San José. – Luego de que un enfermo moderado, severo o grave logra vencer al coronavirus y culminar una fase de 50 días o más de internamiento en un hospital o en una clínica o aislado en su hogar, se enfrenta a una nueva vida sometido a múltiples reacciones de antipatía social, sin importar si es mujer o es hombre.

A siete días de que se cumpla un año de la confirmación de su primer caso en América Latina y el Caribe, el Covid-19 y su embestida incesante golpearon la salud mental de la región, con secuelas individuales, familiares, comunales y laborales y en los entornos generales de alguien que salió con vida del tránsito por el límite de la muerte.

Epidemiólogos, trabajadores sociales, sicólogos, sicoanalistas, siquiatras y otros especialistas recurrieron a una variedad de términos para describir la conflictividad y las respuestas humanas: perplejidad, negación, fatalismo, incertidumbre, estrés, soledad, desprotección, ansiedad, miedo, angustia, agresividad, hostilidad y… rechazo.

“Hay un antes y un después del coronavirus”, afirmó la costarricense Hannia Naranjo, subjefa del Servicio de Trabajo Social del Hospital México, de esta capital y uno de los más importantes centros de la salud pública de Costa Rica.

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“Antes y después en como desarrollamos las relaciones sociales, en nuestro mundo laboral y en aplicar estrategias para enfocar necesidades de las personas y esto puede implicar una reorganización familiar”, explicó Naranjo a EL UNIVERSAL.

“Algunas quedan con discapacidad permanente o temporal y eso provoca afectación laboral, dependiendo del trabajo. Cuando regresan a su casa requieren cuidadores, y no cualquier tipo de cuido, y apoyo sistemático de otros para solventar sus necesidades y sus parientes, por distintas razones, no están preparados para enfrentar esto”, ya sea por causas económicas o de otra índole, agregó.

“Estar grave y 40 o 50 días de internado genera repercusiones físicas al estar sin poder por sí solo de levantarse de la cama, caminar o ir al baño tras salir de la fase crítica y tiene que iniciar rehabilitación, terapia física y ocupacional para ir recuperando funciones. En sus casas y en la sociedad, la recuperación total es paulatina”, planteó.

Para el hondureño Augusto Aguilar, presidente del Colegio de Psicólogos de Honduras, “hasta cierto punto es normal la reacción y no solo en coronavirus, sino en cuanto a tuberculosos o de cualquier otra enfermedad contagiosa”.

“Es natural que la gente sienta temor a ser contagiada. En vez de fobia, hablemos de desconfianza y discriminación o actitudes negativas de la población hacia los que han salido del trauma de la enfermedad. Lo que pasa es que en nuestros países se descuidó mucho la salud mental y se atiende más la física: la mental retrocedió”, dijo Aguilar a este diario.

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A criterio del argentino Mario Dupont, psicólogo y psicoanalista de la Dirección General de Salud del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, “lo que se da (en ese país) es el temor y la discriminación cuando una persona está con Covid-19 en su casa y a veces genera malestar en los edificios. Existe esa discriminación”.

“Esto puede ser variable, de acuerdo con el lugar, el nivel social de la gente, al desconocimiento que pueda tener. Muchas veces los temores vienen de la mano del desconocimiento”, aclaró Dupont a este periódico, al acudir a su propia experiencia.

“En noviembre sufrí Covid-19 y no viví en lo absoluto nada de eso”, contó.

Valores. A juicio de la trabajadora social costarricense, “una cosa es saber lo que es el virus y otra es vivirlo y sufrirlo”.

“El antes y el después es para quien se está recuperando en lo físico y el significado de esa experiencia subjetiva por haber tenido la enfermedad. Puede haber una revisión del significado y del valor de la vida de quienes sobrevivieron y estuvieron al borde de la muerte”, puntualizó.

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Uno de los escenarios dramáticos que Naranjo debió enfrentar es el de la desintegración familiar por muerte de uno de los integrantes del núcleo.

“Hay familias que (por la epidemia) se quedaron sin jefa de hogar que dejaron hijos pequeños. ¿Qué va a pasar con ellos? ¿A cargo de quién quedan? ¿Cómo sobrellevan la pérdida de su madre, que era la única figura parental a su alrededor?”, indicó.

Existen casos de pacientes que, todavía contagiados, son remitidos a sus viviendas y se abren dificultades variadas, porque el responsable del cuido se expondrá a convertirse en portador.

“Si se carece de una condición material para el aislamiento, como en comunidades de alto riesgo social, la recuperación es muy compleja. Así sucede a quienes viven en hacinamiento o en cuarterías, con cinco o seis más en una misma habitación y comparten baño y otros aposentos con los demás y sin aislamiento”, describió Naranjo.

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“Al retornar a la cuartería sufre estigmatización o discriminación social, por el imaginario generado en torno al Covid-19 como si debiera de manejarse de manera silenciosa y que nadie se dé cuenta porque va a haber rechazo”, advirtió la especialista.