Tras la guerra en Gaza, durante este año se extendieron las protestas propalestinas y los actos de antisemitismo en las universidades de Estados Unidos, mucho antes de las elecciones.
Las protestas se extendieron al punto de que, en algunos casos, agentes policiales terminaron por irrumpir, incluso por las ventanas de los campus universitarios, para detener a cientos de jóvenes. De la Universidad de Nueva York a la de Columbia, a Yale y a la de California, la tensión creció.
En plena campaña electoral, el presidente estadounidense, Joe Biden, intentó posicionarse en medio y declaró que condenaba tanto “las protestas antisemitas” como a “aquellos que no entienden lo que está pasando con los palestinos”.
Entre la espada y la pared, algunos lo criticaron por no ser suficientemente proisraelí; otros, por no ser suficientemente propalestino. Las protestas fueron descritas como las mayores desde la Guerra de Vietnam, a inicio de los años 70.
El 18 de abril, “la policía desalojó un incipiente campamento propalestino instalado en Columbia por petición de la junta de Gobierno”. La incursión provocó una segunda acampada. Para el 26 de abril, las manifestaciones se habían extendido a 60 universidades estadounidenses, con más de 500 detenidos; fueron convocadas por distintos grupos, pero la mayoría tenía como objetivo mostrar su oposición a la guerra en Gaza y contra el gobierno israelí de Benjamin Netanyahu, así como que las universidades eliminaran las inversiones que mantenían en los fabricantes de armas.
Algunos manifestantes lograron que sus reclamos fueran atendidos. El Evergreen State College, por ejemplo, acordó crear un grupo de trabajo para delinear su “desinversión en empresas que se benefician de graves violaciones de los derechos humanos y/o de la ocupación de territorios palestinos”.
Daniel Álvarez, integrante del Centro de Estudios Mundiales del Mundo Musulmán de la Universidad Internacional de Florida, dijo en mayo a EL UNIVERSAL que el creciente apoyo a la causa palestina “puede estar influenciado por varios factores, incluyendo una reacción contra las políticas de Israel y las recientes acciones militares en Gaza, así como el acceso a la información globalizada a través de plataformas digitales que ha facilitado una mayor empatía y entendimiento de las condiciones de vida de los palestinos”.
En las universidades se cancelaron clases y celebraciones de graduación; hubo intentos brutales, pero infructuosos, de sofocar las protestas y agresiones de grupos opositores que aumentaron las tensiones. “Los estudiantes están señalando contradicciones entre el hecho de que se les pida que sean pensadores libres y luego verse desafiados cuando creen que están pensando libremente”, dijo el Dr. Manuel Pastor, profesor y director del Instituto de Investigación de Equidad de la Universidad del Sur de California al medio The Guardian.
Según Álvarez, “lo que es preocupante de todo esto es el antisemitismo, no de todos, pero sí de un número importante de estudiantes, que es muy visible; se dicen propalestinos, pero el apoyo que están manifestando es a Hamas, un grupo terrorista, y eso es preocupante”.
Colegios y universidades terminaron por endurecer las reglas en torno a las protestas e impusieron castigos más estrictos para los participantes, tras quejas federales sobre derechos civiles, demandas y un fulminante escrutinio del Congreso, que acusó a las universidades de tolerar el antisemitismo, después de que algunos manifestantes elogiaran a Hamas y pidieran violencia contra los israelíes.
Otra consecuencia
Las renuncias de dirigentes de los campus fue otra consecuencia de las protestas, sobre todo por el antisemitismo. La presidenta de la Universidad de Pennsylvania Liz Magill renunció en diciembre, tras críticas por sus declaraciones ante el Congreso, donde no fue capaz de decir que los llamados a favor del genocidio de los judíos violaban las normas de la universidad. En enero, la presidenta de la Universidad de Harvard, Claudine Gay, renunció en medio de acusaciones de plagio y críticas similares sobre su testimonio ante el Congreso.
Ante el próximo gobierno de Donald Trump, Abed A. Ayoub, director ejecutivo del Comité Antidiscriminación Árabe-Estadounidense, dijo que no creía que el magnate “pudiera hacer que los campus universitarios fueran más hostiles a las protestas propalestinas de lo que ya son”.
“Su elección para el Departamento de Educación, Linda McMahon, tiene menos experiencia educativa que (...) secretarios de Educación en el pasado y ha dicho poco públicamente sobre las protestas en el campus”, reportó el Times. Pero Trump prometió poner fin a este tipo de protestas y amenazó con sacar del país a los estudiantes extranjeros implicados en las mismas. Una de las promesas hechas en la Convención Republicana fue “deportar a los radicales proHamas y hacer que nuestros campus universitarios vuelvan a ser seguros y patrióticos”. La tensión está en el aire.