Las personas acosadas por los conflictos y que buscan refugio son las que adquieren mayor visibilidad a nivel internacional. Pero existen también millones de desplazados por el cambio climático, los desastres naturales o la degradación ambiental, cuyo éxodo pasa desapercibido, aunque sobrevivan a condiciones infrahumanas.
Fenómenos como las sequías, las inundaciones o la desertificación que arruinan cosechas, agravan las consecuencias de la guerra y obligan a cientos de miles de personas en el mundo a abandonar sus hogares en países como Somalia, Sudán y Yemen son algunos de los ejemplos más dramáticos de esta situación, resalta la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
La franja del Sahel, que cruza de este a oeste África y es especialmente proclive a sufrir condiciones extremas, Bangladesh y Myanmar en Asia y el corredor seco que se extiende por casi toda Centroamérica, en paralelo a la costa del Pacífico, son otros focos rojos de los desplazamientos por motivos climáticos.
Según datos de asociaciones humanitarias, 84% de estos refugiados está acogido en los países menos favorecidos o cercanos a zonas en conflicto, lo que obliga a muchos de ellos a migrar. Entre 2008 y 2015 se habrían producido más de 200 millones de desplazamientos provocados por los desastres naturales. Desde la década de 1970 ha habido un crecimiento exponencial.
“En Sudán del Sur hubo en 2019 más de 200 mil personas afectadas por las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales. En las últimas dos décadas se ha multiplicado el número de desplazados por el cambio climático.
“Se calcula que cada año 18 o 20 millones de personas se ven obligadas a desplazarse por estas causas”, dice a EL UNIVERSAL María Jesús Vega, vocera de la ACNUR en España. Según el monitoreo de distintas organizaciones humanitarias, sólo en 2017 se registraron 17.2 millones de desplazamientos internos relacionados con desastres naturales.
“Normalmente estos desplazamientos se dan dentro de los límites de los propios países, pero también se producen movimientos transfronterizos que, por lo general, retornan a sus lugares de origen cuando las condiciones extremas se han suavizado o desaparecido; aunque también está aumentando el número de los que permanecen durante años como desplazados en otros países, por lo que el drama se vuelve más duradero”, agrega la experta.
Como en cualquier crisis, los problemas derivados del cambio climático afectan a los grupos más vulnerables: niños, mujeres, ancianos e indígenas. En los inicios del éxodo, los desplazados se enfrentan a un caos total, con falta de agua y alimentos, por lo que su precariedad se incrementa considerablemente.
“Además, suelen estar indocumentados, lo que dificulta la protección y el control por parte de las autoridades. Muchas veces, niñas y mujeres son víctimas de trata por parte de los traficantes que buscan sacar provecho de la desgracia ajena”, lamenta Vega.
Por lo general los más afectados son habitantes de países pobres, con menos recursos, que no han podido luchar contra el fenómeno climático o han sido incapaces de adoptar medidas cautelares.
“Los Estados tienen que trabajar en la prevención de los desplazamientos, minimizar los riesgos y amortiguar los impactos por cuestiones ambientales, además de mejorar la protección de los derechos de las personas desplazadas. También tienen que trabajar sobre los movimientos internos y transfronterizos para que se reduzca el impacto ambiental en los asentamientos [de refugiados], ofreciendo respuestas más sostenibles”, dice la especialista de Naciones Unidas (ONU).
El calentamiento global tendrá un impacto a largo plazo en la vida de la gente, las ciudades y las comunidades. La pérdida del territorio completo de un Estado, o que un territorio se vuelva completamente inhabitable como consecuencia de los efectos adversos del cambio climático, puede hacer que muchas personas pasen a la condición de apátridas, advierten los organismos.
Los expertos apuestan por una mayor coherencia de las políticas vinculadas al cambio climático, para que los temas relacionados con los desplazamientos causados por los desastres naturales se puedan incorporar a la legislación de los países e incluirlos en la agenda global de manera prominente.
Un problema añadido para la elaboración de las estadísticas que permitirían llevar a cabo un enfoque más integral sobre este tipo de desplazamientos forzosos, es que la denominación de refugiado climático no está contemplada en el derecho internacional, por lo que no existen datos exactos sobre el número de personas que abandonan sus hogares como consecuencia del cambio climático o los desastres naturales.
El Banco Mundial (BM) calcula en sus proyecciones que en las próximas tres décadas se registrarán un total de 143 millones de desplazamientos internos provocados por el deterioro ambiental, de los que 86 millones se producirían en África, 40 millones en el sur de Asia y unos 17 millones en América Latina.