En su juventud fue un destacado atleta con perspectivas profesionales en el fútbol de reglas australianas, pero él optó por el sacerdocio y terminó ascendiendo al tercer puesto más poderoso de la iglesia católica hasta llegar a ser mencionado como posible candidato a Papa.
Todo se vino abajo, sin embargo, con su sentencia por abuso sexual de menores, un escándalo que ha sacudido tanto la Iglesia como su Australia natal. Este martes se hizo pública la condena: seis años de cárcel.
Y tal vez no fuera casualidad que la reciente cumbre sin precedentes en el Vaticano sobre abuso sexual de menores concluyó con una homilía de otro prelado australiano, el arzobispo de Brisbane, Mark Coleridge.
"Con el abuso sexual", dijo el arzobispo Coleridge, "los poderosos colocan sus manos sobre... los más débiles y vulnerables seres del Señor".
Y Coleridge bien podría estar describiendo a su coterráneo, el cardenal George Pell, pues son pocos los que han sido tan poderosos y luego caídos en desgracia dentro de la Iglesia católica.
Nacido en Ballart, cerca de Melbourne, en 1941 y, tras ser educado en el Convento de Loreto y el Colegio de San Patricio, Pell inició su entrenamiento para el sacerdocio en 1960 en la Universidad de Corpus Christi.
En 1963, viajó a Roma para continuar sus estudios y fue ordenado tres años más tarde en la Basílica de San Pedro.
Tras recibir un doctorado en Historia de la Iglesia de la Universidad de Oxford, regresó a Australia en 1971 para asumir el cargo de sacerdote asistente en Swan Hill, Victoria y luego parroquias alrededor de Ballart.
Para 1996, ya había ascendido a arzobispo de Melbourne, donde fue responsable de iniciar uno de los primeros programas para abordar directamente los reclamos de abuso sexual de menores.
El programa ofreció modestas restituciones de dinero a las víctimas y fue criticado por algunos que decían que fue diseñado para desalentar que los casos fueran a juicio.
Pero los adeptos lo consideraron una medida proactiva para lidiar con el abuso.
Pell fue después nombrado arzobispo de Sídney, antes de que el papa Juan Pablo II lo nominara al Colegio de Cardenales del Vaticano, en 2003, un puesto que le permitió votar en las elecciones papales.
En 2014, Pell regresó a Roma tras ser designado por el papa Francisco como prefecto del Secretariado de Economía, efectivamente encargado de las voluminosas finanzas del Vaticano.
Así le dio inicio a su cargo de cinco años en 2014 con oficinas en el primer piso del Palacio Apostólico.
Pell rápidamente empezó a aplicar nuevos estándares de contaduría: estableció el comité de vigilancia financiera de la Santa Sede para controlar transacciones sospechosas y se aseguró de que las cuentas bancarias del Vaticano fueran auditadas independientemente.
Proyectó una personalidad decidida aunque enfrentó bastante obstrucción.
Y entre algunos funcionarios era conocido como el "cardenal Rambo", aunque ese apelativo era más cariñoso que peyorativo pues Pell estaba teniendo un impacto positivo en las finanzas de la Iglesia.
El clérigo hizo su nombre como una figura determinada que defendía los valores tradicionales católicos, sosteniendo opiniones conservadoras contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y los anticonceptivos.
Pero su carrera quedó truncada primera por acusaciones de haber encubierto el abuso sexual de menores por parte de sacerdotes y, luego, ser acusado él mismo de ser un abusador.
Aunque siempre negó los cargos, fue encontrado culpable de abusar de dos niños en 1996 y condenado a seis años de cárcel.
La noticia de su condena por abuso sexual de menores es un grave golpe, no sólo para la Iglesia sino personalmente para el papa Francisco, pues Pell era uno de los colaboradores más estrechos del Papa.
No sólo estaba liderando las reformas cruciales de las extensas finanzas de la Iglesia, también ingresó por orden de Francisco al Consejo de Cardenales, un exclusivo órgano de consultoría conocido como el C9, porque sólo tiene nueve miembros.
Fue precisamente el C9 el que exhortó al papa Francisco a que convocara la cumbre sin precedentes sobre el abuso sexual de menores.
Pero este fue tan sólo uno de los muchos departamentos del Vaticano en el que Pell jugó un papel significativo.
El cardenal Pell era miembro de la Congregación de Obispos, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y de las Sociedades de la Vida Apostólica, y el Consejo Pontifical para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Su condena confirma que el abuso sexual afecta todos los niveles de la Iglesia católica.
En 2012, la entonces primera ministra de Australia, Julia Gillard, estableció una comisión para investigar las respuestas institucionales al abuso de menores en ese país.
Se descubrió que 7% de los sacerdotes en Australia había abusado de niños.
Las acusaciones contra Pell surgieron de la rigurosa investigación australiana de cada institución que tenía acceso a menores.
En diciembre de 2018, el papa Francisco lo retiró del círculo interno del Vaticano.
Y este martes se conoció su condena.
*Esta nota fue publicada inicialmente el 26 de febrero y actualizada el 12 de marzo cuando se hizo pública la condena a Pell.
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