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Juan José Arévalo nunca quiso que sus hijos se dedicaran a la política. Las décadas en el exilio le habían mostrado al primer presidente electo de manera democrática de Guatemala (1945-1951) lo difícil que puede llegar a ser el poder.
Ya lo sabe su hijo, Bernardo, quien este domingo asume como presidente.
El hecho de haber alcanzado más del 60% de los votos en agosto pasado no le evitó largos meses de tensión con la Fiscalía, la cual ordenó la suspensión del Movimiento Semilla y llenó de obstáculos su llegada a la presidencia.
Juan José hubiera preferido que el cuarto de sus cinco hijos se dedicase al análisis de las rocas. Pero Bernardo no estudió geología sino diplomacia, donde dio sus primeros pasos en la política.
Ahora, con 65 años, reconoce que -pese a las dificultades que él mismo definió como un intento de "golpe de Estado" para evitar su llegada al poder- el nombre de su padre le abrió puertas. De todos modos, intenta trazar un camino propio.
"Yo no soy mi padre. Recorro el mismo camino que él, que los revolucionarios de 1944, que Jacobo Árbenz, pero no soy él", dijo en el cierre de la campaña que le permitió ganar las presidenciales en segunda vuelta el 20 de agosto.
Juan José Arévalo gobernó los primeros seis de los diez años de la llamada "primavera democrática". Un período de la historia Guatemala que empezó con la revolución de 1944, tras años de regímenes militares, y que terminó con el derrocamiento Jacobo Árbenz.
En la campaña del año pasado, su hijo hizo hincapié en la "nueva primavera", invocando al proceso revolucionario que lideró su padre hace 80 años. "Mi padre aparece en cada persona que me habla de los beneficios de aquella primavera que todavía sienten", recordó en el discurso.
Este es el recorrido de un hombre clave en la historia política de Guatemala, que explica parte de la identidad del nuevo presidente del país.
De la revolución al gobierno
La llamada "revolución de octubre" de 1944, en que las calles de Guatemala pasaron a ser el escenario de una serie de protestas que pedían dejar atrás las largas décadas de regímenes militares, explica la victoria de Juan José Arévalo.
El 1 de julio de 1944, la presión social de los manifestantes -muchos de ellos estudiantes, intelectuales, trabajadores y sectores de las Fuerzas Armadas- obligó a renunciar a Jorge Ubico, un militar que suprimió las libertades democráticas y que se mantuvo en el poder durante 13 años.
La ausencia de Ubico llevó a la conformación de un triunvirato militar con Federido Ponce Vaides, designado en ejercicio de la presidencia, con el objetivo de llamar a las urnas.
Pero después de cuatro meses, Guatemala seguía sin elecciones.
Fue por eso que, en la mañana del 20 de octubre de 1944, las protestas obligaron a Vaides a dejar el puesto. La renuncia de Vaides, sumada a la de Ubico, sepultó una época de regímenes autoritarios y dio paso a las primeras elecciones libres de Guatemala en diciembre de 1944.
Arévalo estaba exiliado en Argentina cuando fue convocado por el Partido de Renovación Nacional y el Frente Popular Libertador, dos formaciones surgidas después del levantamiento, para ser el próximo candidato a presidente.
Ya en Guatemala, en las elecciones de diciembre de 1944, Juan José Arévalo resultó electo presidente de ese país.
Antonio Colom Argueta, el abuelo de la antropóloga Alejandra Colom, profesora de la Universidad del Valle de Guatemala, era diputado del Partido Acción Revolucionaria en el momento en que Arévalo llegó a la presidencia.
Para ella, esa fue una época en la que los "ciudadanos de a pie empezaron a administrar el rumbo del país después de años de dictadura".
"La revolución significó libertad. Todo el aparato policíaco había dejado de tener el poder que el dictador Jorge Ubico le había dado. Juan José Arévalo pasó a ser así la figura con la que se identifican todos estos cambios", le dice la antropóloga a BBC Mundo.
Para ese momento, en Guatemala la compañía estadounidense United Fruit Company era dueña de más del 50% de todos los terrenos cultivables del país aunque solo tenía sembrados el 3%, según relatan los libros sobre la época.
No existían los autos sino que andaban en carretas tiradas por mulas, no había más que unas pocas escuelas y la economía se sostenía casi únicamente en la exportación de bananas y café.
Arévalo marcó un quiebre con ese pasado en Guatemala.
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Nuevos derechos laborales
Fue Arévalo quien firmó el Código de Trabajo de 1947 que puso fin a la llamada "ley de vagancia", que obligaba a los campesinos a trabajar 50 días al año en las haciendas. También incorporó el máximo de ocho horas, el salario mínimo, el descanso los domingos y habilitó a los sindicatos.
El trabajo infantil pasó a estar prohibido, el gobierno creó el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, legalizó el derecho a la huelga y el derecho al voto alcanzó a todos los varones mayores de edad y a las mujeres con capacidad de leer y escribir.
"Es una época recordada por la ampliación de los derechos de la ciudadanía", le dice a BBC Mundo Julieta Rostica, coordinadora del Grupo de Estudios sobre Centroamérica de la Universidad de Buenos Aires.
"Terminar con el trabajo forzado implicó desestructurar la hacienda como matriz societal de más larga duración que persistía del período colonial".
Estos cambios quedaron registrados en la Constitución de 1945, la base jurídica que hizo posible el proceso de cambio.
