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Washington
En un momento del documental Blue eyed (Alemania, 1996), la profesora Jane Elliot, educadora sobre racismo y protagonista del filme, se dirige a una audiencia totalmente blanca y les plantea un ejercicio: “Quiero que se pongan de pie cada una de las personas blancas que estaría feliz de ser tratada de la manera en que la sociedad trata a los ciudadanos negros”. Nadie se levanta. “¿No entendieron?”, insiste. Nadie se mueve. “Eso dice claramente que saben qué está ocurriendo y que no lo quieren para ustedes”, resuelve, “y me gustaría saber por qué están dispuestos a aceptar y permitir que les pase a otros”.
“No hay país en la historia mundial en el que el racismo haya tenido un papel tan importante y durante tanto tiempo como en Estados Unidos”, escribe Howard Zinn en su libro La otra historia de los Estados Unidos.
Desde su creación, la diferenciación entre blancos y negros, y la opresión de estos últimos, fue parte crucial del país: desde la esclavitud hasta la defenestración de los negros como algo de menos valor que un blanco.
El racismo no se solucionó ni con la lucha por los derechos civiles de la década de 1960 ni con los ocho años de Barack Obama, el primer (y único) presidente afroamericano en los más de 400 años de historia. Los sesgos y estereotipos de los negros siguen latentes, las desigualdades imperantes y modificadoras de la realidad. La vida que viven y pueden esperar los afroamericanos es muchas veces radicalmente opuesta a la que aspiran los blancos.
Una encuesta del Pew Research reveló que 92% de los afroamericanos creen que ser blanco da “muchas ventajas” a las que ellos no pueden aspirar. “El racismo no empezó ayer… Tenemos un racismo sistémico que está erosionando nuestra nación, desde el sistema de salud hasta el sistema de justicia criminal”, protestaba hace un tiempo el senador afroamericano demócrata Cory Booker.
Los sesgos implícitos en la sociedad tienen efecto en la educación, en el empleo, en el sistema judicial… en todo.
Los datos corroboran todo eso. Como también pasa con los latinos, las crisis afectan más que a nadie a las minorías. Todos los avances que pudieron conseguir con la expansión económica en la década de 1990 y a principios del milenio, se esfumaron con la Gran Recesión de 2008. Ahora, con la Gran Reclusión económica derivada de la pandemia del coronavirus, vuelven a sufrir las peores consecuencias y retroceder todo el camino recorrido.
Según los últimos datos oficiales, la tasa de desempleo de los negros es de 16.7%, por encima de 14.2% de los blancos. Su nivel de riqueza es ínfimo comparado con los blancos: los datos de una encuesta de la Reserva Federal de 2016 apuntaba que mientras el blanco medio tiene una riqueza de 171 mil dólares, la del afroamericano está en 17 mil 600 dólares. Una décima parte.
Las desigualdades económicas no acaban aquí. Los datos oficiales del último trimestre de 2019 apuntaban que un trabajador blanco gana 28% más que uno negro; las cifras del gobierno aseguran que un 20.8% de los afroamericanos se sitúan por debajo del umbral de la pobreza, en el que caen sólo 10.1% de los blancos.
Los negros son 40% menos propensos que los blancos a tener una casa en propiedad. En la lista Forbes de las 500 personas más ricas de Estados Unidos, únicamente hay cuatro afroamericanos.
Las bolsas de pobreza y las políticas públicas, especialmente la gentrificación, los expulsa de sus hogares y los recluye en comunidades segregadas en las que carecen de servicios, exponiéndolos todavía más a cualquier tipo de problema. El 9.7% de los afroamericanos no tiene seguro de salud, el doble que sus pares blancos.
Según las estimaciones de la Oficina del Censo de EU, 13.8% del país es afroamericano. A pesar de eso, un tercio de la población encarcelada es negra, multiplicando por tres la proporción demográfica que representan. Es más grave en algunos segmentos de edad: se calcula que uno de cada 20 afroamericanos de entre 35 y 39 años está en una cárcel estatal o federal.
Los negros son, sin lugar a dudas, más propensos a ser asesinados por policías que cualquier otra raza o etnia: dos veces más probabilidades que un latino, tres veces más que un negro.
Según un análisis del año pasado de la Rutgers University, “hay una probabilidad de alrededor de uno por mil que un chico u hombre negro será asesinado por un policía”. En Minneapolis, donde murió el afroamericano George Floyd, chispa de la situación de revolución que está imperando en el país, la situación de desigualdad está entre las peores de todo el país. Los negros de la región ingresan 44% de sus pares blancos, al colocarse como la segunda región urbana más desigual de Estados Unidos. En cuanto a discriminación policial, en un área metropolitana donde 20% es negra, los afroamericanos reciben 60% de las agresiones de las fuerzas de seguridad.