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San José.— El cuestionado gobierno de Nicaragua fue estremecido con la sorpresiva denuncia que el ahora ex embajador nicaragüense en la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, lanzó ayer en Washington al acusar a “la dictadura” del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, de violar los derechos humanos y violentar la democracia y la libertad.
Aunque la sacudida tampoco registró graves efectos políticos secundarios en el régimen, mostró fisuras internas en el oficialista y ex guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que retornó al poder en 2007 con Ortega y gobernará al menos hasta 2027 tras reelegirse en 2011, 2016 y 2021 con el mismo mandatario en comicios calificados como fraudulentos por la OEA y otras instituciones externas.
Como embajador de Nicaragua en la OEA, McFields acudió ayer a una sesión matutina virtual del Consejo Permanente de ese organismo en Washington y, en un mensaje de menos de seis minutos, dijo que “denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”.
“Tomo la palabra (…) en nombre de más de 177 presos políticos y más de 350 personas que han perdido la vida en mi país desde (…) 2018. Tomo la palabra en nombre de los miles de servidores públicos de todos los niveles, civiles y militares, y aquellos que hoy son obligados por el régimen de Nicaragua a fingir y a llenar plazas y repetir consignas porque si no lo hacen pierden su empleo”, reiteró.
Desde 2018 y sin libertad de prensa, en Nicaragua “no hay organismos de derechos humanos”, porque fueron cerrados, expulsados o clausurados, y tampoco hay partidos políticos independientes, explicó, al precisar que, sin elecciones creíbles, “no existe separación de poderes, sino poderes fácticos”.
“Tengo que hablar (…) aunque tenga miedo” y a pesar de que “mi futuro y de mi familia sean inciertos. Tengo que hablar porque si no lo hago, las piedras mismas van a hablar por mí”, alertó.
Fuentes opositoras en Managua dieron por descontado que, antes de romper con el régimen, McFields garantizó la seguridad de su núcleo familiar inmediato en Estados Unidos, aunque mantiene parientes en Nicaragua.
La cancillería nicaragüense informó ayer que McFields “no nos representa, por lo cual ninguna declaración suya tiene validez” y que el embajador en la OEA es Francisco Campbell.
El periódico La Prensa, el principal de Nicaragua, documentó 102 cambios en el cuerpo diplomático de ese país en 2021. Esta semana, aparte de McFields, dos hijas de un político del FSLN con más de 25 años como diputado dimitieron de embajadas de Nicaragua ante la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Reacciones
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, tuiteó que “valoramos el coraje” de McFields “y su compromiso con los valores” de esa institución continental. “Esta es la posición éticamente correcta”, recalcó, a la vez que le ofreció protección.
El “coraje” de McFields “inspirará a que la mayoría de los funcionarios que hoy son rehenes de la dictadura de Ortega puedan liberarse de tanta humillación, extorsión, chantaje y violencia”, pronosticó, por su lado, la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que sin éxito intentó negociar con el gobierno a partir de 2018 un arreglo a la crisis.
José Miguel Vivanco, exdirector para las Américas de Human Rights Watch, tuiteó: “Aplaudo la valentía del embajador de Nicaragua ante la OEA, quien sobreponiéndose al miedo, denunció (...) la crueldad del régimen que hasta ahora representaba”.
Al “denunciar internacionalmente a la dictadura genocida”, McFields “está en el punto correcto de la historia”, afirmó el abogado nicaragüense Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la (no estatal) Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos y asilado en Costa Rica.
El “ejemplo (del diplomático) debe ser seguido por el Ejército de Nicaragua y los funcionarios públicos y decir un alto y un basta a Ortega ante sus violaciones de derechos humanos contra el pueblo nicaragüense”, dijo Leiva a EL UNIVERSAL.
La abogada nicaragüense Vilma Núñez de Escorcia, presidenta del (no estatal e ilegalizado) Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, adujo, entre tanto, que “McFields hizo un llamado a los funcionarios públicos a no seguir callando la represión ni a seguir siendo cómplices (de Ortega y de Murillo”.
Consulta por este diario, Núñez alegó que “McFields llevó al pleno de la OEA una gran dosis de histrionismo, teatralidad. Lo interesante es saber por qué. Lo que él hizo hay que medirlo en su verdadera dimensión, sin exagerar”.
Historial
Como reportero de televisión en Nicaragua a inicios de la década del 2000, McFields tuvo acceso exclusivo a la residencia en Managua de Ortega, entonces ex presidente y eterno candidato presidencial opositor por el FSLN, en un privilegio que reveló cercanía entre político y periodista.
Hijo de David McFields, músico nicaragüense y veterano y ferviente militante del FSLN, y de la mano del político que le abrió las puertas de su hogar, el comunicador escaló en el decenio de 2010 en la delegación de su país en la OEA y el 27 de octubre de 2021 asumió como embajador de Ortega en ese foro.
Murillo alabó el 2 de marzo pasado el trabajo de “nuestro embajador” McFields. El19, página digital oficialista de Nicaragua, informó el lunes anterior de la presencia de McFields en un acto cultural en la OEA.
La mayoría de publicaciones de ese medio sobre el diplomático fueron eliminadas ayer.
La crisis en Nicaragua se agravó en abril de 2018 con mortales choques callejeros entre fuerzas policiales y paramilitares con los opositores, que exigieron democracia y libertad en Nicaragua y acusaron a la pareja gobernante de ser una dictadura dinástica y de represión política. La dupla rechazó los cargos, negó ser una dictadura y adujo que su gobierno sufrió un intento terrorista de golpe de Estado de los opositores con apoyo de EU.
El dúo se reeligió el 7 de noviembre anterior en comicios internacionalmente calificados como farsa por realizarse sin participación de candidatos opositores por estar presos. Ortega y Murillo anunciaron el 19 de noviembre el retiro de Nicaragua de la OEA al calificarla de injerencista.