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Madrid.— El regreso a clases en Europa se está produciendo de forma escalonada y desigual, porque los gobiernos no se ponen de acuerdo sobre cuál debe ser la estrategia para recuperar la enseñanza presencial.
La mayoría de los países del Viejo Continente se han ido incorporando progresivamente y con todas las precauciones (distancia social, grupos reducidos y mascarillas) a la nueva normalidad educativa, tras dejar atrás el pico de la pandemia; aunque lo han hecho de forma muy irregular.
En España, el retorno general a las aulas se hará a partir del mes de septiembre, que es cuando oficialmente comienzan los cursos, al igual que en otras partes de Europa, aunque muchas escuelas ibéricas reiniciaron parcialmente sus actividades desde mayo con la adopción de protocolos de seguridad, como en los demás territorios europeos.
La excepción es Suecia que, desafiando todas las tendencias, ha mantenido las aulas abiertas durante la crisis sanitaria, salvo las preparatorias y las universidades.
Las actividades deportivas y las tareas en grupo desaparecieron prácticamente de los colegios europeos que, en esta primera etapa, reflotaron sólo ciertos cursos y materias, con rotación de alumnos y grupos pequeños, compaginando las clases presenciales con la educación a distancia.
Tras los meses de verano, Europa previsiblemente entrará de lleno en la nueva normalidad educativa, pero adoptando un rígido programa de seguridad en la mayoría de los centros de enseñanza, a fin de garantizar un entorno saludable. La distancia social y la reducción de los grupos son las medidas más consensuadas por los países europeos.
Las autoridades mantendrán una especial vigilancia sobre el alumnado para evitar la expansión del contagio si se produce un rebrote del coronavirus, como ya sucedió en Francia que, después del inicio del desconfinamiento en mayo, cerró temporalmente más de 70 escuelas primarias, de las 40 mil que había desbloqueado la semana anterior.
Los ministerios de Educación y Sanidad de España proponen para las etapas de infantil y primaria que las escuelas organicen grupos acotados, de preferencia con 15 alumnos y hasta un máximo de 20 que, según las autoridades, se podrán socializar sin mantener la distancia interpersonal de forma estricta, porque se trata de grupos de convivencia estable que podrían funcionar también en otros estadios de la enseñanza.
En la última etapa de primaria, en la secundaria y el bachillerato, los espacios se reordenarán para que haya una separación de al menos 1. 5 metros entre las mesas del aula, una medida que con ligeras variantes se ha generalizado a nivel europeo.
En Francia, el regreso a las aulas comenzó a producirse gradualmente a mediados de mayo, aunque en grupos pequeños (15 alumnos) y con la obligación de utilizar mascarilla, salvo en el caso de los más pequeños. La enseñanza presencial ha sido rotativa y se ha complementado vía telemática.
En Alemania son los Länders (estados federados), quienes tienen las competencias educativas, los encargados de programar el regreso a las aulas, que arrancó en el mes de mayo en cursos determinados y con grupos reducidos. Algunos Länders obligan a los alumnos a llevar tapabocas en los pasillos y en el baño de los centros educativos. La mayoría de profesores lo utilizan y recomiendan su uso a los alumnos.
En Italia, un informe del comité científico-técnico creado para estudiar el desconfinamiento en el país indica que para reabrir los colegios en septiembre se necesitará distanciamiento físico de al menos un metro en las aulas y espacios comunes, así como mascarillas obligatorias para los mayores de seis años.
En Reino Unido, 43% de los padres de niños de primaria, y 54% de los de secundaria manifestaban su temor al regreso a las aulas en el mes de junio. Las reservas son aún mayores entre los profesores, los sindicatos, y las autoridades municipales. El gobierno británico no oculta su deseo de que los menores retornen a clase para que los progenitores puedan acudir al trabajo y la economía se recupere.
En Suecia, los centros educativos se mantuvieron activos durante toda la crisis sanitaria, con excepción de las preparatorias y las universidades, que apostaron por la enseñanza telemática. La Agencia de Salud Pública escandinava argumenta que la clausura de los colegios habría tenido efectos muy limitados en la propagación del virus, lo que contrasta con las medidas adoptadas por sus vecinos, Noruega, Dinamarca y Fin- landia, que cerraron las aulas a mediadas de marzo para abrirlas después gradualmente.
En cualquier caso, y más allá de los protocolos que adopten los respectivos países europeos para garantizar la seguridad sanitaria en las aulas en los próximos meses, la nueva normalidad introducirá cambios importantes en el sistema pedagógico. Casi todos ellos para peor.
“Lamentablemente habrá cambios, porque todo lo que hemos estado practicando, todas las nuevas metodologías, parece ser que se van a quedar aparcadas. Los grupos estables son el primer peligro que tendremos, porque pedagógicamente está demostrado que son los grupos cambiantes, flexibles, los que mejor funcionan en cuanto a enseñanza y aprendizaje”, señala a EL UNIVERSAL Noemí Santiveri, profesora de pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y diplomada en magisterio.
“De igual modo se van a resentir los proyectos, que se reducirán a la mínima expresión, porque implican movilidad y contacto. Al final acabaremos volviendo a las clases magistrales, que es justo lo que hemos intentado evitar en las últimas dos décadas. Habrá que tomar medidas para intentar paliar en lo posible este retroceso”, agrega la también portavoz de la Plataforma por una Escuela Inclusiva.
No todas las reincorporaciones al aula tendrán el mismo grado de dificultad. El retorno a la universidad, sobre todo por su masificación, es motivo de especial preocupación en España y otros países europeos.
“No está claro todavía cómo se va a hacer el regreso, pero sí está claro que la pandemia ha provocado cambios significativos en la universidad. A diferencia de lo que sería la escuela más reglada, la de los menores de 18 años, la universidad está muy masificada, lo que quiere decir que la enseñanza se va a hacer de forma presencial y no presencial, sea cual sea el panorama. Los grupos universitarios numerosos van a ser siempre no presenciales”, subraya la académica.
Uno de los problemas fundamentales es la falta de aforo, sobre todo en las universidades, pero también en otros centros de enseñanza media, porque la nueva normalidad exigirá más y mayores espacios como consecuencia de la subdivisión en grupos y el mantenimiento de la distancia social, por lo que gimnasios y bibliotecas podrían ser habilitados como aulas provisionales, al menos en España.
En la nueva normalidad los pediatras advierten que la responsabilidad individual se extenderá a los padres y madres, que deberán asumir como norma la obligación de no llevar a sus hijos a la escuela en caso de detectar síntomas, como fiebre o tos excesiva.
La Sociedad Francesa de Pediatría y la Sociedad Francesa de Medicina General establecen en un comunicado que hay muchos más beneficios que riesgos en el hecho de que los menores retomen la vida en colectividad, enfatizando la necesidad de recuperar cuanto antes la enseñanza presencial si se siguen manteniendo en Europa los actuales niveles de contagio.