Bruselas.— La pandemia de coronavirus no será sofocada en tanto siga prevaleciendo una política de vacunas mezquina, asegura Carlos Correa, director Ejecutivo del South Centre.
“Parte del problema es el hecho de que hay una demanda insatisfecha y hay una capacidad de producción que no ha sido utilizada como consecuencia de una política mezquina en cuanto a compartir las tecnologías que hubieran permitido aumentar la oferta de vacunas de una manera más rápida”, dice a EL UNIVERSAL el titular de la organización con sede en Ginebra enfocada en el estudio de los países en desarrollo y la cooperación sur-sur.
Considerada una autoridad internacional en materia de comercio y propiedad intelectual, Correa señala que los países ricos ya están confrontándose con el efecto bumerán causado por el acaparamiento de dosis.
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La larga convivencia del virus con poblaciones de la India dio origen en abril y mayo a la variante Delta de coronavirus, hoy el principal dolor de cabeza no sólo de los servicios sanitarios de las naciones menos favorecidas.
En un foro celebrado el 2 de marzo bajo patrocinio de eurodiputados de la Izquierda Unitaria Europea, un grupo de expertos alertó sobre el incumplimiento del compromiso global por hacer del biológico un bien común para la humanidad.
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Denunciaron que las empresas farmacéuticas estaban limitando el acceso a medicamentos y actuando puramente en términos económicos, sin que los gobiernos llamaran a rendir cuentas, a pesar de que los productos desarrollados fueron con el apoyo de miles de millones de euros en subvenciones públicas.
Cuatro meses después de encender las alarmas, Carlos Correa, quien participó en dicho evento online, describe el programa mundial de vacunación acentuando los términos de “desigual e inequidad”.
“Hay una tremenda asimetría, una expresión de falta de solidaridad internacional que tal vez pase como uno de los hechos más lamentables de este siglo”.
Señala que es insostenible el argumento de quienes dicen que los países más desarrollados deben llevar la mano en el reparto como forma de compensación por haber sido ellos los que pusieron los dineros para producir la vacuna en tiempo récord.
Afirma que en la comunidad de naciones de la que todos formamos parte debe prevalecer el principio básico de solidaridad y cooperación. “Pero ha habido una falta radical a estos principios”, ignorando criterios como el establecido en septiembre pasado por la Organización Mundial de la Salud.
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En su momento, la autoridad sanitaria global planteó que una vez que fueran desarrolladas las vacunas debía asegurarse que al menos 20% de la población de todos los países recibirá la protección. “No se aplicó en lo absoluto”, en parte, porque los organismos internacionales carecen de las herramientas necesarias para hacer cumplir los compromisos.
En entrevista, el abogado y economista de la Universidad de Buenos Aires, señala que Europa no ha sido lo generosa como presume la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el Alto Representante de la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell.
“Los europeos han acaparado como el resto, han adquirido mucho más dosis de las que necesitan y están compitiendo con los demás en esa carrera desesperada por asegurarse de vacunas. Es cierto que Europa ha contribuido al mecanismo Covax, como lo ha hecho Estados Unidos, pero de ninguna manera eso ha provisto una solución global”.
El objetivo de Covax era distribuir 2 mil millones de dosis en 2021, y al día de hoy va en el orden de 88 millones. La UE ha suscrito tres contratos tan sólo con Pfizer, el último tiene fecha del 20 de mayo, y consistió en asegurar 1.8 mil millones de dosis adicionales, equivalente a más de dos vacunas por habitante, si se toma como referencia el que deben aplicarse dos para alcanzar inmunización.
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El portafolio de vacunas de la UE está compuesto por contratos con seis compañías; de ellas, sólo están pendientes las entregas de las farmacéuticas Sanofi-GSK y CureVac, que aún no reciben el aval de la Agencia Europea del Medicamento para comercializar sus productos. Con CureVac, la compra inicial fue por 225 millones de vacunas, con opción a adquirir 180 millones adicionales. La población de la UE asciende a 446 millones. Más allá de Europa destaca Canadá, con compras cuatro veces más a su población. Las ganadoras de la guerra por hacerse de la vacuna “han sido unas pocas empresas que de golpe han hecho millonarios a sus accionistas”, afirma.
Pone de ejemplo el caso de Pfizer, que ha generado beneficios por 21 mil millones de dólares. Sostiene que cada vacuna ha sido comprada, incluso como parte del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax), las compañías reciben su remuneración. “Empresas nuevas, como Moderna o la alemana BioNTech, han ganado enormemente con la pandemia”.
Para recomponer el camino, sugiere como primer paso reconocer las fallas del proceso por parte de la comunidad internacional; en cuanto al remedio, “hay que acelerar los procesos de vacunación en los países más rezagados”. Un componente para alcanzar dicho objetivo es la eliminación de patentes para superar la escasez de oferta actual. Esto sería posible si todos los miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) aceptan activar el mecanismo de exención de determinadas disposiciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC).
De esta manera quedarían suprimidos los obstáculos a la transferencia de conocimiento y tecnología para la fabricación de las vacunas patentadas. En lugar de que las dosis de AstraZeneca salgan de su fábrica en Bélgica rumbo a Malasia, el país destino obtendría seguridad jurídica para producir el medicamento con fines internos y de exportación.
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La herramienta podría activarse sólo por el plazo requerido para lograr la cobertura global. Esto requiere del visto bueno de todos los socios de la OMC. “Hay una capacidad instalada en los países en desarrollo para producir más vacunas, pero no se ha aprovechado porque las empresas han sido reticentes a compartir sus tecnologías”, insiste.