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ALOTENANGO, Guatemala.— La lava ardiente seguida de nubes de ceniza tomó desprevenidos a los pobladores del caserío El Porvenir. Imelda López Morales y su familia apenas lograron salir con vida, pero dos de sus sobrinos están desaparecidos.
En el municipio de Alotenango, ubicado frente al Volcán de Fuego, decenas de personas están refugiadas en escuelas, casas particulares y el parque central. Son los pobladores del caserío El Porvenir y otras comunidades, cuyas casas quedaron sepultadas bajo las cenizas de la erupción del pasado domingo.
“Nos agarró desprevenidos, miramos que el volcán estaba haciendo erupción, pero creímos que iba a pasar como en otras ocasiones; todo pasó en un abrir y cerrar de ojos”, relata Imelda al recordar esos minutos de terror que vivieron poco después de la primera explosión.
Entre lágrimas, cuenta que veía mucha gente corriendo para todos lados, gritaban que salieran porque los ríos de lava venían arrasando con todo lo que encontraban a su paso.
“Mis sobrinos Franklin José, de 15 años, y Juan Carlos, de 13, dijeron que iban a ver a la carretera, pero ya no supimos nada de ellos”, señala entre lágrimas. Dice que los ha buscado, sin suerte, entre los refugiados en la escuela de la localidad.
El mismo dolor sufre Mirsa Tomás Zacarías, de 28 años de edad, quien desconoce el paradero de sus sobrinas Keny Yaneth, de 15 años, y Emilí Ramos, de sólo 7 años; supone que no lograron escapar.
“Unas personas nos dijeron que vieron cuando la lava las alcanzó en un callejón cuando intentaban escapar”, relata con el rostro desencajado.
Señala que el domingo vieron que el Volcán de Fuego arrojó cenizas pero creyeron que era normal, como había ocurrido en otras ocasiones y que todo volvería a la normalidad. Sin embargo, la situación se tornó tensa y empeoró cuando vieron a lo lejos los ríos de lava que descendían de forma rápida hacía las comunidades.
Mirsa tuvo suerte. Ella, su esposo y sus hijos, de 6, 4 y 2 años de edad, lograron salir con vida.
“Guardo un poco de esperanza en mi corazón de que están vivos [sus familiares], quiero pensar que están en algún otro albergue”, señala Mirsa.
En este refugio se encuentra don Rodolfo Díaz, quien también logró salvar a toda su familia.
“Mi mamá, mis hijas, hermanos, sobrinos, nietos. Gracias a Dios, todos logramos salir con vida”, dice.
En este municipio, que tenía más de 15 mil habitantes, se observa el ir y venir de camiones con ayuda humanitaria; efectivos del ejército de Guatemala y voluntarios se alistan para su reparto.
En tanto, la gente mantiene la mirada en el volcán, rodeado de nubes y un resplandor color naranja, mientras empieza a sepultar a sus muertos, los primeros de los 75 que se contaban oficialmente, hasta ayer.