El ataque del viernes pasado en el Crocus City Hall ha sido un cruel recordatorio de que la amenaza terrorista sigue vigente, y debería encender las alertas por varios motivos.
El Estado Islámico, en específico la rama afgana de ISIS, conocida como ISIS-K, reivindicó la masacre, aunque el gobierno de Vladimir Putin señala a Ucrania de estar de algún modo detrás de lo ocurrido.
Hasta ahora, sin embargo, no hay evidencias que liguen a Kiev con el horror.
En cambio, no sería la primera vez que el Estado Islámico apunta a Rusia. ¿Por qué? Los islamistas no perdonan el apoyo que Putin dio en 2015 al presidente sirio, Bashar al-Assad, contra el Estado Islámico.
Pero tampoco hay que ir tan lejos. Putin lleva décadas enfrentando a los islamistas chechenos que operan en el Cáucaso norte.
Rusia tiene su historial de ataques islamistas sangrientos. Baste recordar la toma de 800 rehenes, por parte de los chechenos, en el Teatro Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002. En aquel momento, las fuerzas especiales rusas irrumpieron en el lugar, en una operación que dejó 120 de los rehenes y 41 secuestradores chechenos muertos.
Había pasado poco más de un año de los atentados terroristas de Al-Qaeda en Estados Unidos, y en aquel momento, haber sido víctimas del extremismo islamista, de algún modo, unió a ambos países.
Mucho más recientemente, en septiembre de 2022, ISIS-K atacó la embajada rusa, con saldo de una decena de muertos.
¿Por qué ahora?
El Estado Islámico ha tratado de mostrar que sigue vivo y coleando, a pesar de las veces que ha sido descabezado en operaciones estadounidenses.
El retiro de tropas de Estados Unidos de Afganistán, en 2021, terminó por dar nuevos bríos a los islamistas, que no dudaron en dar un “mensaje” a las “fuerzas invasoras” en agosto de ese año cuando, en plena retirada norteamericana, bombardearon el aeropuerto de Kabul. El ataque cobró las vidas de 170 civiles y 13 efectivos estadounidenses.
Amaq, la agencia noticiosa del Estado Islámico, posteó una declaración en Telegram, primero, y un video de la masacre, después, atribuyendo lo ocurrido en Crocus City Hall a este grupo terrorista.
Derivado de este atentado, hay dos consecuencias preocupantes: por un lado, la acusación del Kremlin contra Ucrania, un país con el que se encuentra en guerra desde la invasión rusa de febrero de 2022.
¿Hasta dónde puede llegar esa respuesta? El periódico Moskovsky Komsomolets hizo una temeraria insinuación: declarar a Ucrania “Estado terrorista” y “destruir al régimen de Kiev”.
El ataque ha despertado la furia e indignación de los rusos, que exigen que los culpables paguen. Para Putin, el ataque es un duro golpe, si se considera que una semana antes arrasaba en unas presidenciales a las que llegó sin competencia, pero teniendo la seguridad como una promesa permanente. Necesita un culpable y una respuesta a su estilo. ¿Cuál será?
La segunda consecuencia tiene que ver con los presuntos autores del ataque. ISIS-K está advirtiendo que está de regreso. Si la decisión de Francia de elevar la alerta terrorista y de Italia de reforzar su seguridad son una señal, toda Europa y Estados Unidos están bajo amenaza. Con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina en París, la Eurocopa en Alemania y las elecciones estadounidenses de noviembre, los ojos deben de estar bien abiertos.