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Un gusto amargo quedó en los labios de Azuha Sidi tras el beso con el que despidió a sus hermanos, quienes ayer dejaron su hogar —en un campamento de refugiados en el desierto africano de Tinduf, Argelia— para unirse al ejército saharaui y luchar contra Marruecos por el fin de la ocupación del Sahara Occidental.
Con la bandera de su país en una mano y las armas en la otra, decenas de saharauis que fueron exiliados de su territorio en 1975 respondieron al llamado de su presidente, Brahim Ghali, quien afirmó que Rabat había roto el alto al fuego, acordado en 1991, y declaró el estado de guerra.
El gobierno de Marruecos optó por el silencio durante las primeras horas.
La tensión entre ambas naciones escaló desde que, el 21 de octubre, activistas saharauis bloquearon el paso fronterizo de Guerguerat, que une a Mauritania con los territorios ocupados del Sahara Occidental.
El 2 de noviembre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) extendió por un año la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (Minurso), encargada de vigilar el acuerdo de paz y la cual debía llevar a cabo un referendo —que no se ha realizado— para determinar el futuro del territorio saharaui.
El viernes, militares marroquíes cruzaron la línea divisoria para romper el bloqueo en el Guerguerat, lo que ocasionó un intercambio de disparos con el ejército saharaui.
“El alto al fuego está roto”, sentenció Ghali.
“La violación del cese al fuego la comenzó Marruecos”, comentó a EL UNIVERSAL Hawari Ahmed Moulud, primer secretario de la embajada de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en México.
“La brecha de Guerguerat es ilegal, se abrió con la presencia de la Minurso y lo que hace es abonar al saqueo de los recursos del Sahara ocupado. Esa brecha no estaba en el acuerdo de paz y, después de las hostilidades, desde ayer estamos en guerra”.
Después del primer ataque, unidades saharauis bombardearon cuatro bases militares y dos puestos de control de Marruecos situados a lo largo del muro de seguridad que divide al Sahara Occidental en el territorio ocupado por Rabat y en las zonas liberadas por el Polisario.
En los campamentos de refugiados, narra Azuha Sidi, sólo quedaron las mujeres, los niños y los ancianos.
“Las mujeres no pueden ir a la guerra con los hombres”, dice. Los hombres de más de 17 años se enlistaron en los cuarteles para acudir al muro y unirse a las batallas.
Y aunque asegura que en el ambiente del desierto argelino —que los cobijó del exilio tras la invasión marroquí, hace 45 años— se respiran tranquilidad y esperanza, la muerte, dice, es un riesgo latente y cuyo precio están dispuestos a pagar para poder alcanzar la libertad.
**Con información de agencias