Moscú. El ruso Sergei Shoigu, que abandonará la cartera de Defensa tras 12 años en el cargo, se ganó a pulso el apodo de ministro de la guerra, ya que dirigió personalmente durante la última década las operaciones militares del Kremlin en Siria y en Ucrania.
Pese a ser un estrecho colaborador del líder ruso, Vladimir Putin, Shoigu ha sido muy denostado por halcones y expertos militares por la falta de avances en el frente ucraniano, especialmente por el fallecido fundador de Wagner, Yevgueni Prigozhin, su acérrimo enemigo.
La imagen de Shoigu estará vinculada para siempre con la anexión de Crimea, el rescate del régimen del presidente sirio Bashar al-Assad y la mayor intervención militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
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Shoigu, un hombre de perfil bajo que ha compartido vacaciones en Siberia con el jefe del Kremlin, es el perfecto parapeto para Putin, ya que se lleva todas las críticas en las derrotas y ninguno de los halagos en caso de victorias en el campo de batalla.
Shoigu es el ministro más longevo de este país. Entre 1994 y 2012 ejerció como ministro para Situaciones de Emergencia, cartera que dirigía ya desde 1991, cuando éste era sólo un comité estatal. Ingeniero de formación, entró en política de la mano del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1988, en plena Perestroika, tras lo que se trasladó a Moscú.
Coincidiendo con la llegada de Putin al poder en el año 2000, Shoigu se convirtió en líder del partido Unidad, precursor del partido del Kremlin, Rusia Unida.
Según las encuestas, durante años fue el ministro más popular entre los rusos, que valoraban su prudencia, aparente falta de ambición escasa afición al populismo.
Sus detractores acusan a Shoigú de excederse en sus facultades al convertir el Ministerio en una estructura cuasi militar, a pesar de que sus funciones son combatir las secuelas de emergencias, accidentes y desastres naturales.
Shoigu fue nombrado ministro de Defensa en noviembre de 2012, meses después de que Putin regresara al Kremlin tras cuatro años como primer ministro.
Su nombramiento despertó no pocas críticas, más aún cuando su antecesor, Anatoli Serdiukov, otro civil, había dejado el cargo entre acusaciones de corrupción.
En marzo de 2014 coordinó la operación especial en la que soldados rusos tomaron los principales puntos estratégicos de la península de Crimea, tras lo que el Kremlin se anexionó ese territorio ucraniano, acción condenada unánimemente por la comunidad internacional.
Seguidamente, Moscú apoyó la sublevación armada prorrusa en el Donbás ,adonde acudirían, según Kiev, miles de soldados rusos, que se tomaban vacaciones en el ejército ruso.
Shoigu nunca lo reconoció, aunque era un secreto a voces que las milicias prorrusas eran apoyadas por fuerzas regulares rusas.
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Después de que Putin solicitara una coalición internacional antiterrorista, el jefe del Kremlin ordenó a Shoigu en septiembre de 2015 el comienzo de la intervención militar en Siria, asolada por una guerra civil.
El ministro viajó en varias ocasiones a Damasco para coordinar con Al-Assad las acciones militares, tras lo que Moscú anunció un acuerdo de alto el fuego entre régimen y oposición en diciembre de 2016.
Como resultado, Moscú evitó el derrocamiento de Al-Assad, abrió dos bases militares y, lo que es más importante, recuperó la influencia perdida en Medio Oriente tras la caída de la Unión Soviética.
A su vez, el ministro forjó una estrecha relación de trabajo con Turquía con el fin de repartir esferas de influencia en esa región, el Cáucaso y Ucrania.
Desde entonces, Shoigu defiende que el país árabe sirvió como polígono militar para poner a prueba tanto las capacidades del ejército ruso, en particular de su aviación, como de su armamento moderno.
Es el caso de los misiles de crucero Kalibr de emplazamiento marino, que se emplearon primero en Siria y después en Ucrania.
De cara al público, Shoigu asumió al principio un papel secundario en la "operación militar especial" en Ucrania.
Se limitó a presidir las reuniones del colegio del Ministerio de Defensa, en las que desglosaba fríamente los éxitos de la campaña.
Sólo a finales de 2022 se atrevió a supervisar en persona la situación en el frente de batalla, especialmente después de las duras críticas por la acuciante falta de suministros.
En cuanto la campaña se atascó, Shoigu fue objeto de numerosas críticas por los humillantes repliegues de las tropas rusas,especialmente del norte de la región de Khersón, anexionada por el Kremlin varias semanas antes.
Algunos expertos y blogueros no dudaron en acusarlo de "negligencia criminal" y le recordaron que es un ministro de Defensa con nula experiencia militar.
También se llevó la peor parte cuando Putin decretó la movilización parcial de 300 mil reservistas, lo que provocó un éxodo de cientos de miles de hombres en edad militar.
Además de reconocer que el sistema de oficinas de reclutamiento no estaba preparado para tamaña tarea, tuvo que anunciar una inminente reforma del ejército.
Entre otras cosas, propuso incrementar el número de hombres del ejército ruso hasta el millón y medio, de los que la mitad serían profesionales, y retrasar el servicio militar hasta los 21 años.
Su destitución llega justo cuando el ejército ruso ha recuperado la iniciativa en el Donbás y en Kharkiv, escenario de una ofensiva rusa desde octubre de 2023, y después de que Estados Unidos aprobara finalmente el esperado paquete de asistencia militar a Kiev estimada en 61 mil millones de dólares.
Occidente le ha acusado de hacer la vista gorda antes los supuestos crímenes de guerra cometidos por los soldados rusos, especialmente al norte de Kiev y en la región de Kharkiv.
mgm