El concepto de "función social" de la propiedad, incluido en la Carta Magna,fue la base sobre la cual avanzó la reforma agraria impulsada por Jacobo Árbenz en 1952.
Para Laura Sala, investigadora del Instituto de Estudios de América Latina, no se puede comprender la historia reciente de este país sin mirar al proceso revolucionario.
"El proceso revolucionario es un momento de la historia que está presente en la sociedad actual", dice Sala y aclara que los sentidos de ese pasado son parte de las disputas actuales.
Después de los seis años de Arévalo, llegó Árbenz con ideas más radicales que las de su predecesor y terminó por renunciar presionado por un levantamiento militar en su contra con apoyo de Estados Unidos.
La reforma agraria fue el límite de lo soportado por los conservadores en el país, que, respaldados por el ejército, comenzaron a conspirar en contra del nuevo gobierno acusándolo de querer implantar el socialismo en ese país.
"La revolución guatemalteca puede ser leída como una revolución fallida porque el proceso de cambios radicales que impulsó fue interrumpido y revertido en 1954 a partir de una operación encubierta de la CIA", explica Sala.
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El recorrido intelectual
Además de político, Juan José Arévalo fue un referente en el mundo de las ideas.
Habiéndose graduado de maestro del Instituto Nacional Central de Varones, Arévalo formó parte de los "intelectuales de 1944" que lideraron el proceso revolucionario del país.
Trabajó como educador e inició su carrera literaria con libros como "Viajar es vivir" (1933), "Escritos políticos" (1945) y "El Tiburón y la sardina" (1956) desde donde pensaba su época.
"Arévalo era un intelectual comprometido con su tiempo, que se propuso consolidar la institucionalidad democrática en un país donde no existía nada parecido a la democracia", dice Sala.
En ese sentido, Arévalo impulsó una serie de reformas educativas que se convirtieron en la pieza central de su gobierno.
Avanzó con campañas de alfabetización, reabrió la Universidad Popular de Guatemala y las escuelas nocturnas para trabajadores, avanzó en la educación rural y en la formación de maestros.
En ese momento, el diputado Antonio Colom Argueta aprobó en el Congreso varias leyes asociadas a la educación, incluyendo la "ley de escalafón" entre los maestros.
"Mi abuelo hizo un discurso a favor de incluir a todos los maestros y maestras en el mismo escalafón, para no discriminarlos de los beneficios que ofrecía el nuevo sistema", recuerda la antropóloga.
En aquellos años, la presidencia de Arévalo reunió a centenares de artistas e intelectuales que antes de su victoria electoral habían vivido exiliados y representó el primer paso de los intelectuales en el gobierno.
El golpe de Estado y el exilio
La erradicación del trabajo forzado impulsado por Arévalo, seguida de la reforma agraria de Árbenz, representaron para United Fruit Company una amenaza a sus intereses en Guatemala.
"Esto lo logró en una coyuntura muy compleja con el inicio de la Guerra Fría, lo que llevó a que Arévalo fuese acusado de comunista", explica Rostica.
La poderosa compañía estadounidense, aliada a los sectores conservadores locales, empezó una campaña de desgaste del gobierno hasta que el 18 de junio de 1954 casi 500 soldados bajo el mando del coronel Carlos Castillo Armas llegaron desde Honduras a Guateamala para terminar con Árbenz.
El avance militar empezó a dirigirse desde la frontera a la capital. Fue así que, nueve días después, Árbenz renunció.
"He tomado una decisión de enorme trascendencia para nuestra patria, en la esperanza de detener la agresión y devolverle la paz a Guatemala. He determinado abandonar el poder", dijo en su último discurso como presidente.
Arévalo, que estaba en Chile en ese momento, decidió no regresar a su país. Debido a los años de exilio de su padre, el nuevo presidente de Guatemala nació en Montevideo en 1958.
Para las analistas, la frustración de la revolución dio inicio a una etapa marcada por la violencia política que desembocó entre 1978 y 1990 en 200.000 personas asesinadas y desaparecidas.
Pasaron 24 años desde su salida hasta que el expresidente Arévalo pudo regresar a Guatemala en 1978, donde vivió hasta su muerte en 1990.
La huella en el presente
Para Bernardo Arévalo es indudable que la historia de su padre explica su presente.
"El hecho de que me encuentre aquí, electo por el pueblo de Guatemala para gobernar, no es porque haya existido un sentido de proyección de mi padre hacia mí pero es indudable que el nombre de mi padre y sus principios pesan", dijo el presidente electo a CNN el día siguiente a la elección.
Para Colom, en la victoria de Arévalo estuvo presente la historia de su padre. "En especial en los adultos mayores y en personas de centro izquierda que lo ven como un ícono de la democracia", señala la antropóloga.
Según Laura Sala, investigadora del Instituto de Estudios de América Latina, es claro que el proceso revolucionario está presente en la sociedad actual "en los y las campesinas e indígenas, en los trabajadores, pero también en las fuerzas conservadoras".
Los años de Arévalo son el recuerdo de una época de "ampliación sustantiva de los derechos" para una parte importante de la población, según dice Julieta Rostica, de la Universidad de Buenos Aires.
"A Juan José le tocó la construcción de una democracia sustantiva, a Bernardo le tocará su reconstrucción", agrega.
Bernardo Arévalo se convierte así en el primer presidente progresista del país desde el derrocamiento de Jacobo Árbenz en 1954.
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