositora parte de los movimientos autonomistas que acusaban a Morales de practicar un centralismo político en desmedro de las regiones.
El nuevo gabinete también está conformado por políticos que se declararon contrarios al expresidente desde el primer momento y como ministra de Comunicación apareció una periodista que realizó críticas y denuncias constantes contra el extinto gobierno de Evo.
4. La tercera bandera
Y si la composición del gabinete fue una señal de que el poder político comenzó a asentarse en nuevas regiones, la aparición de una tercera bandera en Palacio de Gobierno también lanza un mensaje.
En los actos oficiales, además de la bandera boliviana y la wiphala (emblema de los indígenas de tierras altas), ahora se puede ver un estandarte con la imagen de una flor de patujú, típica del oriente del país.
Aquel símbolo fue portado por diferentes movilizaciones de pueblos originarios asentados en los departamentos de Santa Cruz y Beni, varios de ellos enfrentados con Morales en los últimos años.
Una de las dudas en las horas previas a la llegada de Áñez al poder era si el nuevo gobierno en funciones mantendría a la wiphala flameando al lado de la bandera tricolor de Bolivia.
La decisión finalmente no fue sumar un emblema, sino sumar otro símbolo como un mensaje más de que este gobierno no quiere parecerse al anterior.
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